Los inmigrantes enfrentan tiempos difíciles bajo la presidencia de Trump o Clinton
El eufemismo del año: Los inmigrantes no la van a pasar bien bajo la presidencia de Donald Trump. Para complicar las cosas aún más, nadie puede predecir cómo…
El eufemismo del año: Los inmigrantes no la van a pasar bien bajo la presidencia de Donald Trump. Para complicar las cosas aún más, nadie puede predecir cómo les iría bajo Hillary Clinton.
En pocas palabras, los inmigrantes enfrentan tiempos difíciles bajo la presidencia de cualquiera de los dos líderes (hasta el momento en que escribo esta columna) por la nominación presidencial de sus respectivos partidos.
Trump ha prometido, ya se sabe, perseguirlos, deportarlos, levantar un muro inexpugnable en la frontera. Su postura sobre una cuestión que impacta directamente la vida de millones de familias es tan extremista y ofensiva que hasta el papa sintió la necesidad de manifestar su disgusto durante su reciente visita a México.
“Una persona que piensa únicamente en construir muros, dondequiera que sea, y no en construir puentes, no es cristiano”, afirmó Francisco.
La xenofobia y el odio a los inmigrantes del candidato republicano se han convertido en el distintivo de su campaña.
Gracias a su retórica cargada de odio, ha habido una explosión en el número de latinos inscribiéndose para votar por primera vez. Irónicamente, el llamado “efecto Trump” pudiera ser el factor que derrote las ambiciones presidenciales de este insoportable personaje.
¿Y qué pasa con Hillary Clinton?
Aunque justo a tiempo para aspirar a la presidencia Clinton ha comenzado a entonar una melodía diferente, es imposible olvidar la frialdad de sus palabras sobre los niños centroamericanos que llegaron a la frontera en 2014.
"Tenemos que enviar un mensaje claro (de que) solo porque su niño logre cruzar la frontera, no quiere decir que ese niño se va a quedar”, le dijo entonces a Christiane Amanpour, de CNN.
No era que la exsecretaria de estado ignorara los peligros de que huían esos niños. En la misma entrevista Clinton admitió que la causa principal por la que los jóvenes refugiados emprendían semejante aventura era la violencia imperante en Honduras, El Salvador y Guatemala, los países de los que habían escapado.
No obstante, manifestó que permitirles permanecer en EE.UU, aunque “más seguro, no era la respuesta”.
Las consecuencias de esa política fueron –y aún son--trágicas. Una investigación del Guardian reveló que al menos 83 de los deportados fueron asesinados entre 2014 y 2015, poco después de que los devolvieran a sus países.
Recientemente la candidata Clinton ha adoptado la posición opuesta. En un nuevo anuncio de campaña promete ayudar a Karla Ortiz, una niña de 10 años preocupada por la posible deportación de sus padres.
"Voy a hacer todo lo posible para que no tengas que estar asustada y no tengas que preocuparte demasiado por tu mamá y tu papá”, le dijo Clinton a la niña que estaba sentada en su regazo. "Yo seré quien se preocupe, haré todo lo que pueda por ayudarte, OK?"
Inevitablemente, para mucha gente el comercial es solamente un ardid de campaña que no puede tomarse en serio.
De los otros aspirantes republicanos --Marco Rubio y Ted Cruz—no hay mucho que decir: los inmigrantes solo pueden esperar de ellos demagogia y represión. La preocupante realidad es que, a menos que Bernie Sanders sea el presidente, los trabajadores extranjeros y sus familias podrían tener que atravesar una senda muy oscura en el futuro previsible.
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