Donde China supera a Estados Unidos
Shangai.- He aquí hay un hecho acerca de China que ustedes quizá desconozcan: la población actual de Shangai tiene una expectativa de vida mayor que la de los…
En
Shangai, se espera que un niño viva 82 años. En Estados Unidos, la cifra no
llega a 79 años. (Para toda China, incluidas áreas rurales, la expectativa de
vida es menor, 73 años pero aumenta de manera constante.)
La
severa represión en China en últimas fechas correctamente capta titulares, pero
los datos del sector salud reflejan otro lado de una nación que difícilmente
podría ser más compleja y contradictoria.
Para
quienes recuerdan el Shangai de hace 25 años como una ciudad dilapidada en la
cual los agricultores solían recoger por las noches los excrementos de familias
que carecían de servicios sanitarios, es extraordinario que, entre residentes
permanentes de Shangai, la mortandad infantil sea de 2.9 muertes por cada 1,000
nacimientos. Eso está por debajo de la tasa de 5.3% en la Ciudad de Nueva York.
(Si incluimos a los jornaleros agrícolas que viven en Shangai, quizá una
comparación más justa, esta tasa sube a un poco más de la neoyorquina.)
Ese
niño de Shangai goza de una educación de clase mundial en una escuela pública:
el mejor sistema escolar de cualquiera en un sondeo reciente entre 65 naciones,
aunque también es cierto que las escuelas chinas tienen sus propios problemas,
como las trampas generalizadas y que se sofoca la creatividad.
Desde
1990, el país ha logrado una reducción de 54% de las tasas de mortandad
infantil, con base en estadísticas de UNICEF. En una escala china, eso
representa más de 360,000 vidas de niños salvadas cada año.
Eso es
lo que hace de China un lugar en verdad fascinante y contradictorio. Otros
países, desde Egipto hasta Corea del Norte, oprimen y empobrecen a sus pueblos.
Sin embargo, el Partido Comunista de China en la era reformista ha sido
políticamente opresivo – incluso peor en últimas fechas, con la represión más
severa en dos décadas _, al tiempo que enriquece enormemente a su pueblo.
El
Presidente Hu Jintao y otros altos funcionarios del Partido Comunista son
autócratas, sí, pero autócratas de una capacidad inusual. Las encuestas
demuestran que los ciudadanos chinos están bastante conformes con su suerte con
base en normas internacionales, aunque hay cierta duda con respecto a cuan
significativos son estos sondeos. Mi corazonada es que si el Partido Comunista
efectivamente celebrara elecciones libres, ganaría de manera contundente particularmente
en áreas rurales.
Alguna
vez me dijo un académico de Harvard que la mejor forma de ver China hoy día es
con ambivalencia, y eso me parece correcto. La represión que deploré en mi
columna anterior es real, y también el pasmoso nivel de corrupción oficial. Sin
embargo, el mismo gobierno que mete a la cárcel a pequeños números de
disidentes proporciona nuevas oportunidad a cientos de millones de personas.
¿Cuál
es el contrapeso entre el encarcelamiento de un brillante disidente ganador del
Premio Nobel de la Paz como Liu Xiaobo y salvar las vidas de cientos de miles
de bebés cada año mediante un cuidado de salud mejorado? No lo hay. Ambas
partes de China son inconmensurables. Son el yin y el yang de la China del
siglo XXI.
Estados
Unidos tiende a percibir a China a través de una lente maniquea: ya sea la
fuerza económica que supera la pobreza e invierte de manera brillante en
energía alternativa, o el Darth Vader que tortura a disidentes. De hecho, ambos
son igualmente reales. De la misma manera, China abusa de pactos de comercio,
pero también ha estado apreciando su divisa (mayormente a través de la
inflación) en mucha mayor medida de lo que le reconocen los estadounidenses.
Estamos
ante un periodo en el cual las tensiones sino-estadounidenses probablemente
aumenten, agravadas por la elección presidencial de EU y la transición de la
dirigencia China en 2012, así como por la represalia que fue el tema de mi
última columna.
Cuando
viví en China durante los años 80 y 90, siempre había un incómodo desequilibrio
entre mis amigos chinos y yo. Yo tenía automóvil, y ellos tenían bicicletas. Yo
pagaba las comidas que pasábamos juntos porque mi situación económica era mucho
mejor.
Ahora
hay un nuevo desequilibrio: Algunas de esas mismas personas viajan en limusinas
con chofer, en tanto yo me desplazo en taxis. Ellos me llevan a lujosos
restaurantes cuyos precios me producen jaquecas.
Un
amigo chino me llevó a una casa con cancha privada de baloncesto y una sala de
cine personal. Era un tributo a la pasmosa mejoría en el nivel de vida del
país. Sin embargo, también habla de crecientes brechas en los ingresos en
tiempos que, con base en cifras del gobierno, 320 millones de chinos en zonas
rurales ni siquiera tienen acceso a agua segura.
Lo que
es más, una parte del auge económico al parecer es atribuible a una burbuja,
particularmente en bienes raíces. Además, algunas de las grandes fortunas están
vinculadas a la corrupción de funcionarios gubernamentales. Un amigo, hijo de
un integrante del Politburó, me dijo alguna vez que una empresa china le estaba
pagando cientos de miles de dólares al año meramente por estar en su consejo
directivo. De esa forma, la empresa podía convencer a gobiernos locales de que
le vendiera tierra a precios reducidos.
¿Cómo
deberíamos entender a semejante país?
Contiene
multitudes. Además, que en esta época de crecientes tensiones entre China y
Estados Unidos, cualquier opinión simplista en blanco y negro bien pudiera ser correcta
pero igualmente incompleta y engañosa.
© 2011
The New York Times News Service
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