OP-ED: Venezuela al borde del abismo
Hasta hace pocos años, el movimiento populista que fundó Hugo Chávez, fue motivo de expectación y asombro para los observadores del mundo entero. Viajar a Caracas para conocer de primera mano los aciertos de la revolución bolivariana, pasó a ser parte de la atención de políticos y universalistas de todo el planeta.
Hasta hace pocos años, el movimiento populista que fundó Hugo Chávez, fue motivo de expectación y asombro para los observadores del mundo entero. Viajar a Caracas para conocer de primera mano los aciertos de la revolución bolivariana, pasó a ser parte de la atención de políticos y universalistas de todo el planeta.
No obstante, todas las expectativas optimistas forjadas al paso de discursos paternalistas y promesas multitudinarias, desembarcó en una decepción generalizada. Las catástrofes no se celebran. Culpar el descalabro a los bajos precios del petróleo y no a la ineficiencia gubernamental, sólo convence a los ingenuos o los radicales fanáticos que buscan culpar de todo a los Estados Unidos, o al capitalismo internacional manejado desde Washington y Wall Street. El régimen de Maduro perdió la careta amable. -si es que alguna vez la tuvo- Hoy por hoy es un gobierno autoritario y déspota, mermado por la corrupción y militarizado en el poder.
El maná del petróleo, que llegó a Venezuela en forma de divisas, fomentó un estado de prosperidad durante un largo período, - 2003 – 2014- pero que acabó transformándose en una deuda que llega a los 185 mil millones de dólares. Es decir, se dilapidó un caudal de dinero ingente entre chucherías y corruptelas. Las chucherías (metafóricamente hablando), fueron subsidios al consumo de las clases populares. Y la corruptela corrió por parte de la oligarquía chavista. Por lo mismo, la economía desbarrancó.
El primer ingrediente que dio apertura a la crisis imperante, se mostró en la manipulación del sistema electoral por parte de Chávez. Era importante no aparecer ante los ojos del mundo democrático, como un gobernante autócrata, –militar que por añadidura lideró dos intentos de golpes de estado fallidos- o como un dictador de izquierda estigmatizado por Fidel Castro desde Cuba.
Mientras hubiera elecciones generales, Chávez seguiría siendo un fiel demócrata. Sin embargo, fueron pocos fuera del país, a quienes les interesaron los detalles de las listas de electores sigilosamente manipuladas, el ventajismo desvergonzado, o el uso indiscriminado de los fondos del Estado para promocionar el oficialismo, obtener votos con promesas de casas o subsidios gubernamentales, y de paso discriminar a la oposición. Tampoco nadie alzó la voz, y si lo hicieron fueron silenciados con el oneroso pormenor de que los árbitros electorales eran activistas del partido chavista.
Es así que los venezolanos han votado en diecinueve ocasiones desde 1999, y el oficialismo ha ganado en 17. Se ha destruido la democracia paso a paso después de cada elección, solapando la Constitución vigente cada vez un poco más. Chávez fue un verdadero artista en el arte de encubrir una autocracia creada por él mismo. El mundo callaba.
Evidentemente al colapsar la economía, menguaron los servicios públicos; sanidad, educación y seguridad. Desde ya, la popularidad del régimen bolivariano ha ido cayendo en picado. Muerto Chávez por un cáncer de próstata, asumió Nicolás Maduro. Durante su presidencia, el país ha experimentado un aumento significativo de la criminalidad, especialmente de la tasa de homicidios, y en estos últimos años ha subido a niveles estratosféricos la percepción de corrupción en el gobierno, la policía y funcionarios en general. El uso de leyes habilitantes y formas de comunicación definidas como «propaganda bolivariana», también han sido causa de ardientes polémicas que el gobierno de Maduro omite como si no fuera parte de su política.
Cuando el régimen bolivariano entendió que clausurar a los medios independientes de comunicación, dañaba su reputación ante el mundo, la solución se manejó comprando esas empresas, usando como intermediarios a testaferros disfrazados de empresarios privados. Los nuevos dueños, sin dudarlo las transformaron en dispositivos de la propaganda oficialista.
