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Bandera de México en el Zócalo. ProtoplasmaKid / WikimediaCommons , Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 International

Desandar los caminos

Dicen que los seres humanos nacemos en una habitación espaciosa cuyas paredes están formadas por miles de puertas de posibilidades. Para los mexicanos todas esas puertas se han abierto de golpe al mundo exterior, y nuestra habitación se tambalea al llenarse de luces extrañas y de ruidos confusos. Esperanzados, nos aventuramos a trascender el umbral de algunas de ellas pero, temerosos de cometer un error, hemos retrocedido. Otras puertas las hemos cerrado a propósito por miedo.  Algunas más, por indolencia.

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Dicen que los seres humanos nacemos en una habitación espaciosa cuyas paredes están formadas por miles de puertas de posibilidades. Para los mexicanos todas esas puertas se han abierto de golpe al mundo exterior, y nuestra habitación se tambalea al llenarse de luces extrañas y de ruidos confusos. Esperanzados, nos aventuramos a trascender el umbral de algunas de ellas pero, temerosos de cometer un error, hemos retrocedido. Otras puertas las hemos cerrado a propósito por miedo.  Algunas más, por indolencia.

Los pesimistas son presa del temor ante la enorme dificultad que representa el tratar de abrirse paso en un medio de cerrada competencia. Piensan que el libre comercio terminará por arrojar a la mayoría de nacionales donde casi no existen posibilidades de progreso: se acobardan ante la impresionante tecnología y preparación de nuestros competidores.

Sin embargo, juventudes más instruidas, forjadas en condiciones y disciplinas de estudio superiores a las de las generaciones pasadas, advierten nuestro extraordinario potencial en recursos naturales y la gran creatividad de nuestro país. Corazones nuevos y vigorosos han decidido bombear una sangre más rica en pureza y energía: actitudes reflexivas, intuitivas, comprometidas con la nación infunden una nueva mística de superación y progreso, una confianza ilimitada en el futuro. Asumen la responsabilidad de un país y unas circunstancias heredadas, fabricadas por otros.

Los que conservan orgullo de patria a pesar de los acontecimientos que han sacudido la misma entraña del país, se han dado a la tarea de reflexionar: ¿Cuáles puertas debemos abrir al exterior? ¿Cuáles debemos cerrar? Es necesario diferenciar los aspectos de nuestra cultura y autonomía que es imprescindible conservar, y aquellos patrones obsoletos que perjudican el desarrollo y bienestar nacional.

Es urgente encontrar una fórmula que permita el desarrollo de todos los mexicanos. Los economistas afirman que el 1 por ciento de la población tiene lo que el 99 por ciento necesita. El precio de la desigualdad ningún país la puede pagar porque la democracia y la ley se debilitan por la cada vez mayor concentración del poder en manos de los más privilegiados. El desarrollo de un país es incompatible con la desigualdad ofensiva, con la pobreza que cierra las puertas de la oportunidad y de la esperanza a la gran mayoría, porque ha abierto las puertas de la corrupción y enriquecimiento ilegítimo a unos cuantos.

Hablar de cambio es hablar del anhelo más profundo de la gran mayoría de mexicanos.  Existe una intrincada red de telarañas que nos impide abrirnos a la realidad. Urge cerrar las puertas de actitudes nocivas, malos hábitos, vicios, ideologías reductivas, y abrir nuevas puertas para reorganizar más profunda e inteligentemente la educación, los centros de trabajo, las costumbres, las creencias.

El nacimiento de una nueva cultura se da con la progresiva ampliación de la consciencia de un pueblo cuyo objetivo es crear las condiciones para asegurar la justicia social. Se requiere de una revolución pacífica, silenciosa, comprometida en el sistema de pensamiento que germine en los hogares, las aulas, organizaciones e instituciones.

México se enfrenta a la posibilidad de un salto hacia adelante: la creación de una sociedad extraordinariamente nueva. La sociedad naciente escribirá un nuevo código de conducta, una nueva forma de relacionarse, una manera única de ser y de estar en el mundo. Desafiará a la sociedad corrupta. Exigirá un gobierno más eficaz, democrático y justo. Un país con su propia y característica perspectiva ante el mundo, la familia, los valores. 

Nuestro futuro dependerá de la energía que estemos dispuestos a invertir para crear una sociedad nueva. La imaginación colectiva está a punto de dar a luz. Tenemos un destino que crear. En muchos corazones, mentes, y voluntades –jóvenes o no– ya se ha iniciado el proceso de reconstrucción.  México es la Patria.