[OP-ED]: Con Trump a punto de asumir el cargo, California se prepara para un enfrentamiento
California actuará independientemente. Más específicamente, los demócratas del Estado Dorado renegaron del gobierno federal. Como niños malcriados que se enojan cuando no obtienen lo que quieren, afirman que no obedecerán ninguna orden de Washington con la que no estén de acuerdo.
California actuará independientemente. Más específicamente, los demócratas del Estado Dorado renegaron del gobierno federal. Como niños malcriados que se enojan cuando no obtienen lo que quieren, afirman que no obedecerán ninguna orden de Washington con la que no estén de acuerdo.
Por ser miembro de la Generación X y haber estudiado Historia en la universidad, siempre quise vivir en la década del 60. Ahora estoy en ella. El Nuevo Oeste se convirtió en el Viejo Sur. Con un presidente nuevo que amenaza ponerse duro con la inmigración ilegal, los demócratas de California están bloqueando las puertas de la cárcel.
El día posterior a la elección, el líder del Senado de California, Kevin de León y el presidente de la Asamblea, Anthony Rendon, prometieron combatir a Donald Trump a cada paso.
“No permitiremos que una elección revierta generaciones de progreso”, expresaron en una declaración conjunta.
Sí, hay que tener cuidado con los aspectos desagradables de la democracia.
Otros legisladores anunciaron propuestas de ley que proveerían a inmigrantes ilegales de abogados financiados públicamente, se negarían a asistir al gobierno federal en la compilación de un registro de inmigrantes musulmanes y prohibirían que ciudades y condados contrataran a empresas privadas para detener a inmigrantes. ¿Qué les parece? Si los demócratas de la Costa Oeste querían actuar como presidentes, deberían haberse candidateado para ese cargo. Lo único que tenían que hacer era desafiar a Hillary Clinton para la nominación del partido, y soportar los sucios y solapados trucos que torpedearon a Bernie Sanders.
Aún así, existe un temor palpable en las comunidades de inmigrantes en California y en todo el país, de que el gobierno de Trump las ataque, divida, tome como blanco y convierta en chivos expiatorios--todo por motivos políticos.
Pero, ¿dónde ha estado esa gente? Esas comunidades fueron arrasadas en los últimos ocho años por el presidente Obama quien--a fin de complacer a los obreros que odian competir con los inmigrantes por puestos de trabajo--quebró su promesa de llevar a cabo la reforma migratoria, deportó casi a 3 millones de personas y rompió cientos de miles de familias. Después, Obama encerró indefinidamente a refugiados de América Central--en su mayor parte, mujeres y niños--en centros de detención sin acceso a asesoría legal.
Mientras este horror tenía lugar, la mayoría de los liberales dijo… nada.
Por lo menos uno de esos campos de refugiados estaba en California y recuerdo la ocasión en que un grupo de legisladores lo visitó. Una legisladora latina expresó a un reportero qué perturbador era ver eso. Pero como Obama era esencialmente el propietario de esas instalaciones, no la perturbaba lo suficiente como para condenar al líder de su partido públicamente.
Pero cuando Trump resultó electo presidente, todo cambió. Como estamos en la tierra de Hollywood, los demócratas se asignaron el papel de salvadores de los inmigrantes y actuaron como si les importaran esos individuos que nunca les preocuparon. California está lista para su primer plano. Quiere ser la no-Trump, anti-Trump, el contrapeso a todo lo que tenga visos de Trump.
Tomemos por ejemplo la promesa de Trump de “construir un “gran, hermoso muro” a lo largo de la frontera mexicano-americana--a pesar de que tendrá, según algunos de la derecha, un defecto de construcción, a saber una puerta para permitir la entrada legal de algunos de los que son deportados, así como también de algunos que cruzan por vez primera.
Los restriccionistas no creen que tenga sentido sacar a los inmigrantes ilegales para volverlos a traer con los papeles apropiados. Ésa no es la manera de alcanzar el objetivo principal: detener la latinización de los Estados Unidos.
El presidente electo también atenuó su visión de la misma barrera, reconociendo que no cubrirá todo el largo de la frontera (casi 2.000 millas) y que probablemente será un híbrido entre muro y cerca. En otras palabras, más vale que esos electores de Trump que cuentan con que el concreto y el alambre de púas vuelvan a Estados Unidos blanco de nuevo se preparen para el probable resultado: un “Muro Lite”.
Aún así, los demócratas de California no dejarán pasar la oportunidad de hacer sus propias declaraciones políticas -para los latinos, los reformistas de la inmigración, los liberales, los que odian a Trump- al decir “basta” en lo referente al muro.
Así pues, presentaron una propuesta de ley para impedir que el gobierno federal construya un muro a lo largo de la porción de la frontera mexicano-americana que es parte de California, sin la aprobación de los electores de California.
La idea es una locura -y un poco tardía. En esa porción de la frontera ya hay una triple cerca y otras barreras que fueron instaladas por presidentes demócratas -Obama y Bill Clinton- sin la objeción de los demócratas de California.
Gracias a la Cláusula de Supremacía de la Constitución, los estadounidenses saben cómo termina esta película. Cuando funcionarios estatales se enredan con el gobierno federal, tienden a perder. Para aquellos de nosotros que creemos en el federalismo, eso es positivo.
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