La libertad de prensa en Venezuela hoy en día, es una farsa continua, un circo propagandístico que embota los sentidos por insistencia como publicidad reiterativa. Los discursos por los pobres, han encubierto un saqueo sistemático de recursos por parte de la burguesía bolivariana. Prueba de ello, son los cien mil millones de dólares por ingresos del petróleo en el Fondo de Desarrollo Nacional, que nadie sabe dónde fueron a parar, ni mucho menos se han dignado en rendir cuentas públicas por el despilfarro.
No es de lunáticos llegar a creer, que una Nación con las mayores reservas del planeta de petróleo, rica en minerales, debería bastar para satisfacer a la mayor burguesía cleptocrática de Sudamérica. Pero no, ha comenzado a demostrarse ante el mundo que hay personeros del gobierno que están implicados incluso en el narcotráfico de cocaína.
El día 12 de noviembre del 2015, Efraín Antonio Campo Flores, ahijado del mandatario venezolano, y Francisco Flores de Freitas, sobrino de su mujer, fueron acusados formalmente de tratar de introducir en Estados Unidos 800 kilos de cocaína. Efraín Antonio Campo Flores -una de las personas más cercanas a Maduro-, de 29 años, y su primo, Francisco Flores de Freitas, fueron arrestados en una operación coordinada por la agencia contra el narcotráfico de Estados Unidos, la DEA. Las autoridades estadounidenses solicitaron la extradición inmediata de Campos Flores y Flores de Freitas. Según el diario The Wall Street Journal, Campos Flores se identificó en el vuelo a Estados Unidos ante los agentes que le custodiaban, como "el hijo adoptivo" de Nicolás Maduro.
Su tía, la esposa del presidente Maduro, acusó a los Estados Unidos de “secuestro”. Asimismo, las agencias antidrogas de México, Panamá y Estados Unidos, tienen en una lista de sospechosos a decenas de altos cargos venezolanos, de los que se supone usaron valijas diplomáticas para introducir directamente cocaína en Europa y Estados Unidos.
En el uso de artimañas no hay reglas. El gobierno de Nicolás Maduro llevó hasta Venezuela a Pablo Iglesias, líder español del partido de izquierda “Podemos”, ofreciendo suculentos pagos en efectivo para realizar una serie de conferencias y lavar su mala imagen, política que fue denunciada a su vez por el gobierno español. Si hay una izquierda considerada honesta, esta es la española que no se ha cansado de denunciar la corrupción en España.
La criminalidad en Venezuela es un problema que afecta a todo el país. Venezuela está catalogada como la nación más insegura del mundo según una encuesta Gallup en el 2013, en donde la Naciones Unidas expone que este tipo de problemas se debe a la mala situación política y económica en el país. La tasa de homicidios intencionales de Venezuela es también una de las más altas del mundo.
En el año 2008, varias encuestas indicaban que el crimen era la principal preocupación de los votantes. Otras encuestas realizadas en 2014 por Gallup, mostraron que solo el 19 % de los venezolanos se sentía seguro caminando solo durante la noche, con casi un cuarto de los encuestados señalando que ellos, o algún miembro de la familia habían sido atracados en el último año.
El Departamento de Estado de los Estados Unidos, definió a Venezuela como un país de "origen, tránsito, y destino para hombres, mujeres y niños objeto de tráfico sexual y trabajo esclavo". Como resultado de los altos niveles de delincuencia, los venezolanos se han visto obligados a modificar algunos hábitos de vida.
Venezuela es un auténtico navío que viaja a la deriva, con un timonel que no sólo ha demostrado ineficiencia, omisión o desconocimiento ante la corrupción reinante. Lo cierto es que no hay democracia, y por esta razón la oposición venezolana actúa con las manos atadas y con su líder Leopoldo López condenado a 14 años de prisión por jueces nombrados por el gobierno. Se han documentado torturas, detenciones arbitrarias y persecución penal de disidentes por el gobierno venezolano, así como el despido arbitrario de empleados públicos que, como miles de venezolanos, están a favor de un referéndum revocatorio que podría poner fin a la presidencia de Nicolás Maduro.
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