[OP-ED]: No, Estados Unidos no enfrenta una guerra racial
En la década pasada, la narrativa de un inminente maremoto hispano alternadamente vigorizó y asustó a ciertos individuos, haciéndoles creer que Estados Unidos…
Asistí recientemente a un foro de estudios latinos en una universidad urbana que se jacta de contar con un 39 por ciento de estudiantes no-blancos. La diversidad en la sala era asombrosa: Latinos de 17 a 60 años, que representaban familias que han vivido en el país desde el 1600, así como los que han estado aquí sólo unos pocos años.
Había hispanos de todas las razas, muchos de ellos bi-raciales y más de ellos, bi-culturales, con deliciosas combinaciones de nombres, tales como Bruce Hernández y Esmeralda Rosenstein, o nombres que no “sonaban” latinos en absoluto.
Ésa es la tendencia.
La semana pasada, el Pew Research Center dio a conocer un análisis de los datos del censo que mostraban que en 2015, uno de cada seis recién casados estadounidenses se casó con alguien de raza o etnia diferente.
Eso representa un aumento cinco veces mayor en los últimos 50 años, y los recién casados hispanos y asiáticos son los que tienen más probabilidades de haberse inter-casado—casi tres de cada 10 se casan con alguien de distinta raza o etnia.
Según Pew, los matrimonios mixtos más comunes en 2015 fueron entre alguien de etnia hispana y otra persona no-hispana. Esos matrimonios representaron más de la mitad del total, y la mayoría de esos hispanos se casaron con no-hispanos blancos.
Estos matrimonios mixtos marcan el comienzo de cambios en la manera en que la sociedad percibe la etnia y la raza.
“Los demógrafos no tuvieron en cuenta cómo es probable que cambie la percepción de la raza en años venideros,” escribió Herbert J. Gans, profesor emérito de sociología en la Universidad de Columbia, en el New York Times, en referencia a las predicciones del censo de los Estados Unidos con respecto a una población con una mayoría de minorías ya para 2040. “Por ejemplo, los blancos ya ven a los descendientes de inmigrantes asiáticos y latinos como similares a ellos. Como consecuencia, los blancos los tratan como blancos. Ese proceso de ‘blanquización’ sólo aumentará en el futuro.”
Pero si existe algo como la blanquización revertida, eso también está ocurriendo. Los individuos cada vez más deciden por sí mismos con qué raza o etnia se identifican.
Por ejemplo, un informe de la Oficina de Censos de enero de 2012, titulado “The American Indian and Alaska Native Population: 2010” dice que 175.494 mexicanos (mexicanos, mexicano-americanos, chicanos) se identificaron como amerindios, convirtiendo a los indios mexicano-americanos en el cuarto grupo tribal del país por su tamaño.
Hay otras variaciones en esta fluidez en la identificación étnica.
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En 2015, Mark Hugo López, director de investigaciones hispanas del Pew Research Center, me dijo que había aproximadamente entre 2,1 y 2,5 millones de personas que dicen tener ancestros hispanos, pero que no se identifican como tales. Y lo opuesto también ocurre: si alguien quiere ser hispano, sólo precisa decirlo. “No hay una prueba genética, es una etiqueta puesta por uno mismo,” me dijo López.
Hay algunos que comienzan a considerar si la identidad racial puede, o debe, ser intercambiable como la identidad de género.
En el número de la primavera de la publicación académica de filosofía feminista Hypatia, Rebecca Tuvel, profesora asistente en Rhodes College en Memphis, Tennessee, se pregunta si es posible o aceptable cambiar la raza como uno cambia el sexo.
En su artículo, “In Defense of Transracialism”, Tuvel dice, “Sostengo que las consideraciones que apoyan el trans-generismo se extienden al trans-racialismo. Dada esa paridad, como debemos aceptar las decisiones de individuos trans-género de cambiar su sexo, debemos aceptar las decisiones de individuos trans-raciales de cambiar su raza. Considero y rechazo ... objeciones que sugieren que una sociedad no debe aceptar la decisión de un individuo de cambiar la raza. ... Mi conclusión es que si un individuo genuinamente se siente o identifica como miembro de una raza que no es la que se le asignó por nacimiento—con tanta fuerza que busca la transición a la otra raza—debemos aceptar su decisión de cambiar de raza.”
Esta insatisfacción con las formas tradicionales de auto-segmentarse y construir la identidad es el fundamento de por qué, en los próximos años, Estados Unidos no se verá envuelto en una guerra racial: Las razas encontrarán la forma de mezclarse.
Tal como ocurrió en 1967, cuando la Corte Suprema falló en la famosa causa Loving vs. Virginia, que reconoció el derecho a un matrimonio mixto, algunos se mostrarán abiertos y aceptarán la fusión y mezcla de diversas etnias y razas.
Otros no tendrán más remedio que enfrentar las oportunidades y desafíos de una sociedad profundamente interracial.
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