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El camino descendente del ascenso en la escala social

Cuando se piensa en ello, estos resultados no deberían ser tan sorprendentes.  Los países europeos, quizás atormentados por su pasado como sociedades clasistas…

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Esta semana, una encuesta publicada en el suplemento ABC News del periódico Washington Post revela todo lo que hemos percibido: la mayoría de los estadounidenses están cada vez más preocupados por la creciente brecha entre ricos y pobres que existe en el país.  El asunto rápidamente se divide en líneas partidistas, como sucede muchas veces, por un lado, los liberales instan al gobierno para haga más para lograr reducir la brecha, y por otro lado, los conservadores se oponen a tales medidas.  (En general, una mayoría significativa favorece la acción del gobierno).

    Pero en un asunto aún más importante que la desigualdad de ingresos, parece haber un acuerdo bipartidista: la importancia de la movilidad en la escala social.  El gobernador republicano de Indiana, Mitch Daniels, señaló con precisión que "el ascenso en la escala social desde abajo es el quid de la promesa de Estados Unidos".

    Algunos creen que todavía lo estamos haciendo bien.  En su discurso a la Fundación Heritage, el republicano Paul Ryan, R-Wis.,  declaró que "La clase social no es una designación fija en este país.  Somos una sociedad que asciende en la escala social, con grandes movimientos entre los grupos de ingresos."  Ryan contrastó el movimiento en la escala social en Estados Unidos con el de Europa, donde "los estados de bienestar más pesados han sustituido a las aristocracias tradicionales, y las masas de desempleados a largo plazo están encerradas en la nueva clase baja".

    De hecho, una creciente evidencia muestra de manera concluyente que la movilidad en la escala social se ha estancado en este país.  Esta semana, en la portada de la revista Time se preguntó: ¿Es posible progresar en Estados Unidos?  Citando a una serie de estudios académicos se respondió de manera negativa; no se puede crecer de la misma forma en que se podía en el pasado y – más increíblemente – no se puede crecer tanto como en Europa.

    En el estudio comparativo más amplio, realizado el año pasado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, se consideró que "el ascenso en la escala social desde abajo" – según la definición de Daniels – fue significativamente menor en Estados Unidos que en la mayoría de los principales países europeos, incluyendo a Alemania, Suecia, los Países Bajos y Dinamarca. 

    Por otra parte, en un estudio realizado en el año 2010 por el Proyecto de Movilidad Económica se encontró que, en casi todos los aspectos, Estados Unidos tiene una estructura socioeconómica más rígida que la de Canadá.  En Estados Unidos, más de un cuarto de los hijos estadounidenses de  padres con altos ingresos permanecen, como adultos, en la décima parte más alta de los asalariados.  Sin embargo, en Canadá, el 18 por ciento de los hijos canadienses se encuentran en situación similar.  Los hijos estadounidenses cuyos padres se encuentran en la décima parte más baja de los asalariados, tienen más probabilidades de permanecer en esa décima parte de asalariados como adultos, que los hijos canadienses (22 por ciento contra 16 por ciento).  Y los hijos estadounidenses de padres que se encuentran en el tercio inferior de la distribución de ingresos tienen menos probabilidades de alcanzar la mitad más alta como adultos, que los hijos de padres canadienses de bajos ingresos. 

    Haciendo un estudio de la evidencia, Scott Winship, miembro de la Institución Brookings, concluye en el National Review de esta semana: "Lo que está claro es que al menos en algún sentido la movilidad estadounidense es excepcional. (…) Donde nos destacamos es en el limitado ascenso en la escala social desde abajo".

    Cuando se piensa en ello, estos resultados no deberían ser tan sorprendentes.  Los países europeos, quizás atormentados por su pasado como sociedades clasistas, han hecho importantes inversiones para crear igualdad de oportunidades para todos.  Por lo general tienen muy buena salud y programas de nutrición infantil, y tienen, por lejos, mejores sistemas públicos de educación que los estadounidenses.  Como resultado, los niños pobres compiten contra los ricos en igualdad de condiciones.

    Sin embargo, en Estados Unidos, si se nace en la pobreza, hay altas probabilidades de caer en la desnutrición, enfermedades infantiles y de recibir una mala educación.  El pequeño secreto sucio sobre el estado de bienestar de Estados Unidos es que se gasta muy poco en los pobres – que no votan mucho – derrochando  en su lugar la atención en la clase media.  El resultado es claro.  Un estudiante entrevistado por el grupo bipartidista Opportunity Nation, creado para abordar estas cuestiones, lo resumió de la siguiente manera: "El código postal del lugar donde se nace no debería determinar nuestro destino, pero con demasiada frecuencia lo hace".

    La lucha contra la desigualdad de ingresos es un desafío muy difícil.  Aumentar los impuestos a los ricos no contribuirá en gran medida para cambiar la tendencia básica, que es impulsada por la globalización, la tecnología y el aumento de las ganancias otorgadas por la educación.  (Volver a los niveles de distribución de ingresos de Estados Unidos en 1990, por ejemplo, significaría cientos de miles de millones de dólares de la redistribución de todos los años, lo cual es exponencialmente mayor a los aumentos de impuestos más altos que cualquiera está proponiendo).

    Pero sí sabemos cómo crear la movilidad social, porque solíamos hacerlo.  Y podemos aprender de esos países que lo hacen tan bien, sobre todo en el Norte de Europa y Canadá.  Los ingredientes son evidentes: una nutrición y atención de salud  infantil decentes,  una buena educación pública, una infraestructura de alta calidad – que incluya Internet de banda ancha – a fin de conectar todas las regiones y a todas las personas a las oportunidades de mercado, y una economía libre, flexible y competitiva.  Eso hará que Estados Unidos, y los estadounidenses, vuelvan a moverse.