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Con tanto en juego, es importante que estos profesionales reflexionen sobre su poder y sus prejuicios potenciales, ya que llevan a cabo una tarea que literalmente pone las vidas de los estudiantes en sus manos.
Con tanto en juego, es importante que estos profesionales reflexionen sobre su poder y sus prejuicios potenciales, ya que llevan a cabo una tarea que literalmente pone las vidas de los estudiantes en sus manos.

[OP-ED]: Cuidado con los prejuicios de los consejeros universitarios

Los prejuicios raciales de algunos consejeros de escuelas de secundaria pueden tener un impacto en el futuro de los estudiantes de las minorías. 

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Todos abrigamos pequeñas heridas en la vida, que nunca desaparecen por más que el tiempo pase.

Una de las mías es que no participé en la ceremonia de graduación de mi escuela secundaria.

En lugar de desfilar hacia el escenario de mi escuela preparatoria -una prestigiosa escuela donde soñaba poder estudiar desde primer grado- escuchando de fondo los vítores de mi familia y amigos, me tocó estar sentada con la banda. Lloré mientras tocábamos “Pomp and Circumstance” para mis compañeros de clase, a punto de iniciar sus brillantes futuros.

No fue por malas notas ni problemas de disciplina; era una buena estudiante. Fue simplemente una metedura de pata de la administración.

Hubo una confusión de horarios y acabé tomando la segunda parte de la asignatura de Química sin haber completado la primera. Así que en junio, mientras todos mis amigos empezaban el divertido verano que precede a la universidad, a mi me tocó sentarme en una sofocante clase para obtener ese medio crédito que se había perdido entre la confusión.

Ahora bien, ¿es posible que mi consejero pensara que yo no era lo suficientemente buena para ir a la universidad y no prestara atención a mis créditos? Es muy probable que sí.

Futuro en juego

En el último año de la preparatoria, mi madre hizo todo el trabajo y averiguaciones necesarias para que yo ingresara a la universidad -fue quién me ayudó a escribir las solicitudes, enviar los certificados de asignaturas aprobadas y hacer básicamente todo lo que se supone que debe hacer un consejero-guía para facilitar el acceso a la universidad-, pero mi consejero real ni siquiera mencionó esos temas conmigo. Parece bastante factible pensar, pues, que por ser una persona sin familiares que hubieran asistido a la universidad, no fuera una prioridad en la oficina de orientación de mi escuela.

Aunque estoy muy orgullosa de la educación que recibí en una universidad estatal -y realmente contenta de haber acabado allí, ya que es donde conocí a mi esposo -uno se pregunta dónde me habría llevado la vida si me hubieran tratado como a los estudiantes de la mayoría blanca, de quienes se esperaba no sólo que se graduasen a tiempo, sino que asistieran a universidades de primera, por lo que se les incentivaba a solicitar su ingreso en ellas.

Cuento esta historia no porque me sienta victimizada, sino para ilustrar cuán enorme puede ser el impacto que tienen los consejeros guías en la secundaria en la elección de la universidad y en la trayectoria futura de los estudiantes.

Con tanto en juego, es importante que estos profesionales reflexionen sobre su poder y sus prejuicios potenciales, ya que llevan a cabo una tarea que literalmente pone las vidas de los estudiantes en sus manos.

Eso es exactamente lo que ocurrió, a principios de este mes, en la conferencia nacional de la National Association for College Admission Counseling, cuando el principal ponente, Shaun R. Harper, expresó a los consejeros de secundaria y funcionarios de admisiones en las universidades, en su mayoría blancos, que su raza tiene el potencial de afectar a su trabajo.

Cuestión de esfuerzo

Según una reseña en la publicación Inside Higher Ed, Harper, el director del Race and Equity Center de la Universidad de Southern California, vilipendió a los consejeros por una cantidad de pecados profesionales que pueden cambiar las vidas de los estudiantes. Entre ellos, que los consejeros no invierten la misma cantidad de tiempo y energía que usan con los estudiantes blancos para ayudar a estudiantes de color a solicitar el ingreso universitario; alentar a los estudiantes minoritarios a solicitar el ingreso en universidades menos selectivas e incluso disuadir a estudiantes de color de intentar ingresar en universidades de élite, diciéndoles que no son suficientemente inteligentes.

La conversación prosiguió con un panel de discusión sobre la raza titulado: “Counseling While White” (Orientar siendo blanco). Una participante, April Crabtree, vice-rectora asistente de admisiones de la Universidad de San Francisco, señaló que casi el 80 por ciento de los profesores son blancos, así como un número aún mayor de administradores. (Una encuesta de 2012 del College Board halló que el 78 por ciento de los consejeros de secundaria son blancos.) Crabtree dijo al público: “Si uno es ciego a la blancura en su vida personal, no tendrá conciencia de esto en su vida profesional.”

En el mejor de los casos, estos puntos ciegos dejan en desventaja a los adultos que desempeñan un papel importante en la vida de los estudiantes de minorías que en sus familias son los primeros en asistir a la universidad. En el peor de los casos, impide que los consejeros, en lugar de muchachos con un futuro mediocre, vean potenciales alumnos brillantes.

Aunque no lo parezca, modificar esa falta de comprensión de las necesidades de los estudiantes minoritarios no requiere un esfuerzo extenuante -solo un esfuerzo.

Como mínimo, hay varias obras de ficción (entre ellas “Making Your Home Among Strangers”, de Jeannine Capo Crucet) y documentales (como “First Generation”) que pueden ayudar a comprender la situación de estos estudiantes más allá de con una breve cita trimestral.

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