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México: Muchos corazones

Los pesimistas son presa del temor ante la enorme dificultad que representa el tratar de abrirse paso en un medio de cerrada competencia.  Piensan que el libre…

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Los seres humanos nacemos en una habitación espaciosa cuyas paredes
están formadas por miles de puertas de posibilidades.  Para los mexicanos todas esas puertas se abrieron de golpe
al mundo exterior con los Tratados de Libre Comercio, y la habitación aún en el
2011 se tambalea al llenarse de luces extrañas y de sonidos confusos.  Esperanzados, nos aventuramos a
trascender el umbral de algunas de ellas, pero al darnos cuenta de nuestro
error hemos retrocedido.  Otras
puertas las hemos cerrado a propósito, por miedo.  Algunas más, por indolencia o por ignorancia.

Sin embargo, juventudes más instruidas, forjadas en condiciones y
disciplinas de estudio superiores a las de las generaciones pasadas advierten
nuestro extraordinario potencial en recursos naturales y la gran creatividad de
nuestro pueblo.  Corazones nuevos y
vigorosos han decidido bombear una sangre más rica en pureza y energía al país:
actitudes reflexivas, científicas, intuitivas, comprometidas con la nación,
infunden una nueva mística de superación y progreso, una confianza ilimitada en
el futuro.  Asumen la
responsabilidad de un país y unas circunstancias heredadas, fabricadas por
otros, con sus aciertos y sus errores.

Los que conservamos orgullo de patria a pesar de los acontecimientos
que sacuden la misma entraña del país, nos hemos dado a la tarea de
reflexionar: ¿Cuáles puertas debemos abrir al exterior? ¿Cuales debemos cerrar?
¿Por qué las condiciones de vida en México se agravan en lugar de mejorar? Es
necesario diferenciar los aspectos de nuestra cultura que son imprescindibles y
debemos conservar, de aquellos patrones obsoletos que perjudican nuestro
bienestar y desarrollo.

Los economistas afirman que México es un país de contrastes: un puñado
de multimillonarios y un número aún no determinado de millones de pobres.  El desarrollo de un pueblo es
incompatible con la desigualdad ofensiva, con la pobreza que cierra las puertas
de la oportunidad y de la esperanza a la gran mayoría, mientras abre las
puertas a la corrupción, al narcotráfico, y al enriquecimiento ilegítimo de
unos cuantos.

Hablar de cambio es hablar del anhelo más profundo de todo mexicano.
Urge cerrar las puertas de actitudes nocivas, malos hábitos, vicios, ideologías
reductivas, y abrir nuevas puertas para reorganizar más profunda e
inteligentemente la educación, los centros de trabajo, las costumbres, las creencias.
Y la vigilancia ciudadana.

No se trata de violencia, agresividad, plantones, pancartas. El
nacimiento de una nueva cultura se da con la progresiva ampliación de la
consciencia de un pueblo cuyo objetivo es crear las condiciones para asegurar
la justicia social. Se requiere en el sistema de pensamiento una revolución
pacífica, tenaz, comprometida, esperanzada, que germine en los hogares, las
aulas, las organizaciones, las instituciones.

México se enfrenta a la posibilidad de un salto hacia delante: la
creación de una sociedad extraordinariamente nueva. La más profunda conmoción
social y reestructuración creativa, eficiente y justa puede acabar con la
crisis que ha disgregado familias, zarandeado nuestra economía, convulsionado
los procesos políticos, desgarrado nuestros valores nacionales.

La sociedad naciente escribirá un nuevo código de conducta que
beneficie a todos, una nueva forma de relacionarse, una manera única de ser y
de estar en el mundo.  Desafiará a
la sociedad corrupta.  Será capaz
de derribar burocracias y obtener un gobierno más sencillo, menos solemne, más
eficaz, más humano.

México puede tener el gobierno más democrático y justo que ninguno de
la historia si decide invertir más en educación y fuentes de trabajo.  Si opta por la justicia social como
base de gobierno, México puede ofrecer su propia perspectiva de orden social
ante el mundo.  Nuestro futuro
dependerá de la energía y dedicación que el pueblo esté dispuesto a invertir
para crear una sociedad nueva, y del compromiso del gobierno con este proyecto
de nación.

Tenemos un destino qué crear. Muchos corazones, mentes y voluntades ya
han iniciado el proceso de reconstrucción.