OP-ED: El fútbol se vivió en Filadelfia, pero no lo suficiente
Mientras escribo esto, la Copa América Centenario va a las semifinales. Cuatro equipos lucharán por una oportunidad para izar el trofeo de oro que marca los…
Mientras escribo esto, la Copa América Centenario va a las semifinales. Cuatro equipos lucharán por una oportunidad para izar el trofeo de oro que marca los 100 años del torneo y de la CONMEBOL, la Federación de Fútbol de América del Sur.
En el momento en el que se publica esta columna ya se conocerá una de las selecciones que estará en la final. Será el equipo mejor clasificado en el mundo, Argentina, o los anfitriones del torneo, Estados Unidos.
Para explicarle a los que no están familiarizados con esta copa centenaria, este torneo reunió a 16 equipos de América del Norte y del Sur. Cada uno de los 10 equipos nacionales de América del Sur y seis equipos de la confederación del norte, la CONCACAF. Nunca antes tantos equipos de América se han juntado para celebrar el “juego bonito”.
También fue la primera vez que un torneo de esta clase se celebró en Filadelfia. Obviamente no se puede olvidar el año pasado cuando Filadelfia y Chester vieron los juegos finales de la Copa Oro, la copa continental de la CONCACAF. Pero la ciudad nunca ha vivido el fútbol a este nivel.
Este año, las potencias sureñas Chile y Uruguay se presentaron en el Lincoln Financial Field, por no mencionar al equipo local, el USMNT. Y tampoco se puede olvidar Panamá, Paraguay y Venezuela, que también son equipos con historia y talento. Estrellas como Edinson Cavani, Alexis Sánchez, Clint Dempsey y Salomón Rondón dieron a Filadelfia un espectáculo de fútbol que nunca se va volver a experimentar.
Es por eso que estoy un poco decepcionado con la afluencia de público a los partidos en nuestra ciudad. Se puede culpar a muchas cosas diferentes. Ciertamente, los precios de los boletos tenían mucho que ver con la cifra de asistentes, pero teniendo en cuenta el número de aficionados al fútbol que hay en Filadelfia, se esperaba ver algunos números más altos. Dejando a un lado el juego de EE.UU. vs Paraguay (que tuvo 51.041 espectadores), ninguno de los otros dos partidos fueron capaces de llegar ni a la mitad de la capacidad del Linc.
Esto no es algo que solo ocurrió en Filadelfia. Muchos otros partidos contaron con una baja participación. Pero, hay que decir que los números no eran tan desastrosos como muchos habían predicho. El torneo reunió a unos 44.000 espectadores por partido, mucho más que la Copa celebrada en Chile.
Creo que lo que estoy tratando de decir es que me hubiera gustado que se hubiera hecho más por atraer al aficionado causal de Filadelfia a estos partidos.
Aunque a los organizadores les gustaría pensar lo contrario, el fútbol sigue siendo en gran medida un deporte ocasional aquí en Estados Unidos. Sin duda, el fútbol si ha aumentado su popularidad. Nadie puede negar eso. Pero todavía no goza de la misma popularidad que en el resto del mundo. Con el fin de construir esa popularidad, se necesita demostrarle a los aficionados causales por qué se debe vivir el fútbol más allá de los mundiales.
La Copa Centenario fue una gran oportunidad para hacer eso. Hablando solo de los partidos que se jugaron en Filadelfia, el ambiente fue eléctrico, incluso para aquellos partidos que solo contaron con algo más de 23.000 asistentes.
Las “barras bravas” de todos los equipos sudamericanos celebraron grandes fiestas en los estacionamientos del Linc. ‘tailgates’ como nunca se han visto antes. Música, deliciosa comida y un fervor por sus equipos y el deporte.
Uruguayos con sus parrillas con enormes trozos de carne, los chilenos bailando cumbia y gritos que se escuchaban desde Broad Street, hasta los venezolanos y los panameños se vieron presentes a pesar de que estaban en minoría durante sus juegos.
Solo caminar por los exteriores del estadio antes del partido habría sido suficiente para mostrarle al aficionado estadounidense lo increíble que es este deporte.
Es importante mencionar que en el partido del 11 de junio (EE.UU. vs Paraguay) yo vi una de las barras más intensas que había visto.
Tal vez algún día todos los partidos tengan ese mismo nivel de intensidad. Se puede soñar.
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