Más respeto, señores
Estamos en medio del Mes de la Herencia Hispana y como alguien me diga una vez más que este es el año de los hispanos, me temo que no podré resistir la…
Estamos en medio del Mes de la Herencia Hispana y como alguien me diga una vez más que este es el año de los hispanos, me temo que no podré resistir la tentación de mandarlo al…., bueno, de mandarlo bien lejos.
Vamos señores, basta ya, no somos tan tontos. Nos han estado durmiendo con ese cuento 26 años, desde que en 1988 el presidente Ronald Reagan extendió a 30 días lo que originalmente había sido una semana de celebraciones establecida por Lyndon Johnson en 1968.
Cuando se trata del susodicho mes —que se extiende desde el 15 de septiembre hasta el 15 de octubre— eso de “celebraciones” es, para decirlo de alguna manera, bastante relativo. La verdad es que los hispanos no tienen mucho que celebrar y quien les diga otra cosa o les está tomando el pelo o quiere venderles algo.
De ahí las innumerables (por poco digo insoportables) campañas de anuncios —o más bien cantos de sirena— tanto políticos como comerciales dirigidas en esta época a que los hispanos, la minoría más grande del país, nos creamos respetados, poderosos, casi casi la última coca-cola en el desierto.
En este Mes de la Herencia Hispana –seamos justos-- nadie merece más el título de campeón de los tomadores de pelo que el presidente Obama, una nueva distinción que se suma al premio Nobel de la Paz y a la bien ganada de deportador en jefe.
Obama, a quien, no nos olvidemos, lo elegimos nosotros, mereció el nuevo título cuando renegó de su “firme” promesa de implementar acciones ejecutivas para aliviar la situación migratoria de millones de indocumentados a fines del verano. Ahora promete —esta vez sí es en serio, dice—actuar después de las elecciones de noviembre. ¿Mi recomendación? Siéntense a esperar…
Pocas cosas han dejado tan en claro la falta de poder y de respeto de que padecemos —olvídense de los cantos de sirena— como la patética aquiescencia del Caucus Hispano del Congreso, compuesto por demócratas, a la nueva fecha impuesta por Obama. En un intento de limpiarse un poco ante los votantes —y quizás ante ellos mismos— estos líderes elaboraron uno de esos documentos llenos de por cuantos y por tantos en el que corajudamente le exigen a Obama que lleve a cabo sus acciones ejecutivas --escuchen esto—antes de que termine el año. ¿Será una broma?
Mientras tanto las deportaciones continúan y más de 60,000 inmigrantes podrían ser expulsados de aquí a noviembre.
Sin duda Pablo Alvarado, director ejecutivo de la Red Nacional de Jornaleros (NDLON), tiene razón cuando dice: “Es hora de decir la verdad acerca de esos que ponen sus intereses partidistas por encima del bienestar de los que los llevaron a posiciones de liderazgo”.
Por otro lado están los vendedores: empresarios, comerciantes, mercaderes y mercachifles, todos buscando con entusiasmo cómo sacarle mayores lascas, en este mes de nuestra herencia, al suculento pastel de 1.2 billones de dólares (trillions en inglés) en que se calcula el poder de compra de la población de 54 millones de latinos en EE.UU.
Después de todo vender lo más que se pueda —útil o inútil, bueno o malo, beneficioso o dañino— al precio más elevado posible es la esencia del capitalismo. Y si bien el Mes de la Herencia Hispana se suponía que sirviera para celebrar “las historias, culturas y contribuciones de los ciudadanos americanos cuyos antepasados vinieron de España, México, el Caribe, América Central y Sudamérica”, por estos días no es mucho más que otra oportunidad de aumentar las ventas y llenarse el bolsillo.
Y claro, como se sabe, todos los hispanos somos mexicanos, por lo que de pronto proliferan burritos, tacos y fajitas, y hasta la rubia muñeca Barbie, ahora de pelo negro, se viste con un “native costume”, abraza un perrito chihuahua y, ¡zaz!, se vuelve mexicana. Más respeto, señores.
Por eso es que si en este Mes de la Herencia Hispana alguien más me dice que este es el año de los hispanos, puede estar seguro de que lo voy a mandar muy lejos.
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