[OP-ED]: La asombrosa mala calidad del sistema de atención odontológica en Estados Unidos
Di a luz a tres bebés, me quebré la muñeca, me fracturé el coxis dos veces, incluso me hice tatuajes y, una vez, cuando sospechaban que había contraído el…
Pero nunca he sufrido más que por el dolor estremecedor y profundo – el tipo de dolor del que uno quiere morirse para terminar con la miseria– de cuando tuve problemas dentales.
Reviví en detalles viscerales y morbosos mis recuerdos dolorosos de abscesos, tratamientos de conducto, extracciones de premolares y otras cosas más al leer el libro triste y horrible de Mary Otto: “Teeth: The Story of Beauty, Inequality and the Struggle for Oral Health in America” (Dientes: una historia de belleza, inequidad y dificultades para la salud oral en Estados Unidos).
Otto merece un premio por ocuparse de un tema que podría ser mundano e infundirle una narración poco convencional, historias de casos reales y desgarradores y una prosa que a veces es poética y que a menudo da vergüenza.
Su punto, sin embargo, no es meramente entretenernos con anécdotas inolvidables sino ilustrar lo disparatado del sistema de atención de salud de Estados Unidos que trata a la boca como algo totalmente aparte del resto del cuerpo.
Es un sistema en el que pediatras y médicos en general rara vez o nunca hablan con los dentistas debido a la historia de tensiones y falta de comunicación entre las profesiones. Y es una situación en la que el trabajo poco llamativo y mal pago de la educación y prevención sobre la salud oral pasa a segundo plano frente al negocio glamoroso de la cosmética dental.
Este sistema conspira para crear consumidores entre quienes pueden pagar no solo el costo del cuidado oral básico sino también una variedad de tratamientos de belleza como coronas, blanqueamiento de dientes y cirugías para contorneado de encías, mientras que deja afuera a los que no pueden ni siquiera pagar por los cuidados más rudimentarios.
“Dolor, pérdida de función, enfermedades serias e incluso la muerte pueden ser resultado de condiciones orales no tratadas y ofrecen recuerdos desgarradores de que la boca es parte del cuerpo y que la salud oral es esencial para la salud en general”, escribe Otto. “Sin embargo, este sistema aparte, mayoritariamente privado y bien salvaguardado, que provee atención dental en Estados Unidos puede ser extremadamente difícil de alcanzar para aquellos que no tienen movilidad o dinero o los beneficios dentales adecuados”.
Otto hilvana toda esta narración triste a través de la historia de Deamonte Driver, un niño de 12 años, en Maryland, que murió en 2007 por complicaciones de una infección en un diente que era completamente prevenible y tratable.
A través de la muerte trágica de Driver, aprendemos cómo es que temas dentales aparentemente menores, como ser una infección que puede ser fácilmente tratable con antibióticos y la consulta a expertos, pueden tornarse fuera de control y matar a cualquiera que no tenga el dinero, el transporte o el seguro médico necesario para comprar la receta y hacer una cita de seguimiento con un dentista (los que ven a pacientes con Medicaid o Medicare son increíblemente muy pocos).
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Desde el punto de vista profesional, Otto cuenta cómo la odontología evolucionó de ser un oficio modesto a ser una profesión que requiere miles de dólares en costos de educación y luego en equipo y herramientas para llegar a construir una práctica viable. Y cuán dolorosamente complejo y difícil es obtener los reembolsos por tratar a los pacientes de bajos ingresos de los pocos programas federales o estatales que proveen beneficios dentales.
Quizás lo más importante es que Otto hace que los lectores reflexionen sobre la visión que tienen los estadounidenses de la mala salud dental –como lo evidencian las emergencias dentales, los dientes imperfectos o amarillos–: como una falla moral o una renuncia a la responsabilidad personal en lugar de como una falta legitima de acceso a prestadores cualificados.
Otto es especialmente eficaz en difundir este mensaje al ilustrar cuán vergonzoso es que tantos niños no tengan acceso a un dentista en una edad en la que los métodos de prevención más fáciles como tratamientos de flúor y cuidados básicos de caries pueden marcar una diferencia para toda la vida.
Esto tampoco es un problema solamente en comunidades de muy bajos ingresos. He enseñado en escuelas de suburbios de clase media y aún ahí me he encontrado son estudiantes cuyos padres pueden vestirlos y alimentarlos pero no pueden ocuparse de los temas dentales dolorosos y embarazosos. He tenido estudiantes en clase con dientes verdes y podridos que apenas pueden almorzar o concentrarse en sus estudios debido al dolor y la vergüenza.
En definitiva, este libro desgarrador toca el corazón. Es un libro obligatorio para quienes les importa las políticas de salud pública, un recordatorio de que la salud oral es un aspecto crucial de la salud en general y no un lujo reservado solo para los ricos.
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