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Más fuerte que la droga

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¿Cómo interrumpir el círculo de pobreza, ignorancia, criminalidad y prostitución repetido hasta en cinco generaciones consecutivas? La Dra. Mimi Silbert ejercía la profesión de psicóloga en una prisión de San Francisco. Convencida de que el castigo no rehabilita, con la ayuda de John Maher, expresidiario, en 1971 diseñó un sistema totalmente diferente: duplicó el modelo de ayuda mutua del barrio de inmigrantes en Boston, la calle Delancey, donde ella creció. Los inmigrantes, como una gran familia, siempre se ayudaban para la supervivencia. Era como tomarse de las manos mientras subíamos la montaña: o subíamos juntos, o juntos tendríamos qué caer."

La experiencia de la Fundación Delancey Street en San Francisco es realmente enriquecedora: con problemas de delincuencia gravísimos, ha rehabilitado a más 18.000 hombres y mujeres expresidiarios, ha educado a 10.000 analfabetas y hoy 3.000 familias viven en casas remodeladas por ellos mismos. La fundación ha convertido cada tragedia personal en triunfo. Y comenzó con cuatro.

Mimi, como la llaman todos con cariño, y John, establecieron las reglas del juego: El Centro sería para expresidiarios, manejado por expresidiarios. Los residentes en etapa de rehabilitación bajo el mismo techo, trabajarían para sostener el Centro sin ayuda del exterior o del gobierno. Requisitos: aprender por lo menos tres oficios para ganarse la vida, y obtener el certificado de educación media. La rehabilitación sería integral: mente, cuerpo, espíritu. Educación intensiva, deportes, talleres de relaciones humanas y actividades tendientes a despertar los sentimientos más valiosos del corazón, la generosidad y la entrega. Un ambiente de solidaridad: unos ayudando a otros.

Robert Rocha desde niño vendía drogas, día y noche. Heroinómano, ladrón, acusado de 27 asaltos a mano armada. No recuerda a cuántos apuñaló cuando dormía en las calles. Peligroso de verdad. Llegó al Centro sin fe, consumido por el odio: no creía en nada ni en nadie. Le dieron ropa de ejecutivo, corte de pelo, una habitación impecable. Le asignaron un "padrino" responsable de él. Le gritó con furia: "Apártate de mí. ¡Vete! Ni mi madre me quiso jamás, ¿por qué me habrían de querer aquí?" Nació en medio de terrible violencia y aprendió a ser violento y desalmado.

Pasado el tiempo, el "padrino" de Rocha tuvo qué despedirse del Centro, y Robert se volvió histérico: "¡No te vayas!", le gritaba. Había aprendido a establecer relaciones significativas con otro ser humano: ya no estaría solo, conocía la amistad. Robert Rocha, en los seis años de residencia en el Centro dominó ocho oficios en el ramo de construcción y estudió de noche la carrera de Criminología en la Universidad de San Francisco. Hoy es uno de los mejores maestros en el área de rehabilitación de Delancey Street. "Nunca pensé que el ayudar a otros pudiera producirme más euforia que cuando me inyectaba heroína".

Aunque por ley se encierra a los criminales tras las rejas, la Dra. Mimi estaba segura de que a los criminales se les puede enseñar a ayudarse a sí mismos. Pueden aprender a ser responsables, generosos y felices ayudando a otros. Mimi no cree en castigar a los caídos, sino en enseñarlos a levantarse. En 41 años de servicio a la comunidad Delancey Street se ha multiplicado: New York, Carolina del Norte, Los Ángeles, Massachusetts, y Nuevo México. Diversos grupos internacionales han solicitado el modelo para extenderlo en otros países. 

Cada centro cuenta con apartamentos, aulas, salas de juntas, teatros, albercas, imprentas, manualidades, cadena de restaurantes, cadena de tiendas de descuento, mudanzas. Todo financiado y manejado por expresidiarios. Delancey Street comenzó con cuatro exdrogadictos. Ha sido un éxito para cada expresidiario que se ha atrevido a decir no al crimen. Es también un éxito empresarial: genera cerca de 10 millones de dólares de utilidades al año a través de la cuidadosa administración del trabajo en familia de todos los residentes. Delancey Street ya no es un sueño, es una realidad.