[OP-ED]: Mientras el circo se va de la ciudad para no volver, que perdure el respeto por sus animales
Nunca llevaré a mis nietos al circo.
Para el caso, tampoco llevaré a mis padres—a quienes les encanta ir al circo con sus propios nietos y disfrutar del algodón, las palomitas, los acróbatas y los animales—ahora que Feld Entertainment anunció que, tras 146 años, Ringling Bros. and Barnum & Bailey cerrarán el circo en mayo, tras unas pocas actuaciones finales.
Nunca llevaré a mis nietos al circo.
Para el caso, tampoco llevaré a mis padres—a quienes les encanta ir al circo con sus propios nietos y disfrutar del algodón, las palomitas, los acróbatas y los animales—ahora que Feld Entertainment anunció que, tras 146 años, Ringling Bros. and Barnum & Bailey cerrarán el circo en mayo, tras unas pocas actuaciones finales.
En su comunicado de prensa, Feld dijo que “los elevados costos junto con un descenso en la venta de entradas” hicieron que el circo no fuera un negocio rentable para la empresa. “Después de la transición de los elefantes fuera del circo, la empresa vio un declive en la venta de entradas mayor de lo que se había anticipado.”
Eso fue una sorpresa para mí. En noviembre de 2015 llevé a mi familia a ver una de las últimas actuaciones que incluían elefantes y en ese momento pensé que el espectáculo de los malabaristas, contorsionistas, gimnastas y bailarines era suficientemente atractivo en sí mismo para necesitar de los elefantes.
“Sobre la base de mis observaciones, la nostalgia de los adultos será lo único que sufrirá por el menor número de animales en el circo,” escribí. “En mi asiento y rodeada de bebés, niños pequeños y otros niños, era obvio que la atención hacia los animales era propulsada por los padres y abuelos que gritaban: ‘¡Mira los elefantes!’ o ‘¡Mira los camellos!’ en los oídos de los niños.”
Cómo me equivoqué. Parece que la nostalgia pagaba las cuentas de producciones circenses de miles de millones de dólares, que se volvieron no-rentables en un mercado que ahora incluye producciones de alta calidad, como el Cirque du Soleil y Shen Yun Performing Arts, que ofrecen espectáculos de música y movimiento fantásticos en sus giras. Y, por supuesto, otros espectáculos de Feld Entertainment, como Marcel Universe Live y Disney On Ice, dirigidos a niños pequeños, redujeron el público del circo durante años.
Por más triste que sea despedirse del circo, el motivo por el que se acaba es genuinamente valedero.
En una simple búsqueda de Google puede verse una cantidad de datos desgarradores sobre las deficientes condiciones de vida de los animales, incluso en las mejores circunstancias.
Si hubiera más gente que comprendiera verdaderamente las cosas por las que tenían que pasar los animales de circo detrás de las bambalinas—horas de encierro, ruidosos e incómodos viajes en tren, entrenamiento agotador y a veces cruel—para deleitar a nuestras familias por unas pocas horas un domingo por la tarde, apuesto que eso calmaría su sentido de pérdida.
Con tantas alternativas para crear recuerdos mágicos para la familia, no me preocupo sobre las salidas con mis futuros nietos. De hecho, estos acontecimientos alimentan mi esperanza de que algún día no haya zoológicos o acuarios para llevar a los futuros nietos.
Nunca me gustaron esas instituciones. A mi parecer, contener a animales salvajes para exhibir al público, incluso en nombre de la ciencia o la conservación, es una tragedia que se magnifica con el correr del tiempo, a medida que las investigaciones nos informan sobre la profunda inteligencia cognitiva y emocional que poseen hasta los animales más simples.
Después de la muerte a tiros del gorila Harambe en el Zoológico de Cincinnati, el año pasado, Barbara King, antropóloga biológica y autora de “Personalities on the Plate: The Lives and Minds of Animals We Eat”, señaló en “The Diane Rehm Show”: “Sabemos que muchos, muchos zoológicos permiten que sus elefantes vayan a santuarios. Ése es el tipo de conversación que pienso que debemos tener. Estos animales son muy inteligentes y sienten su vida, así como también piensan su vida. ... Pienso que la cuestión mayor es ¿cómo manejamos estos animales cuando sabemos cada vez más que tienen increíble capacidad para usar herramientas para crear relaciones emocionales, para realmente necesitar una gran cantidad de libertad a fin de expresar sus conductas naturales y sus personalidades naturales?”
Es una consideración justa—y ésas son preguntas que provienen casi exclusivamente de personas suficientemente privilegiadas como para haber visto tigres, ballenas, elefantes y otros animales exóticos sólo porque había instituciones dedicadas a que estuvieran disponibles para espectáculo del público.
Pero con los avances en los documentales en video, la realidad virtual y otros escenarios aún no-imaginados, sin duda algún día habrá mejor manera de que las masas vean nuestras más preciosas criaturas cara a cara, sin arruinar la calidad de sus vidas para nuestro entretenimiento.
Que descansen en paz, Ringling Bros. y Barnum & Bailey—que su muerte afecte nuestras normas de respeto hacia los animales en todas partes.
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