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Por Diego Fernández (autor original) / vendida con "copyright compartido" a la Agencia de Fotografía AP México (autor secundario) [Public domain], via Wikimedia Commons

Guerra sin fronteras

El narcotráfico no conoce fronteras: desestabiliza no sólo a los países en vías de desarrollo sino a las más grandes potencias del mundo.

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El narcotráfico no conoce fronteras: desestabiliza no sólo a los países en vías de desarrollo sino a las más  grandes potencias del mundo. La drogadicción extiende sus tentáculos y amenaza asfixiar a individuos y gobiernos.

Los expertos aseguran que la guerra contra las drogas no terminará nunca porque mientras haya consumidores, siempre habrá oferta: es un negocio “noble”. El problema de los estupefacientes es de proporciones gigantescas. La droga, a pesar de innumerables leyes, se produce, se consume, y se distribuye en todas las formas posibles, tanto en el vientre de bebés sacrificados para ese propósito, como en pequeños ladrillos que llegan a puerto arrastrados por las olas del mar.

Lo que rifa en la actualidad es el placer, la diversión, el juego, la frivolidad.  No hay lugar para las metas ni las responsabilidades. Se promueve el elixir del momento. Se estila vivir como desarraigado flotando en el presente sin lazos de continuidad: el momento fugaz. Las dificultades y los problemas de la vida diaria no se resuelven, se evitan, o se escapa de contrariedades y obstáculos con la fuga al paraíso de las drogas. Las drogas han creado un reino de lo instintivo y pasional: el eclipse de la razón y la hora de los ‘feelings’. ¿Quiénes promueven este estilo de vida?

El enorme conflicto de las drogas estremece a miles de millones de hogares en el mundo. Desgarra el alma ver el dolor de los padres cuyo hijo o hija es adicto a las drogas. Los padres se cuestionan qué hicieron mal en la crianza del hijo. Se culpan por haberle fallado en alguna forma y no saben cuál. El hijo, más allá de la razón, en el mundo alucinante y cruel de los estupefacientes, no alcanza a ver las consecuencias nefastas de tan terrible hábito y se cuestiona por qué es tan incomprendido por sus padres.

Es un reto gigantesco eliminar la producción de drogas cuando aún los árboles de los bosques nacionales son mudos testigos de sembradíos de estupefacientes, y las cocheras de las casas más respetables de la ciudad son convertidas en laboratorios clandestinos para procesarlas.

Diferentes grupos en Estados Unidos se han organizado para combatir la drogadicción. Un grupo de médicos del comité especial de la Academia Nacional de Ciencias exigió al gobierno estadounidense apoyo para desarrollar medicamentos antidrogas. Sin embargo, otros grupos se oponen a que el gobierno norteamericano destine fondos para la investigación de substancias que combatan la adicción. Preguntan: ¿Por qué no combatir la drogadicción de raíz? Argumentan que en los hogares debe iniciarse la guerra contra las drogas. Sugieren programas para padres de familia y maestros para evitar que niños y adolescentes sean atrapados por la drogadicción.

Otro grupo propone interrumpir el suministro de drogas a través de la Fuerza Armada Norteamericana. Pero, ¿cuánto equipo y personal se requiere para patrullar 12.000 millas de costa, con más de 88.000 millas de plataforma submarina, 5.500 millas de frontera norte con Canadá, y casi 2.000 millas de frontera con México?

La guerra contra las drogas va a durar muchos años. No es como las guerras ‘normales’ en que se movilizan recursos, se lucha contra el enemigo de frente para lograr la victoria. La guerra contra las drogas será larga porque no contamos en nuestras sociedades actuales con suficientes valores y convicciones que son los recursos indispensables para ganarla. Esta es una guerra sin fronteras.

Pequeños grupos poderosos amasan cuantiosas e incalculables fortunas a costa de todos los habitantes del planeta. Para hacerles la guerra a los poderosos de la droga es necesario que todos los ciudadanos del mundo nos demos a la tarea de participar en el trabajo de desarrollar en los niños y jóvenes los valores que les permitan decir no a las drogas. En un momento en que la unidad familiar tradicional se resquebraja, y el fomento de los valores morales en el hogar y en la escuela se marchita, es urgente abrir las consciencias y llegar a los corazones y las mentes de las nuevas generaciones utilizando los poderosos recursos de cine, prensa, radio, internet, televisión. Amor, dedicación, paciencia, ternura: las agarraderas que los sostengan en momentos de peligro y de intensa crisis. Decir no a las drogas no es cuestión de leyes ni de fuerza, es de convicción personal.