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Delincuencia juvenil: Almas sedientas

El surgimiento de numerosas pandillas en barrios y colonias provoca el cuestionamiento de por qué los jóvenes se han tornado violentos al grado de cometer…

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Muchos preguntan: ¿Qué sucede
con los muchachos?  ¿A qué se debe
esta marcada inclinación de los jóvenes a unirse para cometer fechorías de todo
tipo?  Ya no digamos cubrir de
majaderías cercas y paredes, y convertir calles y avenidas en patios de
presidio, sino que su comportamiento grupal es francamente intimidatorio.
Chicos hostiles, agresivos, delincuentes, desalmados se reúnen en esquinas y
parques, en lotes vacíos, en casas abandonadas.  Chicos ociosos e indolentes; muchos con el cinismo tatuado
en el rostro, se dan cita para 'ponerse en onda' y planear mil barbaridades.

Es motivo de alarma el alto
índice de delincuencia juvenil grupal no sólo en las grandes metrópolis, sino
en las ciudades pequeñas. 
Alcoholismo, drogas, violencia que termina en homicidios, incendios,
violaciones tumultuarias. Nadie sabe qué está pasando con nuestros jóvenes. Tal
vez debiéramos preguntarnos: ¿Con qué hemos alimentado la mente y los
sentimientos de la gente joven durante las últimas décadas?  Hemos permitido vía satélite y a todo
color las escenas más brutales, las diversiones más sádicas.  Ahora nos escandaliza el que los chicos
pongan en práctica lo que ven.

El problema del pandillerismo se
da en todo el mundo: en países ricos y en subdesarrollados.  La ejecución de dos mensajeros de una
pizzería por adolescentes en el pequeño poblado de Franklin, New Jersey de sólo
5,000 habitantes causó gran consternación hace algunos años.  Reportajes del sangriento suceso fueron
publicados por los principales diarios y revistas estadounidenses. ¿Motivo del
crimen? Los chicos querían divertirse, estaban aburridos.  Querían saber qué es realmente matar a
alguien y ver qué se siente por dentro. Con premeditación ordenaron unas pizzas
y amparados por la oscuridad de la noche 'cazaron' a los repartidores. Pizzas
volaron por todas partes mientras los 
desdichados trataban de huir de sus ejecutores.

En una aldea remota de Sudáfrica
en una taberna al aire libre unos adolescentes ven un programa 'Solo para
Adultos' en la única televisión del lugar. Bajo los efectos del alcohol
terminan en la choza más cercana, amarran a la infortunada madre de uno de
ellos quien muere descuartizada por la violación tumultuaria de que es objeto,
el cuerpo mutilado en réplica exacta de las escenas de tortura y sexo del film.

¿Qué sucede con nuestras
sociedades modernas?  Las
sociedades tribales separaban de la familia a los jóvenes en casas especiales
porque conocían esa necesidad en la adolescencia de buscar la propia identidad,
apoyándose en grupo.  Vivían en
torno a guías espirituales quienes los conducían a través del tormentoso trance
de la adolescencia.  Así lograban
que sentimientos y hormonas no hicieran presa de ellos.

Los chicos necesitan modelos,
anhelan héroes que estimulen las fibras más sensibles de su ser.  Los jóvenes se encuentran
desesperanzados, perdidos, sin brújula en la selva del mundo de los adultos,
cada vez más siniestro.  La
necesidad de transgredir se incrementa en ellos cuando les es difícil
identificarse con la hipocresía de los adultos: cuando les decimos una cosa y
hacemos otra; cuando separamos la fe religiosa de nuestros actos cotidianos,
cuando son unas nuestras creencias y otros nuestros afanes. Reprobamos la
conducta de los jóvenes y, sin embargo, no reparamos en que los hemos
alimentado con el veneno del mundo, y sus almas están sedientas.