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Economía: La europa que reluce

No todo en la Unión Europea está podrido. Algunos países se destacan por haber cimentado su modelo socioeconómico con bases más sólidas en la segunda parte de…

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 Suecia
es uno de esos casos. En el último trimestre, este reino escandinavo alcanzó
una tasa de crecimiento económico "asiática" —6,9 por ciento— en comparación
con el año pasado. Pese a que las reformas del gobernante bloque "burgués" —el
Partido Moderado, el Partido Centrista, El Partido Liberal Popular y el Partido
Demócrata Cristiano— son más graduales de lo que quisieran espíritus más
audaces, Suecia ha venido reduciendo de manera sostenida los excesos estatistas
de la era socialista que fue epónima en este país durante la mayor parte del
siglo 20. Es por eso que la coalición fue reelegida hace algunos meses.

            Antes y después de la crisis financiera de 2008, el gobierno mantuvo una
política fiscal prudente, reduciendo sustancialmente la deuda en tiempos de abundancia.
Incluso después del estallido de la burbuja inmobiliaria, cuando los
"estímulos" gubernamentales eran la moda universal, Suecia incurrió en un
déficit de apenas 1 por ciento del tamaño de la economía (el erario estará
pronto en negro nuevamente). En los últimos cuatro años, los impuestos,
especialmente aquellos que dificultaban la creación de empleo, descendieron
mientras que los subsidios que fomentan la holgazanería fueron reducidos, con excelentes
resultados. A su vez, los bancos privados han capeado la tormenta financiera
gracias al repunte de los países bálticos.

            En
cambio, el crecimiento económico en la turbulenta zona del euro será en
promedio de entre 0 y 1 por ciento este año, mientras que los mercados siguen
apostando, pese a los salvatajes financieros, a que Grecia e Irlanda
incumplirán el pago de su deuda soberana; a que Portugal será el próximo teatro
del drama financiero; y a que España, abrumada por déficits públicos y deuda
privada, es demasiado grande para entrar en quiebra y demasiado grande para ser
rescatada.

            Qué
irónico que el astro que brilla en este oscuro firmamento sea Suecia,
considerada durante mucho tiempo un paraíso socialista. Dejó de serlo hace
mucho tiempo, como ojos atentos han observado en años recientes. Este es un
país donde la educación y el cuidado de la salud sufrieron el tipo de reforma —con el aumento de la
competencia y una descentralización que devolvió el poder a los padres,
estudiantes y pacientes— que provoca aullidos en los parásitos del Estado de Bienestar de Estados
Unidos y varias naciones europeas. En 2009, el gobierno amplió las reformas:
los pacientes ahora son libres de elegir sus centros de atención y las empresas
privadas son libres de entrar en el sistema como proveedoras de servicios de salud
primarios.

            A
través de los años, Suecia fue mucho más locuaz publicitando sus empresas
multinacionales —la tecnología de
Ericsson, los muebles de Ikea, los automóviles de lujo de Volvo, los productos
de papel de SCA— que anunciando
su ruptura gradual con el mito socialista que alimentó la imaginación de
intelectuales y políticos.

            Los
suecos construyeron un modelo altamente intervencionista durante parte del
siglo 20 porque habían acumulado, desde el siglo 19, una cuantía extraordinaria
de capital debido a sus negocios innovadores. Su auge emprendedor estuvo en
parte enraizado en una historia de estructuras construidas desde la base social
—una tradición de
Estado de Derecho y un campesinado acostumbrado a la propiedad privada— que salvaron a Suecia
del legado feudal que en otras partes de Europa preservaron marcadas
distinciones de clase.

            La
posterior era socialista consumió parte del capital y socavó un montón de
energía productiva. Pero una vez que hizo crisis, el modelo fue reformado
intermitentemente durante el último par de décadas. El actual gobierno ha ido
más lejos.

            ¿Continuará
Suecia teniendo éxito en los próximos años a pesar de los rigores del contexto
europeo? Después de todo, hay 2 billones de dólares en concepto de deuda
soberana pendiente de pago en los denominados países periféricos de la UE y la mayor parte de
esos acreedores son bancos europeos. El primer ministro sueco, Fredrik
Reinfeldt, de apenas 45 años, está convencido de que algunos países, en
particular Gran Bretaña, donde se ha adoptado duros remedios de fondo, saldrán
airosos. Suecia, la mitad de cuya producción industrial está relacionada con la
ingeniería y cuya economía está orientada hacia el comercio mundial, debería
seguir desempeñando un papel destacado en la tecnología global.

            Sin
embargo, el gobierno sueco es también muy pesimista respecto de España. Y si
está acertado en su pronóstico, es difícil ver cómo el contexto general europeo
dejará intocada a Suecia. Dada su magnitud económica, una crisis española "a la
griega" o "a la irlandesa" probablemente ensombrecerá las posibilidades de
recuperación de la Unión Europea en los próximos años.

           

© 2010, The
Washington Post Writers Group