[OP-ED]: Tambores de guerra
La crisis mundial se agrava, el desequilibrio social es enorme: millones de pobres tanto en países ricos como en vías de desarrollo sufren las condiciones de una economía enferma que busca solución. El problema de los inmigrantes ilegales en busca de trabajo y mejores condiciones de vida es universal.
La crisis mundial se agrava, el desequilibrio social es enorme: millones de pobres tanto en países ricos como en vías de desarrollo sufren las condiciones de una economía enferma que busca solución. El problema de los inmigrantes ilegales en busca de trabajo y mejores condiciones de vida es universal.
La Tierra es como una nave en forma de esfera que viaja por el espacio con un destino común. En esta Nave-Tierra, menos del 20% de la población viaja en primera clase, posee las principales riquezas materiales e intelectuales, consume más del 80% de las reservas disponibles para el viaje. Los otros pasajeros –más de 80%- viajan en la bodega destinada a la carga, y sólo consumen menos del 20% de las reservas. Pasan frío, hambre, separaciones y mil necesidades y son expulsados de la nave por viajar ilegalmente en busca de trabajo. Son cada vez más los que preguntan por qué tienen que viajar escondidos en la bodega de la nave y muestran su indignación.
En nuestro mundo, el motivo único de la inversión es el provecho individual. Vende más y gana más el que ofrece el mejor producto al menor precio. La ley suprema del mercado determina pura y mecánicamente el interés de los capitales, el precio de las mercancías, de los servicios, de las ganancias y de los salarios; regula las relaciones laborales entre empresarios y trabajadores en una libre concurrencia sin límite alguno. El bienestar de los obreros y el cuidado al medio ambiente no son considerados dentro de la ecuación.
En un mundo económico concebido en esta forma, la ley del más fuerte encuentra plena justificación, y domina el terreno de las relaciones con los más débiles. Mientras riquezas incontables se acumulan en manos de pocos, las clases trabajadoras se encuentran en condiciones de creciente malestar: salarios insuficientes o de hambre, condiciones de trabajo agotadoras sin ninguna consideración a la salud física, y mucho menos a la salud del medio ambiente, comunes en los países campeones: los más poderosos. Ofrecen sus productos en el mercado con precios más bajos, más competitivos a costa de sacrificar el bienestar de los obreros.
Como consecuencia las inhumanas condiciones de trabajo generan una profunda insatisfacción entre los asalariados, además perseguidos por la sombra de su migración ilegal y el espectro de la deportación; factores que conducen a muchas familias a un proceso de desintegración que repercute en el rompimiento del tejido social.
Los sociólogos indican que no debe extrañarnos el hecho de la violencia en las principales capitales del mundo: todas se rigen por la ley del más fuerte. Esto provoca el espíritu de protesta y rebeldía; con mayor frecuencia las teorías extremistas y terroristas se propagan en el planeta y proponen remedios peores que los males que supuestamente tratan de remediar.
La historia no miente: fotografías de enormes grúas y equipo pesado que se utilizaron en Francia en 2002 para desmantelar un campo de inmigrantes ilegales llamado ‘La Selva’ muestran en la red con toda su crudeza los efectos de la pobreza en el mundo. El gobierno francés desmanteló el campo en Calais asegurando que no era un campo de servicio humanitario, sino un lugar en que se realizaba el tráfico humano, y donde la gente era explotada. El gobierno francés declaró en ese momento que la ley de la selva no debía ser tolerada en Francia. Cientos de inmigrantes ilegales, muchos de ellos de Afganistán, se asentaban en La Selva con la esperanza de cruzar el Canal Inglés en busca de una vida mejor. Ahí se establecieron: la gran mayoría logró escapar de la policía.
La opinión pública coincide en que desmantelar los campos de inmigrantes ilegales no resuelve el problema, porque los inmigrantes ilegales sencillamente se establecen en algún otro lugar.
El problema de los indocumentados es enorme no sólo para Francia o para Estados Unidos, sino para todos los países del mundo. Es urgente encontrar la fórmula para que los gobiernos a nivel mundial proporcionen a sus ciudadanos los medios y las oportunidades de desarrollo a través de capacitación y empleos bien remunerados.
La conciencia crece en el mundo y exige transformaciones fundamentales: ya suenan los tambores de guerra: o nos salvamos todos dentro de un sistema de convivencia solidario y participativo en la nave-Tierra, o la haremos explotar y nos precipitaremos todos al abismo.
DEJE UN COMENTARIO:
¡Únete a la discusión! Deja un comentario.