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Falta liderazgo en inmigración

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Cuando el presidente Obama dijo a los afroamericanos que "dejaran de quejarse", brindó a mi amigo, Tavis Smiley, aún más material del que quejarse.

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Cuando el presidente Obama dijo a los afroamericanos que "dejaran de quejarse", brindó a mi amigo, Tavis Smiley, aún más material del que quejarse.

Este comentarista de la televisión pública se ha convertido en uno de los críticos más ruidosos en la comunidad afroamericana, afirmando que el presidente no ha hecho lo suficiente para sus leales partidarios.

Tavis hace bien en criticar. Pero estuvo mal cuando sugirió que los afroamericanos son los únicos a los que se está diciendo que cierren el pico.

En su programa, Tavis preguntó a un invitado: "¿Diría alguna vez (Obama) a nuestros hermanos hispanos [hablando de] la inmigración y sus inquietudes: 'Dejen de rezongar, dejen de llorar, dejen de quejarse'?"

La respuesta es un definitivo: "Sí".

Cuando Obama les habla a los latinos –lo que generalmente ocurre en las fiestas étnicas como aquella que, un año, denominó erróneamente "Cinco de Cuatro", o cuando necesita arreglar las relaciones con los latinos, de los cuales sólo el 48 por ciento aprueba el trabajo que está haciendo— su tono sobre la inmigración es a menudo poco respetuoso, también agrega una pizca de condescendencia—y una lección de instrucción cívica para los que han estado en este país durante seis o siete... generaciones.

El presidente, conocido por su calma, recientemente perdió los estribos cuando se sentó a conversar con un grupo de periodistas de Yahoo, MSN Latino y AOL Latino/Huffington Post Latino Voices, quienes le comunicaron preguntas formuladas por sus lectores y espectadores, interesados en qué pensaba hacer Obama con todo, desde el desempleo hasta los carteles de narcotraficantes mexicanos.

Aún así, según Politico, las preguntas sobre la inmigración fueron las que sacaron a Obama de quicio. Quizás eso se debió a que su política migratoria es muy impredecible, oscilando espasmódicamente entre mostrar a un grupo de estadounidenses que él puede ser duro y a otro que puede ser comprensivo. Es también irónico que una persona que obtuvo el voto de más de dos tercios de los latinos, los haya encolerizado al deportar a más de 1 millón de personas —enviando a la mayoría de los deportados de vuelta a América Latina.

La deportación no es un tema sobre el cual le guste hablar a Obama en público. Tiene otra gente para hacerlo, principalmente, la secretaria de Seguridad del Territorio, Janet Napolitano, cuya tarea es asegurarse de que el gobierno obtenga el apoyo de los restriccionistas de la inmigración, alardeando del número récord de  deportaciones.

Lo que a Obama sí le gusta hacer es afirmar que, aunque tiene el puesto electo más poderoso del mundo, no tiene poder para detener las deportaciones —de, por ejemplo, los estudiantes que podrían haber estado habilitados para adquirir categoría legal bajo la Ley DREAM, si dicha ley no hubiera sido saboteada por cinco demócratas del Senado, a fines de diciembre.

Obama también afirma que no tiene poder para re priorizar las leyes de cumplimiento de la inmigración mediante una orden ejecutiva, de manera que los funcionarios de inmigración caigan sobre delincuentes y narcotraficantes violentos, y no sobre amas de casa y jardineros.

Otra vez con lo mismo. Me sorprende que el presidente esté aún presentando este débil argumento. Dos ex consejeros generales del que solía llamarse Servicio de Inmigración y Naturalización, 22 senadores demócratas y ex altos funcionarios de la Casa Banca, a quienes se ha vuelto a invitar a la Oficina Oval para hablar de la política migratoria, expresan que Obama tiene el poder necesario para detener las deportaciones. Sólo le falta el valor para hacer uso de ese poder, lo que podría costarle políticamente.

Lo que es realmente ofensivo, sin embargo, es que, cuando Obama no se está escondiendo bajo su escritorio cuando se habla de la inmigración, le gusta hacer de maestro. Se muestra paternalista con el público latino, recordándole que "vivimos en una democracia".

Lo hizo nuevamente durante la mesa aredonda.

"Esta idea de que de alguna manera puedo simplemente cambiar las leyes unilateralmente no es cierta", expresó Obama a los periodistas. "La cuestión es que hay leyes en los libros que debo hacer cumplir. Y  es muy perjudicial para la causa de aprobar la Ley DREAM y la reforma migratoria integral, perpetuar esta noción de que, de alguna manera, yo solo, puedo hacer estas cosas".

Como en la mayoría de la política migratoria de Obama, hay una contradicción. Obama expresa no tener poder como presidente, pero él y sus sustitutos también están tratando de asustar a los latinos para que piensen que, con un presidente republicano, las cosas serían peor.

¿Cómo es eso posible, considerando que la presidencia, cuando se trata de inmigración, de repente carece de todo poder? La dura verdad es que, bajo su actual ocupante, lo único que le falta a ese cargo es liderazgo.