La Política del Miedo
Cuando un partido prefiere “un malo conocido” que “un bueno por conocer”.
“En la política, lo que empieza con el miedo suele terminar con el fracaso”, dijo alguna vez decía el poeta, filósofo y teólogo inglés Samuel Taylor Coleridge, fundador del Movimiento Romántico en Inglaterra, y conocido por su introducción de la filosofía idealista alemana al idioma inglés.
A pesar de haber comenzado como radical político a favor de la Revolución Francesa, Coleridge fue siempre un crítico del sistema político, argumentando siempre la preeminencia de la “idea” detrás de una institución.
Esté usted a favor o en contra de la importancia de la filosofía política, la frase célebre de la diplomática sigue siendo vigente, hoy más que nunca.
En Estados Unidos, lo que ha determinado la orientación de la maquinaria demócrata ha sido precisamente eso: el miedo. Miedo a no lograr vencer a Trump, miedo a perder lo poco conseguido en las elecciones de mitad de período, miedo a ver al país irse por una tangente que ha sido construida por todos.
Una carrera que comenzó siendo la más diversa en la historia del país, con candidatos de color, de origen inmigrante, con mujeres, emprendedores y hasta multimillonarios, parecía que la promesa de una democracia inclusiva era posible. Sin embargo, nuevamente, el miedo pudo más.
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La posibilidad de que una propuesta progresista como la de Bernie Sanders, Elizabeth Warren o Julián Castro se hiciera realidad parece no caber en el imaginario del establishment demócrata, y el susurro detrás de bastidores se hizo atronador cuando, de la nada, candidatos como Kamala Harris y Beto O’Rourke se pusieron detrás del ex vicepresidente Joe Biden, todo con tal de evitar que el país atravesara un “verdadero cambio estructural”.
Nuestra portada de esta semana está dedicada, en gran manera, a la senadora de Massachusetts Elizabeth Warren, no en modo apologético o reivindicativo de una melancolía vacía, sino a modo de tímida reflexión de “lo que pudo haber sido”.
Mientras los miedos puedan más que las voluntades, voces como la de los Latinos, la de las mujeres y la de los inmigrantes en el país, seguirán dándose por sentadas.
Finalmente, parece que Estados Unidos sigue prefiriendo malo conocido, que bueno por conocer.
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