Los latinos se vuelven ciudadanos para poder votar en contra de Trump
Donald Trump está teniendo un gran éxito donde muchos activistas latinos han fracasado: está impulsando a cientos de miles de hispanos a hacerse ciudadanos de…
Llámelo justicia poética. O llámelo el efecto Trump.
Como quiera que lo llame, la ironía es deliciosa. En un acontecimiento que debería ser de gran preocupación para el partido Republicano, Donald Trump está teniendo un gran éxito donde muchos activistas latinos han fracasado: está impulsando a cientos de miles de hispanos a hacerse ciudadanos de EE.UU. para poder votar en las elecciones presidenciales.
Y si hay algo tan cierto como que el sol sale todos los días, es que los nuevos ciudadanos no van a ayudar a Trump a llegar a la Casa Blanca.
“Ya es difícil para los inmigrantes, pero si este personaje gana la presidencia, las cosas van a ser mucho peores”, afirmó Jaime García, 35, un terapista físico oriundo de Ecuador que vive en Nueva York desde hace 15 años. “Uno tendría que ser estúpido para no votar en su contra”. Y contrario a lo que Trump se imagina, los votantes latinos no tienen nada de estúpidos.
Pese a que el negociante neoyorquino repite una y otra vez que los latinos van a votar por él, las encuestas demuestran todo lo contrario.
La mayoría de los expertos están de acuerdo en que nadie puede resultar elegido con menos del 33 por ciento del voto latino, por lo que una encuesta reciente del Washington Post y Univisión lanza un balde de agua helada sobre los republicanos. Según la misma, solo 16 por ciento de los votantes latinos tiene una buena opinión de Trump, mientras que 80 por ciento —repito, 80 por ciento— tiene una opinión desfavorable. Definitivamente los votantes latinos no son estúpidos.
Por eso es que, como reporta el New York Times, las solicitudes de naturalización aumentaron 11 por ciento en el año fiscal 2015 sobre las del año anterior, y 14 por ciento durante los seis meses que terminaron en enero. Pero aún hay más malas noticias para los republicanos: activistas estiman que las solicitudes podrían aproximarse al millón en 2016, alrededor de 200,000 más que el promedio de años recientes.
Por todo esto es comprensible, aunque cómico, que algunos republicanos como el congresista de la Florida Carlos Curbelo, crean que Trump podría ser un infiltrado del Partido Demócrata.
“Pienso que hay una pequeña posibilidad de que este señor sea un candidato fantasma”, afirmó el legislador republicano en una entrevista radial. “El Sr. Trump tiene una amistad cercana con Bill y Hillary Clinton. Ellos estuvieron en su última boda. Él ha contribuido a la Fundación Clinton y a las campañas de la Sra. Clinton para el Senado. Todo es muy sospechoso”.
Hasta Jeb Bush, uno de los blancos favoritos de los ataques personales de Trump, sospechaba que existía una pecaminosa alianza entre el multimillonario neoyorquino y la aspirante demócrata.
“Quizás Donald negoció un trato con su cuate Hillary Clinton. Seguir por este camino la pondrá en la Casa Blanca”, dijo Bush en un tweet en diciembre.
Pura paranoia, por supuesto. El hecho es que la conspiración es totalmente innecesaria. El racismo y la estupidez de Trump pudieran ser más que suficientes para enviar a otro demócrata a Washington.
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