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Tenemos prisa

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En México tenemos los recursos naturales y los cerebros que muchos países del planeta envidian. Nadie se explica el porqué  millones de mexicanos están sumidos en la pobreza, y menos el que hayan sido educados para vivir con la mano extendida, parados en fila, esperando la próxima dádiva del próximo político. El perseguir el "sueño primermundista" se convirtió en pesadilla.  Pusimos la esperanza en otros países que no son el nuestro y sólo evadimos nuestro compromiso personal con nuestra patria. Olvidamos amar a nuestro México y a menudo lo denigramos. No hemos aprendido aún a decir con orgullo: "Hecho en México, por mexicanos".

Cuando una nación padece las consecuencias de los errores cometidos durante muchos años en su administración y en su política, los habitantes ponen la esperanza en una renovación. Sin embargo, la renovación exige agallas y determinación de los que desean llevarla a cabo. Son muchas las personas que desean un cambio pero no están dispuestas a soportar los grandes compromisos y privaciones que deben precederle.

La renovación que todos deseamos requiere una revolución pacífica, silenciosa y profunda en el sistema de pensamiento que inicie en los hogares, en las aulas, organizaciones, instituciones: un cambio planificado en todas las estructuras, y eso exige la transformación de los individuos,  conciencias y corazones.  Una renovación requiere un cambio de actitud y de conducta de todo un pueblo, y una cuidadosa planeación para lograrlo. Primero, hay que asegurar que los ciudadanos estén realmente convencidos de que es necesario el cambio, y que el cambio es posible. ¿Qué se quiere cambiar, por qué, cómo, cuándo, y dónde? ¿Quiénes van a efectuar el cambio?  Lograr la participación de todos los ciudadanos en el proceso de cambio es el mayor reto.

Toda renovación exige un balance de los aciertos y de los errores incurridos en el pasado; los aciertos para reconocerlos, festejarlos, y analizar los factores que contribuyeron a hacerlos posible; y los errores, para estudiarlos a conciencia, enmendarlos, y evitarlos en el futuro. La renovación de un pueblo comienza nutriendo la mente de sus habitantes con ideas, opiniones y datos que fomenten una estructura de pensamiento basada en la justicia social y el bien común. Esta lluvia positiva de ideas va penetrando poco a poco, hasta llegar a tocar las fibras más profundas del corazón y de la mente de sus habitantes. Así nace la voluntad de sostenerse sobre los propios pies, y enfrentar las dificultades. Lo arduo de la tarea no importa, es inmaterial, lo que importa es estar convencido de que es posible superar los obstáculos y llegar a la meta. Esta actitud positiva de lucha produce el clima propicio para el cambio.

La diferencia en alcanzar el éxito o el fracaso está en que cuando fracasamos fijamos toda nuestra atención en los obstáculos, y cuando triunfamos nuestra atención y energía se canalizan en lograr el objetivo. El concentrar nuestra atención en los obstáculos, provoca que perdamos energía. La visión mental de un futuro luminoso hará que nos sobrepongamos a las dificultades de nuestra condición presente. Si nos proponemos a construir un país educado, próspero y justo, desarrollaremos suficiente convicción e ímpetu para alcanzarlo porque sólo cuando cambian los individuos cambian las naciones. 

Deseamos construir un sistema de gobierno más perfecto: aquél que logre producir en el país mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política. Desde este punto de vista se puede entender el bien común como la suma de las condiciones de la vida social que permiten que los individuos libremente den forma a sus vidas. No hablamos aquí de unas condiciones mínimas de desarrollo; el Bien Común abarca el conjunto de aquellas condiciones de la vida social, con las cuales los hombres, las familias y las asociaciones pueden lograr con mayor plenitud y facilidad su propia perfección. El Bien Común deberá estar siempre orientado hacia el progreso de las personas; lo material forma parte de la integridad del desarrollo humano; por ello, el orden social y su progreso deben subordinarse al bien de las personas y no al contrario.  Este orden tiene por base la justicia social. 

¿Cuál es el ideal de patria por el que dieron su vida nuestros héroes? El proyecto de crear la sociedad justa y digna que todos merecemos es un ideal exageradamente ambicioso, pero por ser tan grande, exige una gran energía y un enorme entusiasmo de cada uno de los mexicanos.  Y tenemos prisa.