¿'Divorce Court' o debate demócrata?
Debe haber pocas cosas tan divertidas como el espectáculo de políticos que se quitan la careta de falsa urbanidad y buenos modales, y se lanzan al ataque con…
Debe haber pocas cosas tan divertidas como el espectáculo de políticos que se quitan la careta de falsa urbanidad y buenos modales, y se lanzan al ataque con toda la fuerza de sus antipatías y divisiones ideológicas a la vista del público.
Eso es lo que sucedió el jueves en el debate Demócrata, apenas cuatro días antes de la crucial primaria de Nueva York. Y eso es lo que lo hizo tan bueno. Con Hillary Clinton y Bernie Sanders vociferando de tal forma que más parecían estar en un episodio de 'Divorce Court' que en un debate político, los dos aspirantes a la presidencia se expresaron sin pelos en la lengua.
Lo más impresionante fue el hecho de que este debate tiene que haber disipado cualquier duda sobre la sinceridad de Sanders y sobre cuán diferente es de otros políticos. Solo hay que observar el duro intercambio sobre Israel que sostuvieron los dos candidatos. Este es un tópico prohibido que usualmente provoca un apoyo ciego al gobierno israelí. Pero en algo nunca antes visto en la ciudad de Nueva York, Sanders, con total honestidad, contestó afirmativamente cuando el moderador le preguntó si aún pensaba que la respuesta de Israel durante la guerra de Gaza en el 2014 había sido “desproporcionada”.
“Hay momentos en que uno tiene que decir que Netanyahu no tiene razón todo el tiempo”, le dijo a Clinton, una declaración que debe haberle sonado a pura herejía al establishment Demócrata. Clinton, por el contrario, se mantuvo cautelosamente dentro de la línea oficial.
“Me encanta estar en Brooklyn,” había dicho Clinton al principio del debate con una sonrisa tan falsa como un billete de tres pesos. De ahí en adelante, sus intentos repetidos de esconderse detrás de la popularidad creciente de Obama, me hizo querer recordarle que ella, y no el Presidente, es el candidato. Solo un ejemplo:
“Este ataque no es solo contra mí, es un ataque al Presidente Obama”, respondió Clinton cuando Sanders cuestionó el hecho de que su candidatura estaba apoyada por un súper PAC. Obama también tenía uno, afirmó Clinton, pero según ella, él nunca sirvió los intereses de sus adinerados donantes.
Sanders no estuvo de acuerdo.
"¿Tiene la Secretaria Clinton la experiencia y la inteligencia para ser presidente? Por supuesto. Pero lo que sí cuestiono es su juicio”, dijo Sanders recitando una lista de algunas de las peores acciones de Clinton tales como su voto a favor de la guerra de Irak, su apoyo a algunos tratados de libre comercio y el haber recibido $675,000 de Goldman Sachs como pago por sus discursos. Acto seguido Sanders preguntó: “¿Podemos confiar verdaderamente en un candidato que dice que va a traer cambios en América cuando depende de tal forma de los intereses de los grandes capitales? No lo creo”.
Como tampoco lo cree un gran número de votantes que, contra todos los pronósticos, han hecho posible que la improbable candidatura de este anciano socialista pueda enfrentarse con tanta fuerza a Clinton, la favorita de la maquinaria del partido.
Consistentemente, muchos en los medios y en círculos políticos pintan a Sanders como un soñador, como si eso fuera algo negativo. Pero se equivocan: cientos de miles de votantes quieren que Sanders continúe soñando grandes sueños de “una economía moral” y “un regreso a la justicia”, como el senador de Vermont dijera el viernes en el Vaticano a un grupo de simpatizantes.
Gane o pierda la nominación, Sanders ha elevado el tono del debate político y reavivado las expectativas de la gente. Y eso hay que agradecérselo.
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