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El nuevo decreto del presidente Donald Trump sobre refugiados e inmigrantes no afectará a los ciudadanos que poseen la tarjeta de residente permanente (“green card”), un permiso que permite a los extranjeros trabajar en el país y solicitar la ciudadanía estadounidense. EFE
 
 
El nuevo decreto del presidente Donald Trump sobre refugiados e inmigrantes no afectará a los ciudadanos que poseen la tarjeta de residente permanente (“green card”), un permiso que permite a los extranjeros trabajar en el país y solicitar la ciudadanía…

[OP-ED]: Si Trump no puede ganar, entonces todos perdemos

Esta semana, la Casa Blanca aprendió una lección: Menos tweets y más discursos.

Y yo me encontré ante un dilema. ¿Qué puede hacer un redactor de opiniones cuando un presidente por el que no votó, y al que no apoya, dirige la palabra al Congreso y mete un golazo? ¿Puede alguien, que parece ser una mala persona, y que probablemente será un mal presidente, dar un discurso realmente bueno?

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Esta semana, la Casa Blanca aprendió una lección: Menos tweets y más discursos.

Y yo me encontré ante un dilema. ¿Qué puede hacer un redactor de opiniones cuando un presidente por el que no votó, y al que no apoya, dirige la palabra al Congreso y mete un golazo? ¿Puede alguien, que parece ser una mala persona, y que probablemente será un mal presidente, dar un discurso realmente bueno?

¿Y qué si—a pesar de la inquietud sobre su temperamento y sus políticas—uno encuentra que está de acuerdo con gran parte de lo que dijo el presidente? ¿Debe uno volver a reevaluar las cosas, y ver si realmente apoya a una persona contra la cual pensó que se oponía?

Espero que no. En los últimos 21 meses, dediqué tanta energía y tiempo en mi desagrado de Trump que no me entusiasma la perspectiva de volver a fojas cero y tratar de aprobar al individuo.

Sin embargo, habría que odiar verdaderamente a Trump para no reconocer que el presidente pronunció magistralmente un discurso poderoso, lleno de mensajes inspiradores.

Sin duda, prendí el televisor en la cadena de cable que es el centro de los que odian a Trump: CNN. Muchos de sus reporteros y locutores expresan excesivamente sus sentimientos y se sienten obligados a defender su marca cuando se la ataca.

El presidente, a su vez, siempre está al ataque de esa cadena. La acusa de comerciar con “noticias falsas”.

Su relación se agrió en enero, cuando CNN reportó la existencia de un dossier de inteligencia no-verificado, que indica, presuntamente, que Rusia tenía información comprometedora sobre Trump. Entre los escandalosos detalles figuraba una supuesta cita en un hotel de Moscú con prostitutas rusas.

Después del discurso de Trump al Congreso, el locutor de CNN, Jake Tapper—quien recientemente amonestó al presidente por criticar a los medios—hizo un comentario insidioso sobre cómo Trump hizo un buen trabajo al leer las palabras que sus redactores de discursos escribieron para él.

La reportera de CNN, Dana Bash, fue más justa. Reconoció un discurso que fue más presidencial que las pocas inspiradoras palabras del discurso inaugural, que según muchos observadores no tuvo efecto.

Finalmente, el colaborador de CNN, Van Jones, también elogió a Trump por conducir una ovación de dos minutos para la viuda del Navy SEAL, William “Ryan” Owens, quien murió en una operación en Yemen. Jones lo calificó de “uno de los momentos más extraordinarios que se hayan presenciado en la política estadounidense, punto” y dijo que Trump “se convirtió en presidente de los Estados Unidos” en ese momento.

Una encuesta de CNN/ORC de los que vieron el discurso halló que el 78 por ciento de los estadounidenses tuvo una respuesta positiva, mientras que el 21 por ciento respondió negativamente.

No puede haber un discurso memorable sin frases memorables. Como: “Somos un pueblo, con un destino. Todos sangramos la misma sangre. Todos saludamos la misma bandera. Y todos estamos hechos por el mismo Dios.” Y la siguiente: “Mi tarea no es representar al mundo. Mi tarea es representar a los Estados Unidos de América.”

Y como sorpresa, Trump habló positivamente de una “reforma migratoria real y positiva”, si antes “mejoramos los puestos de trabajo y los salarios de los estadounidenses, reforzamos la seguridad de nuestra nación y restauramos el respeto a nuestras leyes.”

Uno hubiera pensado que los demócratas en la sala habrían aplaudido esa parte, pero se quedaron plantados en sus asientos sin aplaudir. Quizás sea porque muchos de ellos no desean una solución al problema de la inmigración y preferirían tener ese asunto como tema de la campaña.

Por supuesto, un discurso es solo un discurso. Las políticas y prioridades de Trump son más importantes. Y ahí, no todo está bien.

Por ejemplo, el presidente aun explota cínicamente a las víctimas de delitos cometidos por inmigrantes ilegales. Ahora está llegando hasta a crear un oficina especial del Departamento de Seguridad del Territorio, llamada Víctimas de Delitos de Inmigrantes (VOICE, por sus siglas en inglés), que servirá como enlace entre las víctimas de delitos cometidos por inmigrantes ilegales y los Servicios de Inmigración y Control de Aduanas.

No se ha dicho si el gobierno creará otra oficina para encarar otros hechos muchos más frecuentes: delitos cometidos por residentes legales y ciudadanos estadounidenses.

Para los estadounidenses que detestan a este presidente, no hay incentivo para reconocerle a Trump su discurso. Pero sin duda lo estarían criticando si hubiera dado uno malo.

Trump no puede ganar. Es un problema, porque si no tiene éxito en algunas de las codas que intenta hacer, el país no progresará. Y todos perderemos.