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Eso fue
un poco injusto, pero no del todo; y conforme pasó el tiempo, se volvió cada
vez más preciso. Para los años intermedios de la última década, yo solía
bromear diciendo que los estadounidenses se ganaban la vida vendiéndose casas
mutuamente, las cuales pagaban con dinero prestado de China.

La
manufactura, antes la mayor fortaleza de Estados Unidos, al parecer estaba en
una declinación terminal.

Pero,
eso pudiera estar cambiando. La manufactura es uno de los puntos brillantes de
una recuperación decepcionante en términos generales, y existen señales -
preliminares, pero, con todo, esperanzadoras - de que pudiera estar en marcha
un regreso sostenido.

Además,
hay algo más que usted debería saber: si los detractores conservadores de
esfuerzos por salvar la economía se hubieran salido con la suya, este regreso
no estaría ocurriendo.

La
historia hasta la fecha: en los años 90, los empleos en el sector de
manufactura eran más o menos constantes. Sin embargo, después del 2000,
entraron a un marcado descenso. La recesión de 2001 golpeó con fuerza a la
industria, al tiempo que la expansión alimentada por la burbuja de los años
intermedios de la década - expansión marcada por un enorme aumento en el
déficit de comercio - dejó atrás a la manufactura. Para diciembre de 2007,
había 3.5 millones menos de trabajadores en el sector de manufactura de los que
había en 2000; millones de empleos adicionales desaparecieron en el bache que
le siguió.

Solamente
un puñado de estos empleos han vuelto, hasta ahora. Pero, como dije, existen
indicaciones de un giro de 180 grados. De manera crucial, todo parece indicar
que el déficit de comercio en manufactura está bajando. En este punto, equivale
solo a la mitad, aproximadamente, como porcentaje del PIB cuando se compara con
la cúspide de la burbuja de la vivienda, y ya vienen en camino más mejorías. El
Boston Consulting Group, que ahora predice un "renacimiento de la manufactura"
estadounidense, destaca a importantes empresas de EU como Caterpillar que, en
otra época, mudaron la producción al extranjero pero ahora están regresando. Al
mismo tiempo, empresas de otros países, particularmente firmas europeas, están
mudando su producción a Estados Unidos.

Además,
se ha evitado un potencial desastre: la industria automovilística de Estados
Unidos, que fue descartada por algunos apenas hace dos años, ha atemperado la
tormenta. En particular, General Motors ha registrado ahora cinco trimestres
lucrativos de manera consecutiva.

El
corazón industrial de Estados Unidos actualmente encabeza la recuperación
económica. En agosto de 2009, Michigan registró una tasa de desempleo de 14.1%,
la mayor en el país. Hoy día, esa tasa ha bajado a 10.3%, aún por encima del
promedio nacional, pero, incluso así, constituye un enorme progreso.

No
quiero insinuar que todo es maravilloso con respecto a la manufactura de
Estados Unidos. Hasta ahora, los logros en empleos son modestos, y muchos
empleos nuevos en el sector manufacturero no ofrecen buenos salarios o
prestaciones. El resurgimiento de la manufactura no va a hacer que la reforma
de salud sea innecesaria o que se obvie la necesidad de una firme red de
seguridad social.

De
cualquier forma, es mejor tener esos empleos que ninguno. Lo cual me lleva a
esos detractores conservadores.

En
primer lugar, ¿qué está impulsando ese giro radical en nuestro comercio
manufacturero? La principal respuesta es que el dólar estadounidense ha caído
en contra de otras divisas, contribuyendo a darle una ventaja en costos a la
manufactura fundamentada en el dólar. Un dólar más débil, resulta, era
justamente lo que necesitaba la industria estadounidense.

Sin
embargo, la Reserva Federal está bajo intensa presión de la derecha política
para que vuelva más fuerte al dólar, no más débil. Unos cuantos meses atrás,
Paul Ryan, el presidente del Comité Presupuestario de la cámara baja, amonestó
a Ben Bernanke por no haber logrado apretar la política monetaria, declarando:
"No hay nada más insidioso que un país pueda hacerle a sus ciudadanos que
degradar su divisa". Si Bernanke hubiera cedido a ese tipo de presión, la
manufactura habría continuado su incesante descenso.

Y
también está la cuestión de la industria automovilística, que probablemente
habría implosionado si el Presidente Barack Obama no hubiera intervenido para
rescatar a General Motors y Chrysler. Esto porque esas empresas casi
seguramente habrían terminado en una liquidación, cerrando todas sus fábricas.
Además, esta liquidación habría socavado al resto la industria automovilística
de Estados Unidos, a medida que proveedores esenciales también cayeran. Cientos
de miles de empleos estaban en juego.

Sin
embargo, Obama fue denunciado ferozmente por emprender acciones. Un integrante
republicano del Congreso declaró que el rescate automovilístico formaba parte
del "combate al capitalismo" por parte de la Administración. Otro insistió en
que cuando el gobierno se involucra en una empresa, "es predecible el desastre
que subsigue". Resulta que, no tanto.

Así
que, aunque seguimos teniendo una economía profundamente agobiada, un fragmento
de buenas noticias es que los estadounidenses, una vez más, están empezando a
hacer realmente cosas. Y lo estamos haciendo, en parte, gracias al hecho que la
Reserva Federal y la administración Obama pasaron por alto consejos muy malos
de personas conservadoras; ideólogos que aun alegan, pese a toda la evidencia,
que saben algo sobre la creación de prosperidad.

© 2011
The New York Times News Service