Sólo unos segundos
En 1995 bastaron sólo siete segundos para demoler el majestuoso edificio federal en Oklahoma en el ataque terrorista en el cual murieron 168 víctimas, entre…
En 1995 bastaron sólo siete segundos para demoler el majestuoso edificio federal en Oklahoma en el ataque terrorista en el cual murieron 168 víctimas, entre ellas 19 niños. Las consecuencias de ese acontecimiento estremecieron al mundo: ¿Terrorismo en Estados Unidos? ¿Por qué?
El caso de Oklahoma no fue un caso aislado, desde entonce hemos escuchamos cada vez con mayor frecuencia el término 'ataque terrorista' en muchas partes del globo. En el 2001 el mundo entero se horrorizó cuando bastaron sólo unos minutos para que murieran 2,995 personas en el ataque a las Torres Gemelas en Nueva York. Los ataques suicidas de los terroristas de Al-Qaeda en aviones comerciales secuestrados, intencionalmente impactaron las torres del World Trade Center. Los jóvenes pilotos musulmanes sacrificaron su vida por una ideología. Conmocionadas las naciones ante la espantosa tragedia, la Tierra pareció detenerse, y todos preguntaban: ¿Por qué sucedió? ¿Cómo podría haberse evitado?
La respuesta a estos ataque fue la Guerra al Terrorismo (War on Terrorism). Al-Qaeda declaró que los motivos de los ataques eran muchos, pero los principales eran tres: (1) La presencia de EU en Arabia Saudita, (2) La creación y el apoyo de EU a Israel, (3) las sanciones contra Irak. La guerra no ha terminado, después de tres lustros se multiplica: "Ojo por ojo, diente por diente."
Montañas de odio y resentimiento originados por la falta de respeto y la nula tolerancia a la diversidad de ideologías, razas, gobiernos, partidos políticos, e intereses económicos ahogan el alma del homo sapiens de nuestros días. El odio oscurece la razón y subyuga los sentimientos sublimes; los ataques terroristas son manifestaciones de almas atormentadas por el rencor. Se ignora cómo se genera esa enorme cantidad de malestar que se traduce en actos de inaudita violencia y crueldad.
Diversos grupos de educadores y trabajadores sociales de diferentes países se han propuesto desentrañar las oscuras fuerzas del odio en la especie humana con el objeto de neutralizarlas. Hablar sobre odio es un tema difícil. Es una materia amorfa, misteriosa, desordenada, maligna. Los subjetivistas —poetas y moralistas— buscan las semillas del odio dentro del corazón del hombre, los objetivistas —economistas, historiadores, trabajadores sociales–– por el contrario, citan como principal causa del odio las condiciones materiales en que se vive. Los maestros ubican las semillas del odio en la cultura de violencia que hemos permitido se promueva a través de los medios de comunicación, y los juegos cada vez más violentos para niños y jóvenes.
Los ataques terroristas y los crímenes de la delincuencia organizada han puesto a reflexionar al mundo entero. Nunca como ahora se han registrado los extraordinarios avances en las distintas ramas de la ciencia y la tecnología y, sin embargo, el homo sapiens ha perdido la relación con el mundo, con los otros seres, y con la responsabilidad hacia el entorno.
Cuando no hay responsabilidad social, la fórmula de una bomba casera aparece a todo color y con música en Internet y es transmitida en segundos a todo el globo terrestre. Un niño de un pueblo de Missouri fabricó una bomba en base a los datos de un manual copiado en su ordenador. Bajó la fórmula: una mezcla de gasolina y pólvora que tiene un efecto similar al Napalm; se adhiere al objetivo y arde. El padre del niño descubrió por casualidad el explosivo, y evitó una tragedia.
¿Debe censurarse lo que se transmite en la Super Carretera del Espacio? Hasta el momento no existen mecanismos confiables para hacerlo. ¿O debe educarse para la responsabilidad social?
A pesar de los increíbles adelantos en el mundo tecnológico y educativo advertimos con pesar que no hemos diseñado un programa computacional que transmita uno de los valores por excelencia de la especie humana: la compasión. El sentir con; el salirse de sí para ponerse en los zapatos del otro. No lo hemos diseñado porque nuestra generación es la generación del "yo" que olvidó desarrollar lo relativo al alma, al espíritu, y en la dimensión espiritual reside el antídoto del odio: la compasión.
Dicen que del odio al amor sólo hay un paso. Pero… ¿cómo darlo? El educar para el amor y la paz es enseñar a morir al egoísmo: el enemigo siempre presente que se manifiesta como un sentimiento de separación y autocomplacencia. Científicos, maestros, educadores, orientadores espirituales, padres de familia deberán dar el primer paso; los medios de comunicación apoyarán el proyecto. Así se dará el inicio a una cultura superior. Se requieren sólo unos segundos para tomar la decisión.
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