Sólo dos brazos
Su madre le decía: "Dicen que en el mundo hay demasiadas bocas que alimentar, pero no saben que por cada boca, hay dos brazos". Manuela lleva al recién nacido…
Su madre le decía: "Dicen que en el mundo hay demasiadas bocas que alimentar, pero no saben que por cada boca, hay dos brazos". Manuela lleva al recién nacido atado a la espalda, mientras que sus brazos sostienen una enorme canasta de alcatraces que lleva a vender al pueblo. Este año se dieron los alcatraces muy grandes y a montones. Como si la tierra quisiera consolarla por la muerte de su Pablo hace once lunas. Como si todas las lágrimas que vertiera en el surco cuando sembrara los camotes de alcatraz se hubieran convertido en miles de flores blancas.
Pablo no alcanzó a conocer a su hijo. La semilla se puso muy cara ese año y no pudo sembrar su tierra; salía de madrugada a trabajar en una de las más prósperas haciendas de Tabasco. Juntaba las bolsas vacías de papel grueso de insecticidas y fertilizantes que ahí tiraban y con ellas remendaba por fuera las grietas de su jacal. Sin advertirlo aspiraba el polvillo tóxico que despedían las bolsas y que le ocasionó la muerte.
"No te mueras, Pablo, mira que ya prontito nacerá el niño", le decía Manuela entre lágrimas. Pablo gimió toda esa noche entre fiebres y convulsiones en plena luna llena y, a pesar de la infusión de hierbas medicinales que sin cesar le frotara Manuela en el rostro para curarlo del mal de ojo, no alcanzó a ver la aurora.
Sólo Dios acompañó a Manuela cuando nació su hijo. Sin pronunciar una sola queja, con los brazos en alto sujetándose fuertemente de la viga que atraviesa su choza de carrizo, dio a luz de pie, como lo marca la tradición totonaca. El niño cayó sobre el almohadón preparado por Manuela. Después, agotada por el desgarrador trance, en su delirio creyó escuchar la guitarra y la canción de Pablo: "Te quiero de verdad, mi prieta linda". Pero no, era la música de las hojas de los árboles cuando las acaricia el viento.
A Pablo le había sido asignada una parcela del ejido que hace algún tiempo se diera de baja en el Registro Agrario Nacional, y estaba ya en espera de su título de propiedad definitivo, "para heredárselo al hijo", decía. Manuela es totonaca; ama la parcela de verdad, con devoción, va descalza para no lastimar la tierra cuando pisa. Su digno y recio porte habla de una vida de penurias que comparte con las mujeres del campo que han decidido enfrentarse a una misma realidad: 'la feminización de la pobreza' Saca agua del pozo, pone nixtamal para las tortillas, siembra poquito maíz y frijol, cultiva chile, tomate, cebolla y varias hortalizas. Lava propio y ajeno en el río, y hace gorditas de frijol para obtener leña y semilla mediante el trueque. El producto de sus naranjos y, sobre todo, el cultivo de flores, le permite comprar petróleo para cocinar y cubrir las necesidades más apremiantes.
Manuela termina la faena diaria a la hora del crepúsculo. Escribe con gran esfuerzo en un pedacito de papel: "Te amo, te amo, te amo". Después lo enrolla cuidadosamente y lo coloca entre las rugosidades de la corteza del flamboyán, junto a la tumba de Pablo. Se consuela pensando que el árbol le dirá a Pablo cuánto lo ama. El árbol le contará todas las cosas que ella no tuvo tiempo de decirle y que aún palpitan en su corazón. En la quietud de la noche, Manuela amamanta al niño y lo mece en la hamaca con suavidad. Pablito duerme apaciblemente, y la inefable dicha de sentirlo entre sus brazos evapora sus lágrimas y su cansancio.
Manuela es una de tantas mujeres campesinas que a duras penas subsisten en el campo. El 70 por ciento de los 1.500 millones de personas que viven con un dólar o menos al día son mujeres. La brecha que separa a los hombres y las mujeres atrapados en el ciclo de la pobreza ha seguido ampliándose en el último decenio. El fenómeno es llamado "la feminización de la pobreza". En todo el mundo las mujeres ganan como promedio el 50 por ciento de lo que ganan los hombres realizando el mismo trabajo, además de cuidar a la familia. Sin posibilidad de préstamos, tierra, herencia o educación, la mujer del campo carece de acceso a los recursos y los servicios para cambiar su destino.
El primer Día Internacional de las Mujeres Rurales se observó el 15 de octubre de 2008, reconociendo la función y contribución decisiva de la mujer rural, en la promoción del desarrollo agrícola, la mejora de la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza rural. Manuela no lo sabe.
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