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Los medios han renunciado a su papel de árbitro y se han lanzado a jugar en la cancha, está claro—con el reciente aluvión de lo que la izquierda considera grandes primicias y la derecha desecha como “noticias falsas”—que el objetivo de este juego es destruir a Trump. EFE
Los medios han renunciado a su papel de árbitro y se han lanzado a jugar en la cancha, está claro—con el reciente aluvión de lo que la izquierda considera grandes primicias y la derecha desecha como “noticias falsas”—que el objetivo de este juego es…

[OP-ED]: Bienvenidos a la crisis de información

Hoy en día, cuando mis amigos me preguntan cómo me va, les doy una respuesta honesta: “Estoy luchando”.

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Saben, mi profesión me está volviendo loco. Tengo un trabajo que requiere que esté al tanto de la actualidad y que siga cada giro del ciclo de noticias diario. Cambiar de CNN a Fox News es como estar en distintos planetas. Entre los comunicados de prensa de la Casa Blanca, los comentaristas de la radio, Internet, las noticias de cable 24 horas al día y los medios sociales, siento que estoy parado al lado de una bomba de incendios que lanza información a chorros. 

Y, lamentablemente, en la época de Trump, gran parte de ella es información errónea. 

Decidí que no es saludable digerir demasiados medios. Te vuelve cínico y desconfiado. 

Un amigo de Facebook lo expresó bien cuando dijo: “Si pasas todo tu tiempo en la cloaca, pronto todo parece ser una rata.” 

Es cierto. Pero cuando cubres a políticos, no hay escasez de alimañas. 

Envidio a mis amigos que tienen trabajos regulares y pueden entrar y salir de historias noticiosas. Muchos de ellos solo ven noticias de entretenimiento con pseudo periodistas como Tucker Carlson, de Fox News, y Rachel Maddow de MSNBC. Mis amigos obtienen lo esencial de los hechos del día y después encajan lo que oyen en sus tendencias políticas. No tienen problema con eso. 

Recientemente, tuve una conversación con una profesora de Inglés en una pequeña universidad del sur de California. Pasa sus días leyendo libros, enseñando a los estudiantes, corrigiendo ensayos y hablando de literatura con sus colegas. Cuando nuestra conversación viró a la política—y específicamente al debate de la inmigración—ella afirmó incorrectamente que Barack Obama sólo deportó a inmigrantes ilegales que cometieron delitos. No era su área de competencia y traté de corregir su error. 

No funcionó. Quizás fuera ignorante, pero estaba feliz de serlo. Para ella, los asuntos están bien definidos. Su mundo tiene sentido. Están los malos y los buenos, posiciones correctas e incorrectas. 

Como escribo sobre política, especialmente con Trump en la Casa Blanca, no tengo el lujo de ver el mundo en blanco y negro. Todo lo que veo es gris. Los matices son la nueva normalidad. 

Ahora que los medios han renunciado a su papel de árbitro y se han lanzado a jugar en la cancha, está claro—con el reciente aluvión de lo que la izquierda considera grandes primicias y la derecha desecha como “noticias falsas”—que el objetivo de este juego es destruir a Trump. 

Lo cual es poético, puesto que los medios ayudaron a crearlo. ¿Recuerdan cuando Ted Cruz atacó a Trump por tener “valores de Nueva York”, durante las primarias republicanas y los medios de Nueva York aniquilaron a Cruz? 

Ahora parece que la mitad del país no puede aguantar a la otra mitad. Muchos conservadores piensan que a Trump le va de lo más bien y que los medios son injustos. Muchos liberales creen que Trump es totalmente inepto y que los medios lo están haciendo muy bien. 

Y, sin embargo, pienso que hay un tercer grupo de estadounidenses que piensa que tanto Trump como los medios se están portando horriblemente, que los ataques mutuos se volvieron menos racionales y más emocionales. Cuando un invitado recientemente cuestionó el artículo de un diario basado en versiones de individuos anónimos, la locutora de CNN, Kate Bolduan, lo amonestó con el dedo, le gritó y lo acusó de “atacar las fuentes”. 

A este grupo no le agrada Trump, pero encuentra que la cobertura de la Casa Blanca no se puede ver por lo poco atractiva que es. Cuanto más tiempo ven las noticias de cable, más confusos quedan. No saben qué creer, o en quién confiar. 

Por eso ya no están sintonizados. Ya no prestan atención a las noticias. 

“¡Harto! Llegó el punto en que no confío en ninguna noticia,” dice un amigo en Facebook. 

“Lo cambio a las noticias 10 minutos después de que hayan empezado. Los primeros 10 minutos están reservados para no-noticias partidarias,” dice otro. 

Una amiga liberal que se crió en Nueva York y no votó por Trump me dijo que ya no mira las noticias. No parecen honestas, dijo. Para ella, es puro ruido. 

Escuchamos que Estados Unidos enfrenta una “crisis constitucional” porque Trump despidió al director del FBI, James Comey. Fuimos advertidos de “una crisis de seguridad nacional” porque Trump presuntamente compartió inteligencia delicada con los rusos.

Pero a los medios se les escapa la historia principal. Debido a sus excesos, y su febril disputa con la Casa Blanca, parece haber un creciente número de estadounidenses a quienes ya no les interesa lo que ninguno de los dos bandos tiene que decir. 

Nuestro país sufre una crisis de información.

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