El derecho a pronunciarse
Más allá de la impresionante valentía personal de Malala, los residentes de Pensilvania podrían aprender mucho de ella sobre el tema de la defensa del derecho…
Ya estábamos enamorados de la pakistaní de 17 años ganadora del Premio Nobel de la Paz antes de que llegara a Filadelfia, pero ahora, estamos más enamorados.
El 21 de octubre, Malala Yousafzai aceptó la Medalla de la Libertad de 2014 en el Centro Nacional de la Constitución y le dijo al público conformado por aproximadamente 1,500 personas que “la libertad tiene un precio”.
La adolescente pagó ese precio cuando el Talibán en Pakistán del Norte le disparó por pronunciarse contra su prohibición sobre la educación para las niñas. Desde su recuperación, ha sido una defensora aún más abierta y directa.
Más allá de la impresionante valentía personal de Malala, los residentes de Pensilvania podrían aprender mucho de ella sobre el tema de la defensa del derecho a la libertad de expresión.
Aún el discurso que el gobierno actual detesta y siente que debería ser silenciado.
El día antes de que Malala recibiera su medalla, el gobernador Tom Corbett aprobó la ley “La Ley de Ayuda a la Re-victimización”, incitada por la grabación del discurso de graduación de Mumia Abu-Jamal, el convicto asesino de un policía, en Goddard College. La ley vagamente redactada detiene preventivamente a los presidarios y ex transgresores de la ley de participar en cualquier cosa que podría ocasionarle “angustia mental” a alguna persona victimizada por el crimen. Como el discurso de graduación pronunciado por Abu-Jamal, según lo expresado por la viuda del agente policial que fue condenado por asesinar.
Saquemos a Abu-Jamal de la ecuación. Ahora veamos realmente lo que la ley, en principio, permite. ¿Un segmento de la sociedad debería poder silenciar a quienes no cree que deberían estar hablando? Ahora, pregúntele a Malala.
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