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OP-ED: El gravamen sobre los envases es amargo para los pobres

El gravamen sobre los envases deja al consumidor con pocas alternativas para evitar los nuevos impuestos ya que impone sobrecargos al agua, los jugos naturales…

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La propuesta de ley que fue presentada en el concejo de Filadelfia la semana pasada como alternativa a la proposición del alcalde Jim Kenney de imponerle impuestos a las bebidas azucaradas se queda corto como instrumento para recaudar los fondos necesarios para resolver los retos que confrontan a las comunidades pobres de la ciudad.

Dicha propuesta busca imponer un gravamen, con ciertas limitaciones, a todo recipiente de más de siete onzas que se utilice para vender bebidas en Filadelfia. La proposición del alcalde Kenney impone impuestos a las bebidas azucaradas como generador de capital para: aumentar el número de cupos de pre-kínder; arreglar los centros de recreo; y transformar las escuelas a centros de servicios sociales para la comunidad.

El imponerle el gravamen a los envases es más penoso hacia los pobres que ponerle un tributo a las bebidas azucaradas. El gravamen sobre los envases deja al consumidor con pocas alternativas para evitar los nuevos impuestos ya que impone sobrecargos al agua, los jugos naturales y la soda de dieta. En cambio, la ley propuesta por el alcalde solo impone arbitrios a las bebidas azucaradas, muchas de las cuales no tienen valor nutritivo y son una de las causas principales de la epidemia de diabetes y obesidad que aflige a nuestra comunidad. Si no bebes refrescos azucarados no pagas el impuesto.

El gravamen sobre los envases impone penurias económicas sobre las escuelas, los programas extracurriculares, los jardines infantiles, los hospitales y los centros de ancianos. Dichas instituciones tendrán que pagar nuevos impuestos sobre las bebidas sin endulzantes que proveen en sus programas. Su posición como bastiones de la buena nutrición son puestos en peligro por el impuesto sobre los envases. No es así con la medida del alcalde.

El gravamen sobre los envases reprime la diversificación de las bebidas disponibles para la venta en las bodegas. Los embotelladores de refrescos son una de las mejores fuentes de agua potable en el planeta. El consumidor y los detallistas necesitan que los embotelladores aumenten los tipos de productos saludables y sin azúcar que se venden en las tiendas de nuestros barrios.

El tributo sobre los envases recaudaría $30 millones menos en impuestos de lo que se necesita para mejorar la calidad de vida en los vecindarios pobres. ¿Qué sentido tiene imponer un impuesto si no vas a recaudar los recursos necesarios para hacer cambios impactantes en la educación infantil y la infraestructura municipal en los barrios?

¿Porqué abandonar la posibilida de generar grandes ahorros en gastos médicos para la ciudad y sus residentes contrarrestando a la diabetes y la obesidad? Del otro lado, la medida del alcalde cambia de muchas maneras las reglas del juego ya que recaudará $432 millones en cinco años y ahorrará $197 millones en gastos médicos. A la vez, la medida del alcalde evitará 36.000 casos de obesidad y 2.280 casos de diabetes al año y prevendrá 730 muertes en nueve años de acuerdo a la coalición Harvard University.

El argumento que la medida del alcalde es un impuesto regresivo y que el gravamen sobre los envases es necesario para contrarrestarlo ignora como las bebidas azucaradas han sido promovidas en detrimento de la comunidades minoritarias. La Dr. Marion Nestle, lo explica claramente en su libro "Soda Politics": el mercadeo de las bebidas azucaradas, especialmente hacia los niños, es sorprendentemente similar a como las compañías de tabaco traficaban los cigarrillos, antes y después de que fuese emitido el reporte del director general de Salud Pública Estadounidense que resaltó los vínculos entre el fumar y el cáncer en el 1964.

Cuando se habla de los impuestos sobre los cigarrillos, no se les tinta como regresivos porque reconocemos los males del tabaco. De igual manera, catalogando a la medida del alcalde como impuesto regresivo es tapar el cielo con la mano. Es irrefutable, las bebidas azucaradas hacen daño y los embotelladores de refrescos se están haciendo ricos a costillas nuestras. Finalmente, el argumento ignora que la gente pobre puede evitar pagar el impuesto sobre las bebidas azucaradas simplemente al no comprarlas.

La medida del alcalde retiene su posición como la opción mas factible y sana para mejorar la salud y el estado de vida en comunidades pobres de Filadelfia y eso ayuda a todos.