La reacción de Castro no es la rabieta de un anciano...
Primero lo primero: la carta de Fidel Castro criticando el discurso de Obama en La Habana no va a descarrilar, detener o desacelerar el proceso de…
Primero lo primero: la carta de Fidel Castro criticando el discurso de Obama en La Habana no va a descarrilar, detener o desacelerar el proceso de normalización de relaciones entre Cuba y EE.UU. Y eso es muy bueno.
Pero el líder histórico de la Revolución Cubana hubiera tenido que estar muerto para permanecer callado sobre la visita de Obama y en particular sobre sus palabras en el Gran Teatro Nacional Alicia Alonso. Y como sabemos, aunque son muchos los que han anunciado su muerte docenas de veces, el mayor de los Castro, a pesar de estar enfermo y frágil, continúa vivito y coleando.
Lo que Castro hizo con su artículo Hermano Obama, publicado el lunes en Granma , el periódico del Partido Comunista Cubano, fue saltar a la arena del debate público con un punto de vista que muchos preferirían ignorar.
El que en medio de tanta alabanza incuestionada a la visita de Obama y sus palabras, Fidel Castro, que aunque ya no es Presidente de Cuba retiene un alto grado de influencia, se haya atrevido a disputar el consejo del Presidente norteamericano de olvidar la historia, y expresado dudas sobre sus verdaderas intenciones, ha provocado una tormenta de críticas, muchas de ellas insultantes. Parece que la libertad de expresión es válida para todos menos para el anciano líder cubano.
“Obama pronunció un discurso en el que utiliza las palabras más almibaradas para expresar: 'Es hora ya de olvidarnos del pasado, dejemos el pasado, miremos el futuro, mirémoslo juntos, un futuro de esperanza”, escribe Castro. “Se supone que cada uno de nosotros corría el riesgo de un infarto al escuchar estas palabras del presidente de Estados Unidos. ¿Tras un bloqueo despiadado que ha durado ya casi 60 años”?¿Y los que han muerto en los ataques mercenarios a barcos y puertos cubanos, un avión repleto de pasajeros hecho estallar en pleno vuelo, invasiones mercenarias, múltiples actos de violencia y de fuerza”?
No, perdonar quizás sea posible y hasta deseable, pero olvidar no lo es.
Con respecto a las intenciones de Obama al dar el valiente paso de visitar Cuba, las señales son, cuando menos, confusas. No había pasado una semana de haberles dicho a los cubanos que EE.UU. “no les impondrá su sistema político o económico”, cuando Washington anunció un fondo de casi $800,000 para una nueva operación de cambio de régimen que involucra a jóvenes cubanos. La experiencia enseña que estos “programas de construcción de la democracia”, como los llama el Departamento de Estado, en realidad buscan derrocar gobiernos.
Obviamente, Washington tiene que decidir cuál realmente es su política.
La reacción de Fidel Castro al discurso de Obama no fue –como han dicho algunos – la rabieta de un anciano que presencia el desmantelamiento de la labor de toda su vida, sino una contribución muy real al entendimiento de los riesgos de basar una nueva relación entre EE.UU. y Cuba en olvidar medio siglo de hostilidad o hacerse de la vista gorda acerca de las contradicciones entre las palabras de Obama y las acciones de Washington.
Lo quieran o lo odien, en medio de tanta alabanza incuestionada, las palabras del líder histórico de la Revolución Cubana merecen escucharse.
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