Al sentarme a escribir esta columna de Año Nuevo, casi podía oír el suspiro colectivo de alivio con que la nación despediría el 2016. No obstante, no estaba seguro de qué clase de artículo debería hacer.

¿Sería bueno dar a mis lectores un mensaje alegre y optimista? Después de todo, se supone que la llegada de un nuevo año sea un momento cargado de posibilidades para un nuevo comienzo y un futuro mejor.

¿O sería mejor escribir lo que siento realmente al final de este terrible 2016, en el que cada día parecía traer una nueva muerte de figuras emblemáticas o artistas admirados, desde Fidel Castro hasta Carrie Fisher y Debbie Reynolds? ¿Y mucho peor, un año en el cual las fuerzas políticas más oscuras del país, con Donald Trump al frente, se apoderaron del poder tras la campaña más divisiva, debilitante y mentirosa que se recuerde?

No, a pesar del alivio que sentimos por el fin del 2016, yo no podía escribir las cosas acostumbradas en esta época porque el año que comienza posiblemente sea aún más doloroso y difícil.

Como ha advertido el cineasta y activista Michael Moore, “no importa cuán malo usted crea que (el 2017) pueda ser, será aún mucho peor”.

A Moore hay que tomarlo en serio. Él fue uno de los pocos que estuvo en desacuerdo cuando expertos y comentaristas de todos los colores predecían alegremente una victoria arrolladora de Hillary Clinton. 

“[Si] no puede creer que un narcisista maligno se sentará ahora en la Oficina Oval, entonces estoy aquí para decirle ‘No hay llanto en la tierra de Trump – ¡Pongámonos a trabajar!’”, señaló Moore. “Manos a la obra porque no todo está perdido, somos más que ellos, y el camino está salpicado de las carreras destruidas de políticos narcisistas cuya arrogancia los movió a hacer cosas que causaron su renuncia o su destitución”.

El 2017 va a ser –tiene que ser—uno de organizar y resistir activamente las intenciones de Trump y sus acólitos de perseguir y deportar a los inmigrantes masivamente; terminar con Obamacare y privar a millones de americanos de acceso a atención médica; promulgar políticas racistas; restringir la libertad de prensa e imponer un gobierno autoritario que debilitaría todavía más las libertades civiles y las decisiones tomadas democráticamente.

Como bien dijo Moore: “Pongámonos a trabajar!”