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Perú: La otra mitad

Washington, DC—Las recientes elecciones peruanas produjeron los resultados que muchos habían temido. En un momento de estabilidad política y auge económico sin…

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 El
primero –el gran ganador, con
más del 31 por ciento de los votos–es Ollanta Humala, un ex teniente coronel nacionalista que hasta hace poco
mantenía una estrecha relación con Venezuela, aunque ahora afirma que admira el
modelo de "Lula", refiriéndose al ex Presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, que combinó la economía
de mercado con cuantiosos programas sociales y respetó los límites de su
mandato. La otra, con el 23 por ciento de los votos, es Keiko Fujimori, hija y
estrecha colaboradora del ex dictador Alberto Fujimori, actualmente en prisión
por delitos de lesa humanidad y corrupción.

            Casi
la mitad del país votó a favor de candidatos que representan a la democracia de
mercado bajo la cual el país ha prosperado considerablemente. Pero estos
candidatos fragmentaron el voto de millones de peruanos que quieren mantener y
ampliar el modelo actual y se neutralizaron mutuamente.

            Uno
no puede minusvalorar alegremente que la otra mitad de Perú —la única que estará
representada en la segunda vuelta— tiene muy poco entusiasmo por la democracia liberal y considera que la
economía de mercado está sesgada en contra de ella. Latinobarómetro, una
respetada organización que lleva a cabo sondeos de opinión en todo el
continente, reveló hace unos días que el 52 por ciento de los peruanos está a
favor de un régimen dictatorial. El resultado coincide con la suma total del
voto que se repartieron Humala y Fujimori.

            Las
razones por las que tantas personas están enojadas no son difíciles de
determinar: los grandes bolsones de pobreza donde los beneficios del "boom" aun
no han tenido gran impacto; la contradicción entre una economía que ha reducido
la pobreza a un tercio de la población y el hecho que uno de cada tres
ciudadanos no tiene acceso directo al agua potable y el sistema judicial es
percibido como profundamente corrupto; y la inseguridad que prevalece en un
país donde una de cada tres personas ha sido víctima de algún tipo de delito o
crimen.

            Aun
así, los progresos alcanzados en la última década van mucho más allá de una
pequeña élite. En términos políticos, estamos hablando de la diferencia entre
el día y la noche. La libertad de expresión, la libertad de asociación, el
derecho de hábeas corpus, los comicios libres y la condena a los violadores de
derechos humanos dan fe de ello. En lo económico, el logro también es notable:
sólo en los últimos cinco años, el Perú ha saltado 24 posiciones en el Indice
de Desarrollo Humano de la ONU. La cuestión en estas elecciones, entonces, no
era si los peruanos deben reemplazar el sistema con el populismo autoritario,
sino cómo corregir sus graves deficiencias y ampliar las oportunidades sin
poner en peligro lo que está bien. La división de las fuerzas más razonables en
tres candidaturas que se destruyeron mutuamente hizo que la segunda ronda se
convirtiera, no en un diálogo entre las dos grandes tendencias de la sociedad
peruana, sino en una potencial batalla campal entre dos fuerzas que recelan de
la modernidad ya sea en sus aspectos políticos o económicos.

            Aunque
Fujimori contará con el apoyo del "establishment" peruano ante el temor de que
Humala pueda convertirse en otro Chávez, es más probable que el ex soldado se
haga con el triunfo. Tiene más votos en este momento y una mayor presencia
nacional y, con la ayuda de asesores de Brasil, ha construido una imagen de sí
mismo que es más moderada de lo que era hace cinco años, cuando también
compitió en las elecciones.

            Si
Humala llega a ganar, ¿será otro Chávez o seguirá el modelo de Lula? La
respuesta no dependerá de instituciones fuertes capaces de frenar los excesos
de un emulador de Chávez sino de Humala y sólo de él. Si decide seguir adelante
con sus planes de modificar la Constitución y, ante la resistencia del actual
Congreso, convoca a elecciones para una nueva asamblea constituyente, la
oposición sencillamente será barrida. Y entonces el cielo, como dicen, será el
límite.

            Sin
embargo, existe la posibilidad, si gana, de que se contente con la preservación
del sistema democrático, evite las nacionalizaciones y se embarcaque en el
populismo con la cantidad colosal de reservas que el Perú ha acumulado en los
últimos años. Un resultado que probablemente afectará el crecimiento en algún
momento y retardará el progreso que el país está experimentando actualmente,
pero que no conducirá a una dictadura ideológica.

            Eso,
en la situación actual del Perú y en vista de la alternativa posible, sería
casi una bendición.

           

©  2011, The Washington Post Writers Group