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No hay pruebas que sustenten la terrible acusación de que Trump esté aliado con los supremacistas blancos. Cuando Trump declaró en sus comentarios del lunes, desde la Casa Blanca, que “el racismo es el mal”, yo le creí. EFE
No hay pruebas que sustenten la terrible acusación de que Trump esté aliado con los supremacistas blancos. Cuando Trump declaró en sus comentarios del lunes, desde la Casa Blanca, que “el racismo es el mal”, yo le creí. EFE

[OP-ED]: Tanto a Trump como a los medios les gusta luchar en el lodo

Siguiendo el reciente meme de reconocer la mala conducta “de muchos lados”, hay que señalar que hubo algo lamentablemente obvio en la singular conferencia de…

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El Cuarto Poder alimenta a los estadounidenses de narrativas precocinadas. Nos dicen lo que es y no es importante, en qué concentrarnos y qué ignorar, y--por sobre todas las cosas--qué pensar. 

El plato de la semana pasada fue que Trump proporciona ayuda y consuelo a un odioso grupo de inadaptados--neo-nazis, integrantes del Ku Klux Klan y supremacistas blancos. 

Sin embargo, en mi opinión, la conclusión más importante de esa conferencia de prensa sin freno fue que hemos entrado en un territorio inexplorado en la relación entre el presidente y los medios. Es una guerra abierta, pero también es muy personal. 

Primero, la narrativa mediática. Nos dicen que el presidente simpatiza con gente intolerante y llena de odio, que él sólo critica al Ku Klux Klan como “repugnante a todo lo que los estadounidense consideramos valioso” si le obligan a leer un guión en un video al que lo han forzado, y que sus verdaderos sentimientos se manifiestan cuando establece un equivalente moral diciendo que los matones de izquierda fueron tan responsables de los disturbios en Charlottesville como los matones de derecha con bates. 

No hay pruebas que sustenten la terrible acusación de que Trump esté aliado con los supremacistas blancos. Cuando Trump declaró en sus comentarios del lunes, desde la Casa Blanca, que “el racismo es el mal”, yo le creí. Además, ¿acaso hay alguien que crea que el racismo no es el mal--dependiendo de la forma en que lo definan? 

Ojalá la historia hubiera acabado ahí. En lugar de eso, al día siguiente, Trump--que odia que le digan lo que tiene que hacer--escupió la mayor parte de lo que le obligaron a decir anteriormente criticando a los supremacistas. Esta vez Trump afirmó que había “gente magnífica en ambos bandos” de la división racial en Charlottesville. 

Vale la pena preguntar: ¿Por qué es esa declaración tan controvertida? 

Recordemos que el tema que desencadenó la refriega en Charlottesville no fue el racismo; fue la remoción programada de una estatua del general confederado Robert E. Lee de un parque público. Nos encontramos entonces con un acertijo de lógica básico. Es casi seguro que todos los supremacistas blancos se oponían a la remoción de la estatua, pero eso no significa que todos los que se oponían a la remoción de la estatua fueran supremacistas blancos. 

De hecho, si imaginan esas palabras--”gente magnífica en ambos bandos”--provenientes de un demócrata moderado como el ex vicepresidente Joe Biden o el ex senador de Virginia, Jim Webb, en un momento y un lugar diferentes, ni siquiera serían noticia. 

Pero porque se trata de Trump--que tienen un historial dudoso en cuanto a asuntos de raza--y porque pronunció esas palabras sólo 24 horas después de vilipendiar a los supremacistas blancos, el asunto estaba destinado a explotar. Y lo hizo. 

Y sin embargo, al mismo tiempo, Trump tiene razón al quejarse de que nunca le reconocen cuando hace algo positivo, porque los medios y el resto de sus críticos están siempre listos para saltar contra él por hacer algo errado. 

Mientras yo observaba de qué manera tan poco profesional se comportaron los reporteros en la conferencia del martes--los gritos, gruñidos, la discusión, las preguntas sarcásticas de “te agarré” sobre si Trump apoyaba a la confederación, o si había empeorado las relaciones raciales, o por qué creía él que los neo-nazis lo apoyaban--me sentí asqueado. También avergonzado de mi profesión. 

Lo único que podía pensar era: Los medios han perdido la cabeza colectivamente. Solía bastarles con decirnos qué pensar. Ahora, en la época de Trump, van más allá y nos dicen que no confiemos en lo que vemos con nuestros ojos u oímos con nuestros oídos. Están tan cegados por su desprecio que han abandonado los estándares periodísticos y no les importa reportar hechos incorrectamente, si eso va en desmedro de Trump. 

No es que Trump necesite ayuda al respecto. Hace una tarea fenomenal trastabillando y convirtiendo todo desacuerdo político en una rencilla de secundaria. 

Aún así, los últimos días fueron muy penosos para mí. No porque le tenga afecto alguno a Trump, a los neo-nazis o a los blancos supremacistas. No se lo tengo. El país estaría mejor sin todos ellos. Sin embargo, en el último cuarto de siglo de ejercer mi profesión, me he encariñado con el periodismo. 

Sin duda, ahora lo extraño.

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