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Un hombre con gripe, tomado de la mano por un médico, rodeado de políticos que bailan. Grabado en madera por Pépin (E. Guillaumin), 1889.
Un hombre con gripe, tomado de la mano por un médico, rodeado de políticos que bailan. Grabado en madera por Pépin (E. Guillaumin), 1889.

La paradoja de ser un héroe en el siglo XXI

Los trabajadores de la salud se ven obligados a hacer un sacrificio muy caro durante la pandemia del Coronavirus.

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“La persona que toma la medicina debe recuperarse dos veces, una de la enfermedad y otra de la medicina”, decía William Osler, médico canadiense y uno de los fundadores del reputado hospital Johns Hopkins, hoy en día una de las instituciones más involucradas en la lucha contra la pandemia del Coronavirus.

Cuando Johns Hopkins fue fundado, en 1889, el mundo entero vivía otra pandemia: la influenza cobraría la vida de más de un millón de personas en el lapso de un año, víctimas de un virus que en ese momento se conoció como “la gripe asiática” o “la gripe rusa”.

Ciento treinta años después, el Coronavirus –que el presidente Donald Trump insiste en llamar “el virus chino”– ha causado la muerte de 150.000 personas, en poco más de tres meses.

Igual que como en 1889 los estadounidenses restaron importancia a la enfermedad que subyugaría todo San Petersburgo, Estados Unidos pensó que el Coronavirus desaparecería “como un milagro” en el 2020. La diferencia, paradójicamente, es que el mundo globalizado, el imparable desarrollo tecnológico y la bonanza económica no fueron suficientes para preparar a una supuesta “potencia mundial” para enfrentar, nuevamente, a un enemigo invisible importado de Oriente.

El aumento considerable de la población, así como la diversificación de las profesiones de la salud, han dado otra característica distinguible a este nuevo episodio: la salud y la igualdad económica han demostrado ser las verdaderas  prioridades de una nación que pretenda mantener a sus ciudadanos con vida.

Es por ello que en la edición de esta semana hemos querido hablar con quienes han tenido que ver de primera mano las atrocidades causadas no sólo por el COVID-19, sino por la negligencia gubernamental, y por las profundas fracturas de nuestro sistema social.

Los médicos en todas partes del mundo han tenido que poner su vida y la de sus familiares en riesgo, entrar en contacto directo con la enfermedad, mientras la precariedad de sus salarios y el maltrato de sus vecinos les transforman en la paradoja más palpable del mundo globalizado.

Nosotros, en vez de aplaudir en una ventana, hemos decidido contar sus historias.