[OP-ED]: Los impuestos--¿grandes unificadores?
A medida que se acerca el Día de los Impuestos—18 de abril, este año—enfrentamos nuevamente la aparentemente imperecedera realidad de que los norteamericanos…
Pocas generalizaciones políticas parecen tan indestructibles. Gallup durante muchos años preguntó a los norteamericanos si sus impuestos federales a los ingresos son demasiado altos. Entre un 50 y un 60 por ciento dice siempre que “sí”. El impuesto federal a los ingresos es profundamente impopular. Así lo sostiene la sabiduría popular.
Excepto que no es cierto o, de cualquier forma, es demasiado simple e incompleto. El sistema fiscal no crea solo divisiones; es también unificador.
“Los norteamericanos casi concuerdan universalmente en que pagar los impuestos es un deber cívico,” escribe la politóloga Vanesa Williamson en su nuevo libro, “Read My Lips: Why Americans Are Proud to Pay Taxes”. Ser un contribuyente es “una fuente de orgullo, porque es prueba de que uno es un miembro respetable de la comunidad que contribuye con ella.”
Williamson estudió encuestas anteriores, condujo una por su propia cuenta, y entrevistó con detenimiento a 49 contribuyentes. Sus conclusiones sugieren que hay que revisar considerablemente la sabiduría popular, que indica un profundo desagrado por los impuestos.
“Alrededor de cuatro de cada cinco norteamericanos ... consideran el pago de los impuestos como una responsabilidad moral y la evasión fiscal como moralmente incorrecta,” escribe sobre las diversas encuestas. “Es una creencia particularmente fuerte en Estados Unidos” comparada con muchos países europeos, dice. Los norteamericanos tienen una de las tasas más altas del mundo de cumplimiento con los impuestos—un logro que se facilita con las retenciones fiscales.
En una de las entrevistas, Roy—un empleado de correos, republicano, jubilado, de 61 años, de Ohio—lo expresa de la siguiente manera: “Siento que estoy haciendo mi parte en proveer las necesidades y en ayudar a pagar las cosas que en este país se necesitan. Así pues, en forma pequeña, pienso que es mi deber cívico y que soy responsable de pagar los impuestos.”
Los impuestos son un vínculo, así como también una carga. Son una manera de adoptar modernamente el famoso dicho del juez de la Corte Suprema, Wendell Holmes Jr.: “Los impuestos son lo que pagamos por una sociedad civilizada.” Es interesante que los republicanos más que los demócratas sienten que la evasión fiscal es moralmente incorrecta. “Los republicanos creen acérrimamente en pagar impuestos,” escribe Williamson.
Un motivo por el que a la opinión popular se le pasa el aspecto unificador de los impuestos es que las encuestas públicas están sesgadas, sostiene. “Las encuestas de opinión pública generalmente suponen que la única actitud de los norteamericanos con respecto a los impuestos es de furiosa oposición,” escribe Williamson. “Las preguntas negativas llevan un juicio de valor y predisponen ciertas respuestas.”
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Aún así, es posible llevar demasiado lejos el revisionismo fiscal, como lo señala Williamson. Los impuestos—y los programas gubernamentales que financian—siguen siendo sumamente polémicos, tanto en el ámbito de los estados como en el nacional. Alguien debe pagar; el conflicto es inevitable.
En sus entrevistas, Williamson halló un resentimiento generalizado que sostiene que ni los muy ricos ni los muy pobres (particularmente los inmigrantes) pagan su “porción justa” de los impuestos. El sentimiento contra los pobres afecta tanto a los republicanos y a los demócratas, aunque más a los republicanos.
(Es injusto, sostiene Williamson. Gracias a los impuestos a la nómina y a las ventas, casi todos somos contribuyentes de alguna forma. Williamson estima que el quinto más pobre de los asalariados recibe el 3 por ciento de los ingresos y equivale a un 2 por ciento de todos los impuestos. También es cierto que los altos límites de gravación significan que el 44 por ciento de todos los contribuyentes en 2016 no debía impuestos federales, según el Tax Policy Center, que no se alinea con ningún partido.)
Incluso si todos los norteamericanos estuvieran satisfechos con su actual situación fiscal—lo que claramente no es el caso—no quiere decir que todos estarían contentos si se elevaran los impuestos. El presidente Trump prometió la “reforma fiscal” pero aun no presentó una propuesta concreta. Cuando lo haga, casi con seguridad desencadenará una gresca, porque algunos contribuyentes se verán afectados por aumentos para financiar recortes fiscales para otros contribuyentes.
Hay problemas mayores que se ciernen en el futuro. Tarde o temprano, tendremos que elevar los impuestos, porque hay una brecha grande y creciente entre los compromisos de gastos del gobierno y sus recaudaciones fiscales. Aunque ahora estamos cerca del “pleno empleo”, es decir que la economía está cerca de su capacidad física, el déficit es aproximadamente de 500.000 millones de dólares. Bajo las normas actuales y suponiendo en forma poca realista una recesión futura, seguirá subiendo.
Durante cuánto tiempo puede continuar esto no se sabe, aunque probablemente la respuesta sea “para siempre”. Por supuesto, reconozcamos los beneficios de los impuestos. Pero no supongamos que los impuestos más altos harán que el gobierno sea más popular. Eso parece dudoso.
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