[OP-ED]: Los votantes Latinos de Trump me han fallado a mí, a nosotros y a ellos mismos.
"Sé que no todos ustedes son rencorosos, sé que no todos los Repúblicanos son deplorables, sé que no todos los conservadores son aborrecibles, sé que no todos…
Si se han atrevido a echar un vistazo a la ráfaga de pánico y protestas publicados en Twitter, Facebook, Tumblr, Reddit o Instagram hasta hoy, habrán notado que tras los múltiples titulares hay un Hombre Blanco o Mujer Blanco, predominantemente Protestante, Anglosajón y de la Clase Trabajadora. Esto nos muestra los rasgos demográficos de los votantes que continúan creyéndose la afirmación de que el Partido Demócrata ha empujado al límite a estas personas que en su día se alineaban con nuestra forma de pensar. Algunos de estos artículos de reflexión y reportajes retrospectivos aparecidos desde el pasado martes han atribuido esta triunfante peineta al liberalismo y el progresismo a: la Supremacía Blanca y el Nacionalismo, la petulancia liberal perpetuada en los memes y el The Daily Show, la nominación de Hillary como candidata del DNC, o al extendido miedo al ISIS.
La verdad es que no hemos aprendido mucho de este chorreo de artículos que circulan en Internet gracias a The Huffington Post, The New York Times, The Washington Post, Salon, ABC News, o el The Guardian, entre otros. Solo han servido para validar lo que ya habíamos notado o asumido sobre los honestos seguidores de Trump.
Sin embargo, la mayoría de las fuentes utilizadas por la prensa han permanecido calladas en una silenciosa minoría: se trata de los hombres y mujeres a los que me gustaría dirigirme hoy en este artículo. Para todos ustedes que creen ser más de cifras que de palabras, aquí tienen un chequeo de la realidad muy claro realizado por la BBC y The Washington Post, respectivamente:
De acuerdo con la Oficina del Censo de los Estados Unidos, los Hispanos con documentos y registrados para votar suponemos un 17% del total de la población nacional, convirtiéndonos en el grupo étnico, o minoría racial, más numerosos del país, alcanzando los 55 millones de personas (y sumando). Entre los que decidieron ir a las urnas a votar o a sellar su papeleta de votante por correo, el 29% está hoy celebrando la victoria del presidente electo Donald Trump.
Usted, señora o señor que entonaba “Make America Great Again” hace unos días, representa la estadística que me ha dejado perpleja y paralizada de miedo y preocupación por los Latin@s de mi generación y las generaciones venideras.
He intentado comprenderle, he intentado entender la lógica que le llevó a votar por un hombre que ha faltado al respecto descaradamente a nuestra gente, y que ha prometido en múltiples ocasiones que impedirá nuestro progreso y la seguridad de nuestras vidas en la nación Yankee que todos hemos aprendido a amar.
Hemos adoptado las estrafalarias excentricidades gringas, hemos ayudado a América a prosperar, hemos luchado por llevar a sus 50 Estados cambios positivos y compasión por los nuevos mexicanos, guatemaltecos, puertorriqueños, cubanos, salvadoreños, costarricenses, brasileños y venezolanos que viven en sus bloques de apartamentos.
Nuestros acentos suelen sonar tontos y exagerados cuando hablamos inglés, y nuestra actitud melodramática suele ser demasiado difícil de soportar para nuestros nuevos vecinos, que no tienen la profundidad de nuestra gama emocional (¡es la verdad!). Pero nos sentimos orgullosos de estar casados con nuestros dos hogares a través del idioma, la comida y las tradiciones que permiten llevar adelante esta atractiva asociación de culturas entre nosotros y nuestras familias.
En base a los datos recogidos, la mayoría de ustedes votó a Donald Trump porque estaban descontentos con el elitismo político y la dinastía Clinton, porque estaban recelosos de los paralelismos entre el auge del gobierno de Estados Unidos con lo que tuvieron que afrontar en sus islas o patrias; su temor al Islam, porque su machismo internalizado, o externalizado, les ha llevado a pensar que ninguna mujer encaja con el rol de Comandante en Jefe, porque ustedes ya lograron la ciudadanía y por lo tanto desprecian a los inmigrantes ilegales, porque estaban cansados de “la misma mierda de los Obamas”, porque han trabajado duro y no pueden permitirse una subida de impuestos para financiar a los que ustedes acusan de abusar de la carta de la “raza” o de su estatus de ‘inmigrante” para recibir beneficios sin tener que trabajar, porque son Católicos y por lo tanto, se oponen con vehemencia al aborto, porque no creen que el Presidente de los Estados Unidos tenga de verdad tanto poder, porque estan hartos de “los maricones y los judíos” que controlan y manipulan a los medios…
Cualquiera que fuera la razón que les llevó a votar por Trump, nos han decepcionado, me han decepcionado, se han decepcionado a ustedes mismos como Latin@s en una (hoy desvergonzada) América Blanca, la tierra de los libres, el hogar de los valientes, hoy exclusivamente de los americanos Blancos.
