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Cuando el clima empresarial es excepcionalmente incierto, existe una inclinación natural a no invertir. Sea lo que sea que aqueje a la economía norteamericana, es mucho más complicado que una egoísta perspectiva a corto plazo.
Cuando el clima empresarial es excepcionalmente incierto, existe una inclinación natural a no invertir. Sea lo que sea que aqueje a la economía norteamericana, es mucho más complicado que una egoísta perspectiva a corto plazo.

[OP-ED]: ¿Es el “corto-plazo” corporativo un mito?

Ya escucharon esa crítica. Muchos gerentes corporativos norteamericanos son adictos al “corto-plazo”. Postergan las inversiones y demás costos, sacrificando un desempeño futuro por las ganancias presentes. O bien están presionados por “inversores activistas” o desean inflar el valor de las opciones de acciones. Si eso es cierto, podría explicar el desempeño deslucido de la economía. Ahora, un nuevo estudio afirma que esto es cierto.

El estudio es interesante—pero sea escéptico; tiene algunos puntos flacos evidentes.

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Ya escucharon esa crítica. Muchos gerentes corporativos norteamericanos son adictos al “corto-plazo”. Postergan las inversiones y demás costos, sacrificando un desempeño futuro por las ganancias presentes. O bien están presionados por “inversores activistas” o desean inflar el valor de las opciones de acciones. Si eso es cierto, podría explicar el desempeño deslucido de la economía. Ahora, un nuevo estudio afirma que esto es cierto.

El estudio es interesante—pero sea escéptico; tiene algunos puntos flacos evidentes.

Proviene del McKinsey Global Institute, la rama de investigaciones de la firma de consultoría administrativa del mismo nombre. La entidad examinó el desempeño de 615 empresas de tamaño grande y mediano y, según varios criterios, las clasificó como empresas a largo-plazo y a corto-plazo. Las corporaciones con un panorama a largo plazo constantemente superaron en desempeño a las firmas con perspectivas a corto plazo.

Consideremos lo siguiente:

--Entre 2001 y 2014, los ingresos en las firmas “a largo-plazo” crecieron un 47 por ciento más que en otras firmas.

--Para 2014, esas empresas gastaron casi un 50 por ciento más en investigaciones y desarrollo que las otras empresas.

--Los precios de sus acciones se elevaron más—como promedio 7.000 millones de dólares más que en las otras empresas.

--Contrataron a más gente—12.000 más como promedio que las otras empresas.

Aunque las compañías con una perspectiva a largo plazo tuvieron más éxito, dice McKinsey, las presiones para el corto-plazo son cada vez más fuertes. En una encuesta de ejecutivos y directores corporativos, el 87 por ciento dijo que “se sentían más presionados para demostrar un desempeño financiero fuerte en el plazo de dos o menos años.”

Lo más interesante sobre el estudio es su fórmula para decidir si las firmas tenían perspectivas a largo o corto plazo. Escogieron cinco indicadores de la empresa, entre ellos, inversiones, ganancias y flujo de efectivo. Por ejemplo, se consideró que las empresas que invertían más estaban más orientadas hacia el futuro. Los resultados se fusionaron en un índice general.

Todo eso suena científico, pero no lo es. El mayor defecto del estudio es que confunde las diferencias de las diversas industrias—especialmente si son nuevas y de crecimiento rápido o maduras y de crecimiento lento—con las diferencias en las perspectivas de administración. Es lógico que las industrias más jóvenes tienen tasas de inversión más altas que las firmas viejas. con mercados bien establecidos.

En verdad, eso es exactamente lo que descubrió el estudio: “Nuestras conclusiones sugieren que en 2015, las industrias intensivas en cuanto a ideas, como las de software y biotecnología están entre las de largo-plazo, mientras que las industrias intensivas en cuanto a capital, como las de automóviles y químicos son las de más corto plazo.”

Sin duda, algunos ejecutivos deben abogar compulsivamente por el corto plazo. La pregunta es si es un fenómeno común. El mercado de valores sugiere lo siguiente: menos de los usted piensa. Si fuera tan común como sostienen muchos críticos, los precios de las acciones colapsarían en algún momento, porque nadie se habría preparado para el futuro. La rentabilidad corporativa se hundiría. Eso obviamente no ha ocurrido.

Es cierto que las inversiones de las corporaciones han ido a la zaga en esta recuperación, y eso fue a veces atribuido a una visión a corto plazo. Una explicación más probable es que muchos ejecutivos no vieron la necesidad de más fábricas ni centros comerciales. Simplemente, la demanda no justificaba más oferta. Entre 2007 y 2016, los gastos corporativos anuales en edificios nuevos, corregidos por la inflación, bajaron, en realidad, un 14 por ciento, de acuerdo a los datos del Bureau of Economic Analysis. En el curso del mismo período, los gastos en equipos (computadoras, maquinaria) se elevaron sólo un 16 por ciento.

En cambio, los gastos de las empresas más orientadas al futuro aumentaron más rápidamente. Los gastos en software, nuevamente corregidos por la inflación, se elevaron un 43 por ciento en ese período, mientras los gastos en investigaciones y desarrollo se elevaron un 26 por ciento.

El problema con invertir en el futuro es que nadie sabe lo que el futuro nos depara. Cuando el clima empresarial es excepcionalmente incierto, existe una inclinación natural a no invertir. Sea lo que sea que aqueje a la economía norteamericana, es mucho más complicado que una egoísta perspectiva a corto plazo.