OP-ED: Los Enormes Dientes de Rudy Giuliani
Los colmillos grandes y los perros de presa son una combinación tan natural como Hitler y su bigote, lo cual explica por qué Donald Trump le ha asignado a Rudy Giuliani esta nada envidiable función.
Lindos no son, pero los enormes dientes del ex alcalde de Nueva York parecen adquirir vida propia cuando el inefable Rudy, todo puños apretados y ojitos saltones, anda por ahí ladrando su mensaje incoherente de odio que, supuestamente, ayudaría a su jefe –tan incoherente y lleno de odio como él—a ganar la presidencia.
Los colmillos grandes y los perros de presa son una combinación tan natural como Hitler y su bigote, lo cual explica por qué Donald Trump le ha asignado a Rudy Giuliani esta nada envidiable función.
Lindos no son, pero los enormes dientes del ex alcalde de Nueva York parecen adquirir vida propia cuando el inefable Rudy, todo puños apretados y ojitos saltones, anda por ahí ladrando su mensaje incoherente de odio que, supuestamente, ayudaría a su jefe –tan incoherente y lleno de odio como él—a ganar la presidencia.
Son muy pocos los que recuerdan lo que dijo Giuliani en la Convención Republicana, pero sus 15 minutos de comportamiento demencial y su descontrolada gritería son inolvidables.
Tan extraño fue ese comportamiento que los editorialistas del Washington Post --medio en broma, medio en serio-- se preguntaban el miércoles pasado: “Is Rudy Giuliani okay?” (¿Está bien Rudy Giuliani?).
“Fue notable que cuando dijo que Donald Trump ama ‘a todo el mundo, desde lo más alto hasta lo más bajo’, el Sr. Giuliani señalara animadamente hacia sus rodillas al decir ‘arriba,’ y hacia encima de su cabeza al decir ‘bajo’”, escribió el Post. “Además, ¿por qué dijo que él y su esposa Judith han sido amigos del Sr. Trump por 30 años, aunque él conoció a su esposa en 1999, hace solo 17 años?”
No hay más que ver su sonrisa retorcida para darse cuenta de que Rudy no está bien. Aún peor es su “olvido” nada menos que del 9-11.
“En los ocho años antes de que llegara Obama, no tuvimos ningún ataque exitoso de los islamistas radicales en Estados Unidos”, afirmó Giuliani en ese tono frenético que lo caracteriza al presentar a Trump y Pence en un evento de campaña en Ohio. “Los mismos comenzaron cuando Clinton y Obama asumieron sus cargos”.
Sí, el “alcalde de América” olvidó por completo el peor atentado terrorista jamás perpetrado en el país, ocurrido en 2001 cuando era él el arrogante mandamás de Nueva York y George W. Bush ocupaba la Casa Blanca.
Extrañamente, sin embargo, durante los 15 años transcurridos desde entonces, la memoria no le ha fallado un solo día para explotar sin descanso dicha tragedia para su beneficio personal.
Como comentara un lector del Washington Post, “Él (Giuliani), al igual que su testaferro, Bernard ‘Big Bad’ Kerik, continuamente posaban orondos para la TV después del ataque. Ambos prosperaron - Kerik ilegalmente y Rudolph mediante su supuesta compañía mundial de seguridad”.
Kerik, por supuesto, es el antiguo comisionado de la policía de Nueva York que fuera el chofer de Giuliani y su hombre de confianza. Sentenciado a cuatro años de cárcel (de los cuales sirvió tres) por evasión fiscal y mentirles a funcionarios de la Casa Blanca, durante el apogeo de la administración de Giuliani, Bush hasta consideró al ahora ex convicto Kerik para dirigir nada menos que el Departamento de Seguridad Nacional.
Como dice el viejo refrán, dime con quién andas y te diré quién eres, así que pese a toda su habladuría sobre “hacer América segura”, tales amistades dejan aún más claro que no se puede confiar en Giuliani o en su jefe ni siquiera para sacar a pasear el perro.
Una vez que el nominado republicano sea eliminado de la vida pública en noviembre, Giuliani y sus enormes dientes están llamados a desaparecer, esfumarse, perderse por lo que confiamos sea mucho, mucho tiempo.
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