¿Han escuchado o sido testigos alguna vez de los insultos envalentonados de odio que corren por algunos colegios de lunes a viernes dirigidos por algunos niños contra sus compañeros de clase o de cafetería simplemente porque son – o parecen- Latin@s? En estos últimos días, numerosas noticias han corroborado la existencia de esta manifiesta rabia Blanca, que golpea no solo a los Latin@s, sino también a los Musulmanes, Judíos, Gays, Mujeres, Discapacitados, Transexuales, enfermos mentales, Negros o, esencialmente, cualquier persona que no se ajuste con el canon de familia Americana rubia del famoso anuncio de moldes de galletas Stepford, de 1950.
Su Presidente Electo ha inspirado a skinheads y miembros del Ku Klux Kan para arrastrarse fuera de sus madrigueras sin consciencia y comenzar a exudar su deseo de eliminar a cualquier persona que no refleje o encarne físicamente las creencias escupidas por Donald Trump durante toda su campaña electoral.
Si usted está leyendo ahora estas líneas y es un Latino de piel clara (¡o casi translúcida!) que votó a Trump, probablemente tenga dibujada en el rostro una sonrisa de superioridad. ¡Ah, me río de ustedes! No soy Negro ni Marrón, no tengo motivos para temer a estos pirados, no me representan! Pues tengo otro chequeo de la realidad para usted:
No está considerado un Blanco en América, NUNCA lo ha estado, y desde luego no está considerado un Blanco en la América de Trump. Incluso si actúa como un Blanco, o parece Blanco, nunca será un Blanco.
Siento decirle que, sin duda, tendrá que aprender esta lección por las malas.
Prepárense para darse un atracón de la peor y más escandalosa telenovela durante los próximos cuatro años, en la que el giro de la trama consiste en que el 29% de su audiencia ha estado luchando en secreto por ser el antagonista todo este maldito tiempo.
Esto, claro está, si dejan que el show continúe.
No se queden sentados permitiendo que se emitan los próximos e infames capítulos y les desmoronen a ustedes y a todos aquellos que aman. Niéguense a a aceptarlo. No se dejen influenciar más por las palabras seductoras y las promesas que les cautivaron. No permitan que el mal gane, no permitan que el amor sea vencido por el odio.
Espero que algunos de ustedes sintonicen con los esfuerzos de miles de personas por organizarse, formar coaliciones, protestar, por combatir activamente el racismo rampante, la xenofobia, el sexismo, el ataque a los discapacitados, el anti-semitismo y la supremacía cosida a este guion con un antagonista atormentado y sus seguidores infames. Espero que algunos de ustedes lo hagan por el bien de los Latinos quienes, como ustedes, vinieron a América porque era la tierra de las oportunidades, porque sintieron que América ya era grande, porque querían darle una vida a sus hijos mejor que la que dejaban atrás.
Sé que no todos ustedes son rencorosos, sé que no todos los Repúblicanos son deplorables, sé que no todos los conservadores son aborrecibles, sé que no todos los hombres Blancos son odiosos, pero aquellos de ustedes que apoyaron a Trump se transformaron en facilitadores del odio.
Pero pueden rectificar esto. Somos más fuertes juntos, y más fuertes en cantidad. Esta lucha no es violenta, esta pelea puede ser librada simplemente al educar a los otros, al escuchar a los otros, al defender a los otros. No podemos sencillamente perder la Fe. No podemos rendirnos a nuestra cultura. Se lo debemos a nuestros padres y abuelos, que dejaron sus países en busca de la libertad que ahora nos arriesgamos a perder.
Y espero que algunos miembros descontentos de mi familia y amigos, que se identifican como Latin@s y que contribuyeron a poner al Presidente electo en el Despacho Oval, sintonicen conmigo y no me clasifiquen como otro joven Latino, una millenial, arrastrada al hoyo negro del liberalismo “quejica” y el progresismo.
Estoy furiosa pero aun así los amo a todos terriblemente, porque tengo la esperanza de que todos sean buenos de corazón, y tan sólo quiero que en lo que hayan creído sea lo mejor para ustedes y para nuestras familias. Creo que no todos son racistas, xenófobos, sexistas, anti-semitas, supremacistas o se mofan de los discapacitados. Incluso creo que no todos os despreocupáis descaradamente de mí.
La política es más espesa que el agua, pero no tan espesa como la sangre.
Sin embargo, sepan que me han fallado- igual que miles de otros con experiencia y educación similar a la mía -y dejen que esto les entre en la cabeza:
1) Soy Latina, mujer, de primera generación cubano-americana. Donald Trump me llamó ladrona, Miss Ama-de-casa, violadora y mala persona (bad hombre).
2) Tengo educación, tengo esperanzas de entrar en el mundo laboral tras graduarme. Me gustaría romper las barreras. Donald Trump me llamó mujer sucia, Miss Cerdita. Todo falso, falso, falso.
3) Tomo pastillas anticonceptivas, Zoloft y Concerta. Donald Trump está poniendo en peligro mi derecho a la reproducción. Donald Trump se ha burlado de mí por ser discapacitada.
4) Tengo una orden de alejamiento contra un joven en el Estado de Pennsylvania y en el terreno de mi propia universidad, por acosarme sexualmente durante seis meses con esa “charla entre vestidores”. Donald Trump anuló la experiencia vivida en mi propia piel de que alguien metiera la mano en mi entrepierna.
Donald Trump no cree que yo merezca mi lugar en los Estados Unidos. Él y muchos de sus seguidores tampoco creen que ustedes merezcan llamarse Americanos.
¿Y ustedes?
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