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¿Su raza? Choco-chip

Corre noviembre 28 y en Ecuador tal como en Estados Unidos a principios del 2010, se realiza el Censo de Población y Vivienda.

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 Crece el alboroto en los medios por las preguntas.  Una de las cuales era la tan magistral
interpelación:   "De acuerdo a
su cultura y costumbres, ¿de qué raza o etnia se considera?  afro-ecuatoriano, blanco, montubio,
mestizo,indio (especificando de cuáles indios), u otro", y,  por cuenta y riesgo míos, agrego:  or what?

El cometido era que los encuestados se  identificaran y bueno, tocó y tocó.

Lo curioso fue que los medios estatales enfatizaran,   en repetidas cadenas nacionales
de televisión, que no puede definirse a las personas por sus rasgos físicos. (Or what?)

Acatamos el precepto,  Uno
que otro chistoso, dijo siendo "blanco" que era afro-ecuatoriano.  Una querida amiga española aceptó el
adjetivo de sus hijos:  "¿Tu
raza?  Choco-chip" Solo que…  no es tan simple.

Al margen de las grupos políticos revueltos en grave debate por este
asunto, mi abstracción es más bien en otro sentido.  El mestizaje es un fenómeno universal.  Ejemplo:  Viena - Austria; año: 1993.  Una tubería se rompe en pleno centro histórico.   Los trabajadores empiezan
excavaciones, son de la India. 
Como una patada a la vista aparecen ruinas… romanas ni más ni menos.  Y yo lo ví.  ¿Sorpresa?  No
para mí que tengo una fanesca de antecedentes… (fanesca es un plato típico ecuatoriano donde se mezclan
ingredientes de toda suerte).

No se puede desconocer que hay cultura amarrada a la raza, lo que pasa
es que para mí, prevalece que la genuina esencia del hombre se dicta superlativamente
por las maneras en que definimos la misión y el propósito de nuestras vidas, y
no tanto por la raza o el ancestro que tengamos.

¿Qué aporta más a una comunidad: el color de la piel, la forma de los
ojos o lo que estamos dispuestos a contribuir para el bien común, o nuestras historias
con sus luchas?    ¿Qué
nos define:  lo que somos por fuera
en desmedro de lo que somos por dentro? 
Quisiera creer que no.

Resiento que me tipifiquen como suele hacerse, y es irónico pues
ocurre en ciertos lugares con afluencia de múltiples culturas,  porque tenga antecedentes en Timbuktu y
se  me valore o minimice porque
supuestamente según de donde venga, o soy típicamente dramática, o  por el contrario,  por tener humor  más discreto y fino, soy más o menos
inteligente  que  otros de pueblos más pasionales.  

No lo acepto ni para bien ni para
mal.  Las comparaciones no son legítimas.

Y me cuesta respetar a quienes dejando por circunstancias, lo que fue
su catapulta:  la tierra, sus
afectos y raíces, ahora desde arriba 
"con horror", contemplen las taras de las sociedades en medio de las que
se nutrieron, frunciendo sus narices como si por alguna razón misteriosa, hoy, esos
menoscabos antiguos, no los hubiesen visto antes. 

Sucede que están los que escogen SER "a pesar de", y SERVIR "pese a" y
esa actitud desprende lo mejor de las personas.

Adónde te llevare el viento, respeta la mano que se te tiende.  Si eres un extraño demuestra que puedes
ensancharte, abrazar al diferente y contestar como Einstein, si te
preguntan:  ¿Su raza?  Humana.