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Los conflictos  políticos y económicos acaparan los reflectores. El aspecto espiritual no aparece en el radar. Lo decía Juan Pablo II hace ya muchos años: "sin justicia no habrá paz". Si queremos paz y justicia es necesario aprender a ver el mundo con compasión.

Representantes de 40 países –hombres y mujeres– se reunieron en la India durante cinco días para hacer una reflexión profunda sobre cómo promover una transformación global en beneficio de la humanidad. Partiendo de la realidad espiritual de que todos somos interdependientes en nuestro mundo ¿cómo aplicar los principios femeninos para crear una nueva lista de prioridades que beneficien a la comunidad mundial? 

El libro sagrado de la India, el Devi Bhagavatum, dice que cuando el egoísmo, la avaricia y la ignorancia enseñorean al mundo, el Divino envía una fuerza femenina llamada Shakti para neutralizar el mal que ha provocado que la Tierra pierda su equilibrio. Esta fuerza hará que el mundo regrese a su eje, recupere la armonía, el equilibrio y el amor. El presente es un tiempo de guerras y de crisis: es urgente hacer un espacio para recibir en nosotros esa fuerza femenina.  

¿Qué hacer para que fluya la compasión y unicidad (ahimsa: no causar daño a otros) para lograr la experiencia de la presencia Divina en todos? Esas cualidades han sido consideradas femeninas: invitan a abrazar, a ser receptivos, inclusivos, unificados. Lo opuesto es la fuerza que divide, polariza, controla y mata. El deseo de progresar como comunidad humana requiere cambiar la brújula de la división por la de la unidad. El fortalecer la fuerza espiritual femenina en el mundo puede ayudar a lograrlo, pero ¿cómo?

Tomó varios años el escuchar con atención las voces en diferentes partes del mundo: líderes espirituales Católicas y Cristianas, Judías, Musulmanas, Budistas, Hinduistas, Sikhes y Jaines de las comunidades africanas, así como líderes de todo el mundo de la sociedad civil. Requirió mucho tiempo y paciencia reflexionar sobre el sufrimiento de las personas en zonas de conflicto, lo extenso y profundo de la crisis ambiental, la inequidad en las transacciones comerciales que afectan la economía de países en desventaja. Implicó aún más tiempo escuchar las propuestas para mejorar la economía de manera sustentable y compasiva hacia las personas y la Tierra y, después hablar largo y tendido sobre un nuevo paradigma para aliviar a un mundo enfermo donde sufren seres humanos y todas las formas de vida.  

¿Cómo integrar equipos de reflexión con personas de distintas culturas, razas y religiones en tiempos de guerra y de violencia? Primero se determinó en qué consiste esa fuerza femenina y cuáles son específicamente los principios femeninos. Fue interesante constatar que todos los participantes –hombres y mujeres– tenían un concepto de lo femenino muy similar a pesar de vivir en distintos continentes, diferentes culturas, razas y credos. El común denominador que surgió fue el hecho de que en todas partes del mundo, en aldeas, pueblos y ciudades, lo femenino es lo que mantiene unidas a las comunidades a pesar de que opera fuera de las estructuras económicas y de poder. Lo femenino es lo que sana, restablece y mantiene la unidad comunitaria cuando ésta se desgarra.

Durante cinco días la Cumbre dedicó horas de oración, meditación y alabanza compartiendo las diferencias de expresión religiosa de las tradiciones respectivas. El respeto a las distintas religiones creó un espacio espiritual muy fuerte, base de un diálogo profundo que permitió un sentido de unicidad, una nueva conciencia menos separatista, menos violenta, más compasiva, más comprometida. Los círculos de estudio versaron sobre el conflicto entre naciones: el aspecto religioso ha sido durante siglos un ingrediente de animadversión entre las distintas religiones y ha llevado a los pueblos a la guerra. 

A medida que fueron pasando los días se logró el milagro: una joven israelita dio una conferencia sobre justicia social y, al escuchar sus palabras suaves y sabias, el sentimiento de odio y rechazo de los varones se transformó en respeto. 

El trabajo de lo femenino recién inicia: es un largo proceso el encontrar caminos y formas para restablecer el planeta sin violencia. Los verdaderos principios femeninos deberán crecer si deseamos encontrar el equilibrio en nuestro mundo, cuando hombres y mujeres adquiramos el valor y la confianza para incorporar esos principios en nuestra vida diaria. Los cambios se inician en el pensamiento y en el corazón.