¿Estamos apostándole al odio?
En muchos sentidos soy una persona que ve el vaso medio vacío. Si hay una situación con posibilidad de volverse difícil, estén seguros que lo primero que voy a…
En muchos sentidos soy una persona que ve el vaso medio vacío. Si hay una situación con posibilidad de volverse difícil, estén seguros que lo primero que voy a hacer es imaginármela aun peor.
Excepto cuando se trata de personas.
Miren, yo creo que la gente es fundamentalmente buena y que, sin importar nuestras diferencias y creencias radicalmente distintas, todos estamos buscando las mismas cosas: el amor, un sentido de comunidad, paz, felicidad.
De vez en cuando la vida conspira para derribarme este "vaso medio lleno" de fe en la humanidad.
He sido una defensora de los inmigrantes por mucho tiempo. Casi todos los escritos de mi blog y mis ficciones, y muchos de mis artículos periodísticos en los últimos años se han centrado en lo que otros han llamado (creo que con razón) la lucha por los derechos civiles de nuestro tiempo. Y, sí, he visto un montón de fealdad en lo que he reportado durante estos años de creciente sentimiento antilatino y retórica antiinmigrante.
Yo no necesito buscar más allá de la muerte a golpes de Luis Ramírez en 2008 y el posterior encubrimiento por la policía en Shenandoah, Pensilvania, para admitir que la intención humana es a veces siniestra y maléfica. Pero no sirve de nada negarlo, siempre me quedo anonadada cuando algo me lo comprueba.
A principios de este mes me encontré un ejemplo terrible relacionado con el caso Trayvon Martin. No hay duda de que el caso del joven afroamericano de 17 años de edad asesinado por George Zimmerman — un voluntario que vigilaba su barrio en Sanford, Florida — ha sacado a relucir lo peor en la gente, desde el veterano comentarista de noticias Geraldo Rivera hasta el director de cine Spike Lee, y sin embargo yo no estaba preparada.
Una estación de televisión de Orlando, WKMG, informó que la compañía Hiller Armamento, ubicada en Virginia, vendía blancos de papel con la imagen de una sudadera con capucha, una mira dibujada sobre el pecho, y una bolsa de Skittles y una botella de té helado "Arizona" bajo el brazo. Los símbolos icónicos de la muerte trágica de Trayvon.
Mi horror al darme cuenta de que alguien pensó producir algo tan grotesco fue superada sólo por el horror de saber que la compañía pensaba que estaba bien ofrecer los blancos a la venta y que la gente estaba, de hecho, comprándolos (a unos 17 dólares por cada paquete de 10, de acuerdo a informes).
Según un post en el Daily Kos, el fabricante de los blancos dijo que su intención era "ganarme un dinero de la controversia". O sea, apostándole al odio. Otro sitio web, el Grio, reporta que el fabricante afirmó que ya se habían vendido todos los blancos. O sea, se ganó la apuesta.
Quiero pensar que si quien haya comprado los blancos viera la cara de su hija o hijo bajo la capucha de la sudadera, él o ella se daría cuenta de lo que exactamente significa su compra. Quiero pensar lo mismo acerca del fabricante. Quiero pensar que no importa cuán siniestra y maléfica la intención de todo esto, existe la posibilidad de una epifanía. La comprensión que ningún niño merece pasar por la vida con una mira en el pecho.
Quiero pensar todo esto porque, como he dicho, cuando se trata de personas quiero ver el vaso medio lleno. Pero estoy sentada aquí, delante de la computadora con la imagen del blanco de Trayvon llenando la pantalla mientras escribo.
¿Quién utiliza la imagen de un niño muerto para prácticas de tiro?
Nosotros.
Porque mientras haya uno apostándole al odio, ninguno nos zafamos de la responsabilidad.
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