Los beneficios de desempleo de 1,3 millones de personas expiraron en junio pasado. Estos trabajadores necesitan una extensión más de esta ayuda mientras siguen buscando empleo en un mercado laboral estremecido por la gran recesión.

La aprobación legislativa de esta extensión debería ser simple dada la magnitud de la crisis y el alto desempleo; pero no lo es. La minoría republicana en el Senado está aprovechando el deceso del senador Robert Byrd para detener por semanas la aprobación de esta medida, mediante una maniobra parlamentaria.

La acción es totalmente proselitista con los ojos puestos en los comicios legislativos de noviembre. La estrategia tiene el fin de bloquear la acción de la administración para impedirle cualquier triunfo, por más pequeño que sea. Los republicanos esperan que cada fracaso refleje una imagen impotente del gobierno y que los votantes responsabilicen de ello a la Casa Blanca, en vez de a la oposición.

Así, la bancada republicana también se muestra fiscalmente prudente, al exigir recortes presupuestales que compensen el gasto de la extensión del desempleo. Es irónico que ahora exista una gran preocupación por el déficit cuando nunca lo existió a la hora de reducir impuestos o financiar guerras durante la previa administración republicana.

A esta altura del partido es difícil dejar la politiquería de lado, pero al menos no se debería explotar y ahondar las dificultades de los estadounidenses para sacar rédito electoral.

Se espera que hoy, con la llegada de un nuevo senador demócrata que remplazará a Byrd, la bancada mayoritaria recupere las cifras suficiente como para cerrar el bloqueo parlamentario republicano.

Ojalá sea así. Los desempleados ya tienen bastante sobre los hombros con los fuertes cambios en la economía como para tener políticos que quieran aprovechar su sufrimiento para ganar elecciones.