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Filadelfia: Ni corrupta ni satisfecha, solo olvidadiza

Filadelfia: Ni corrupta ni satisfecha, solo olvidadiza

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Lanzar los mismos insultos, otra vez, después de 100 años, es un ejercicio demasiado fácil, digamos absurdo. Si el mítico Lincoln Steffens resucitara hoy y viera cómo está la ciudad, inmediatamente lanzaría las manos sobre su cara ante semejante horror, y volvería a gritar aquellas terribles palabras una vez más. 

*Lea versión en inglés / Read English Version: Philadelphia is NOT "Corrupt & Contented"-- Just "Oblivious"

Es sustancialmente equívoco repetir sus palabras, tan fáciles, tan simples, tan cómodas para definir nuestra ciudad.

No somos "corruptos" ni estamos "satisfechos". ¿O sí?

(Por cierto, ¿qué tiene de malo estar "satisfecho"? ¿No era eso lo que deseaba Thomas Jefferson en la primavera de 1776, mientras los Padres Fundadores estaban delineando nuestra República y escribió "la búsqueda de la felicidad"?).

Tal vez también sea un error decir que Filadelfia es "corrupta" o "corrompida", porque su condición de "satisfecha" no puede ser necesariamente el resultado de la primera premisa. En otras palabras, puede ser, satisfacción genuina, legítima, punto. 

Pero eso no significa que la corrupción no esté presente, y que seamos "químicamente puros" de pensamiento y acción, como nuestros Padres Fundadores en su momento de levitación. 

Como por ejemplo el general George Washington, nuestro primer presidente, quien vio los peligros del poder absoluto tan cercanos, tan cerca de sí mismo, que luego de haber ganado la guerra y de haber sido presidente por segunda ocasión renunció al poder.

Los hombres tienen sus propias razones para sus acciones, y adivinarlas puede ser un error, o peor aun, condenarlas basados apariencias o en una de las aristas del poliedro que cada uno de nosotros representa. 

Gritar "corrupta y satisfecha" es ingrato y despectivo, comparable con uno de los errores humanos más comunes. Condenamos la tierra, el mismo suelo en el que nos paramos, el único que tenemos; lo hacemos tan ingratamente. 

Un escritor hizo ese error recientemente en la prensa de esta ciudad, y no lo repetiremos aquí, no solo por la ingratitud que implica, sino por la deshonestidad que dicho predicamento podría fomentar.

"Aquel que no haya pecado entre nosotros, criaturas caídas y necesitadas de redención, que lance la primera piedra", podría decirnos un exaltado y enérgico orador mirando hacía nosotros, hacía abajo, desde su imponente púlpito en algún lugar en el norte de Filadelfia. 

"¡No más!". ¿Acaso suficiente no es suficiente?

Esta es otra forma de pensar, y no es menos crítica o devastadora que el periodismo de investigación de Lincoln Steffens al estilo de la "Inquisición Española":

Filadelfia es, simplemente, y más que nada, "olvidadiza".

Antes de haberse convertido en "corrupta y satisfecha", o en cualquier otra cosa, en el pleno ejercicio de otra debilidad humana, nos hemos vuelto, simple e inocentemente, olvidadizos.

Por favor permítanme ofrecer una simple evidencia "recién salida de la imprenta", sobre un acontecimiento que se llevó a cabo la semana pasada en nuestra ciudad.

¿A caso hemos olvidado que esta tierra sigue siendo una tierra vacía de acuerdo con los estándares de los cuáqueros del siglo XVI, incluso bajo los estándares de los Padres Fundadores de la Nación?

O de acuerdo a los estándares promedio de tantos hombres y mujeres desconocidos que han poblado este territorio durante los 235 años que han pasado desde la Declaración de Independencia de Jefferson.

Aquí en el Valle del Río Delaware, en donde William Penn tocó tierra y comenzó su "Experimento Sagrado", y en donde miles de seres humanos valientes y honorables han trabajado, construyendo sobre el legado de Penn, y –cuando ha sido necesario– luchado por lo que es justo.

En otras palabras, "el furioso llamado de la conciencia", puede salir a flote en cualquier momento. No se equivoquen.

Detrás de esa apariencia "corrupta" y "satisfecha", todavía se pueden apreciar sus huesos de acero. Atrévanse a escarbar, bajo su propio riesgo.

Somos, entonces, olvidadizos, antes de ser corruptos e incluso satisfechos. Olvidadizos por ejemplo de nuestra historia, tan llena de datos y de abundantes razones para sentir el orgullo que esta ciudad necesita urgentemente.

Veamos una de estas razones, completamente olvidadas, y de la cual nos hemos vuelto absurdamente indiferentes: El padre Félix Varela y Morales, residente de Filadelfia en el año 1824 –hace casi 200 años–, abandonó este territorio tan valioso que hoy, llamado a crecer por la competencia global, haría que a los vendedores se les hiciera la boca agua.

Pero estamos adormecidos, supongo como resultado de que hemos sido olvidadizos por tanto tiempo.

El pasado jueves tuvimos un evento local de proyección nacional, que se perdió por completo la prensa local, la cual fue invitada cordialmente –y en repetidas ocasiones– por la persona encargada de las Relaciones Públicas de AL DÍA, así como por la maquinaría de Relaciones Públicas de la Universidad de Temple. 

Salvo el canal 6 de ABC, Philadelphia Neighborhoods, y "TUTV" de la Universidad de Temple, los medios principales en su totalidad se perdieron este evento. 

El anuncio la semana pasada de que Filadelfia será una vez más ;a anfitriona de los "Premios Félix Varela a la Excelencia en Periodismo Estadounidense en Asuntos Latinos y Multiculturales", con $40.000 en premios para periodistas del país –incluyendo a los de la adormecida Filadelfia–, pasó desapercibido por todos en la ciudad, incluso entre los mismos periodistas.

Incluso los periodistas profesionales que aun conservan su trabajo en este campo tan difícil, se perdieron el anuncio público que se llevó a cabo en el Departamento de Comunicaciones de la Universidad de Temple, precedido por el presidente de dicho departamento, Andrew Mendelson, su decano Tom Jacobson y por mí mismo:

El periodismo, en este incierto ocaso del siglo XXI, no está muerto. Por el contrario, está "vivito y coleando". Este es el caso en Filadelfia, en particular, donde el "Espíritu de Filadelfia" puede tornarse turbulento, una vez que "recuerda" y finalmente "despierta".

Nos toca a nosotros, los iluminados respecto al valor de este recuerdo del pasado –tan lleno de valor para nuestro futuro– llegar a otros de manera agresiva, y también más gentil, pero siempre de manera persistente, para llamar la atención de nuestros escritores y editores locales a esta simple historia.  

Es la simple historia de un hombre que vivió antes que todos nosotros, y que era mejor escritor y una persona mucho más considerada que la mayoría de nosotros. Tal vez tan ocupado investigando que no tuvo tiempo de pulir más su habilidad tan básica de escribir. 

Su nombre, una vez más, es padre FÉLIX VARELA Y MORALES, tal como será escrito este año en una placa metálica de la Comisión Histórica y de Museos de Pensilvania, frente al número 70 sur de la calle 3, donde este primer y principal residente de nuestra ciudad escribió, predicó y publicó en español por primera vez en Estados Unidos en la primavera de 1824.