OP-ED: El revoltijo de un hombre puede ser, para otro, su tesoro
En una reciente columna de opiniones, Stephanie Land caracterizó el actual frenesí por deshacerse de objetos, popularizado por el libro de Marie Kondo titulado “The Life-Changing Magic of Tidying Up”, como una especie de desprecio clasista.
En una reciente columna de opiniones, Stephanie Land caracterizó el actual frenesí por deshacerse de objetos, popularizado por el libro de Marie Kondo titulado “The Life-Changing Magic of Tidying Up”, como una especie de desprecio clasista.
“En un nuevo documental sobre el movimiento, se ilustra el consumo ‘malo’ con masas de personas ingresando en tiendas-galpón el Viernes Negro, pasando una sobre la otra para encontrar la mejor oferta,” escribió Land, fellow en el Center for Community Change, en el New York Times. “Son, nos dejan comprender, esclavos de los bienes materiales, mientras que los que se apartan del consumo masivo son pensadores independientes, libres para disfrutar de planos más elevados en la vida. Pero esos que van en rebaño a Wal-Mart .... son individuos que se balancean en la línea de la pobreza o incluso por debajo de ella, desesperados por comodidades en su hogares. Señalarlos como motivo para iniciar un movimiento anti-consumista es simplemente otra manera de avergonzar a un grupo de la sociedad.”
Estoy de acuerdo—hay mucha exageración con rasgos de esnobismo. El movimiento minimalista se convirtió en lo que Kyle Chayka llama “La versión monástica Zen de Silicon Valley.”
En su artículo de la revista del New York Times, Chayka concretó la inquietud de Land: “El minimalismo se ha combinado ahora con la auto-optimización. ... El movimiento, tal como se presenta, está conducido, en gran parte, por un grupo de hombres que se desharían felizmente de sus posesiones como para renegar de las ventajas por las que las obtuvieron. Pero se necesitan muchas cosas para ser minimalista: capital social, una red de seguridad y acceso a Internet.”
Aún así, por vivir en una zona donde Wal-Mart está sólo a una milla de la tienda de segunda mano Goodwill, mi interpretación es muy diferente: el enfoque de Kondo puede ser un engreimiento de la clase alta, pero indudablemente enriqueció las vidas de gente de la clase obrera suficientemente afortunada para vivir cerca de tiendas de segunda mano de calidad.
Desde la perspectiva de alguien que ha ido a Goodwill todos los sábados por la mañana desde que mi tienda se inaugurara en 2011, el libro “Life-Changing Magic” de Kondo trajo un montón de alegría a un barrio cuya tasa de pobreza alcanzó casi el 21 por ciento en los años posteriores a la Gran Recesión.
Lo que eso significa para una familia de bajos ingresos con hijos en edad escolar es que cuando llega la época de prepararse para el re-inicio de las clases, una madre generalmente puede encontrar ropa y zapatos nuevos, a menudo de muy buena calidad y de marca—además de útiles para la escuela como tijeras, cuadernos, carpetas, reglas y las lecturas requeridas como “To Kill a Mockingbird” o “The Great Gatsby”—por centavos.
Esas familias van después, con los ahorros de comprar productos donados, al Wal-Mart de la esquina para adquirir las loncheras, mochilas y otros artículos con personajes de dibujos animados licenciados simplemente imprescindibles para los niños que vuelven a la escuela.
Además, algunas de las principales cadenas de tiendas de segunda mano de la nación hacen otras cosas aparte de vender estupendos artículos baratos. El Ejército de Salvación, por ejemplo, financia centros de rehabilitación de adultos y programas que ayudan a la reinserción de individuos en la sociedad y a la obtención de empleos bien remunerados, en parte mediante las ganancias obtenidas de los artículos donados que se revenden en las tiendas de segunda mano.
Según Charlene Sarmiento, gerente del programa de relaciones públicas de Goodwill Industries International, las donaciones del público ayudan a financiar programas que educan y entrenan a veteranos y familias militares, obreros mayores y otros individuos que ingresan en la fuerza laboral. Las tiendas y los programas asociados proveen de experiencia laboral y asesoramiento sobre carreras, clases de computación, revisión de curriculos vitae, y educación industrial especializada, para que la gente acceda a puestos de trabajo en su comunidad.
El año pasado, dijo Sarmiento, “Goodwill colocó a 312.000 personas en puestos de trabajo en Estados Unidos y Canadá, y casi 2 millones de personas trabajaron para emprender una carrera y obtener bienes económicos participando con miembros del equipo de Goodwill. Además, más de 35 millones de personas usaron computadoras y aparatos móviles para acceder a los servicios de educación, entrenamiento y aprendizaje en línea, a fin de reforzar sus habilidades.”
Sarmiento no pudo establecer una conexión directa entre el frenesí de Kondo, que comenzó después que se publicara su libro en Estados Unidos en 2014, y el incremento de un 4 a un 7 por ciento en las donaciones a Goodwill en los dos últimos años, pero dijo: “Sabemos que el libro de Kondo fue muy popular y alentamos a las personas que se están deshaciendo de sus posesiones a donar los artículos que ya no necesitan, a Goodwill. ... Muchos de nuestros amigos, familiares y vecinos pudieron hallar empleo y mantener a sus familias por medio de sus donaciones a Goodwill.”
Liberarse de objetos no debe ser necesariamente una insípida práctica de austeridad. Limpien su casa y ayuden a los demás donando a su tienda local de segunda mano y sin fines de lucro.
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