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La capacitación pedagógica está en pésimo estado

Al final de “The Special Education Charade”, un reciente artículo en The Atlantic sobre las causas por las que tener un hijo “especial” en las escuelas…

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Al final de “The Special Education Charade”, un reciente artículo en The Atlantic sobre las causas por las que tener un hijo “especial” en las escuelas públicas es un “infierno, o su equivalente”, los lectores pueden leer una oración pertinente: “el pésimo estado de la capacitación pedagógica”.

Ése fue uno de los diversos factores señalados en la emotiva—y acertada, doy fe como antigua maestra de educación especial—diatriba de 2000 palabras de Tracy Thompson, donde describe cómo educar niños discapacitados en las clases generales se convirtió en un laberinto de dolor y tonterías. Pero es un factor que vale la pena iluminar.

No sólo porque la tendencia en educación especial en las escuelas es cada vez más eliminar las clases separadas de educación especial, que se concentran en necesidades específicas como problemas de aprendizaje o trastornos de conducta o emocionales, a cambio de colocar a estudiantes que a veces tienen discapacidades profundas en las clases generales.

Llaman a eso colocar a un estudiante en “el entorno menos restrictivo” para que él o ella pueda aprender en compañía de estudiantes que aproximadamente son de la misma edad, independientemente de si tienen la misma capacidad para poder llevar a cabo las tareas que se espera de ellos, con o sin asistencia.

A causa de esa práctica podemos encontrar casos en que un alumno del octavo grado, que lee a un nivel de primer grado, es colocado en una clase general de historia o un alumno del último año de la escuela secundaria, que no puede computar problemas de matemáticas simples, pero que es colocado en una clase general de biología. A veces, pero no siempre, se les proporciona a esos estudiantes un asistente “uno-a-uno” para facilitar su aprendizaje.

Más a menudo, esos estudiantes simplemente se presentan en la clase de maestros generales, que no cuentan con capacitación especial en la instrucción de niños con discapacidades cognitivas, de conducta o emocionales. Los maestros, en general, pero no siempre, conocen la historia del estudiante y tendrán, como mucho, unos fragmentos de un documento legal muy largo llamado “Programa de Educación Individualizada” (IEP, por sus siglas en inglés) que explica las adaptaciones que debe proporcionar el maestro para ese estudiante.

Entre esos métodos de asistencia generalmente encontramos cosas como “asiento de preferencia”, “permiso para salir del aula por necesidad”, notas proporcionadas al estudiante antes de la clase, oportunidad para tomarse más tiempo en pruebas y exámenes o para que se los lean.

Muchos de esos profesores de la escuela media y secundaria tienen más de 100 alumnos diarios repartidos en las múltiples clases. En algunos casos, seis o siete estudiantes con IEPs acaban en un período de clase.

Dejando de lado si esto es o no una buena política—es decir, si los estudiantes de educación especial y los que no lo son en una clase determinada obtienen el mayor beneficio de su experiencia educativa—hay que considerar la carga extra para los profesores que, para empezar, no están tan bien equipados como uno esperaría para impartir instrucción a alumnos con ese tipo de dificultades.

Según el 2015 State Teacher Policy Yearbook, del Consejo Nacional de Calidad Pedagógica, sólo 26 estados requieren que todos los profesores de enseñanza media pasen una prueba en cada materia que enseñan. Y sólo cinco estados—Indiana, Minnesota, Missouri, South Dakota y Tennessee—requieren que los maestros de escuela secundaria demuestren sus conocimientos en las asignaturas que van a impartir.

Y además los maestros que sí cuentan con destreza en educación especial tampoco están muy rigurosamente preparados.

Según el consejo, “Con sólo unas pocas excepciones, las políticas de licenciatura estatal para los maestros de educación especial son abismales. Veintiún estados aún permiten que los maestros de educación especial obtengan una licencia genérica de educación especial para enseñar a cualquier alumno de educación especial en cualquier grado, de Jardín de Infantes a 12º. ... Sólo 14 estados requieren que los candidatos para educación especial primaria demuestren conocimientos de contenido, en un examen de contenido de la materia—similar a lo que se esperaría de cualquier otro maestro de escuela elemental. Sólo Missouri, Nueva York y Wisconsin requieren que los maestros de educación especial de nivel secundario pasen una prueba en todas las materias para enseñar las cuales están licenciados.”

No hay soluciones rápidas y fáciles para todos los factores que llevan a que las escuelas públicas sean deficientes en la educación de nuestros niños—independientemente de si los estudiantes individuales necesitan ayuda especial. Pero el lugar donde comenzar a remediar parte del problema debería ser los estándares tan bajos para capacitar a los profesores que están a cargo de las aulas de la nación.

La capacitación pedagógica es pésima y, lamentablemente, no es un asunto que atraiga titulares, y que motive a padres y otros defensores de los intereses de los niños a exigir un cambio.

Pero, ¿no debería serlo?

La dirección electrónica de Esther Cepeda es estherjcepeda@washpost.com. Síganla en Twitter,@estherjcepeda.