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Definitivamente libres de alcohol

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Las autoridades de salud de los países europeos se han unido para combatir la ingesta de la bebida excesiva. El Reino Unido, en particular, ha insistido en que la advertencia debe incrementarse: cada año nacen 6.000 bebés con Síndrome de Alcohol Fetal (FAS). El problema de la bebida excesiva se da en todos los países del mundo. Es inexplicable que las madres no estén aún informadas de lo que el FAS significa en la vida de sus hijos.

Las trágicas consecuencias del alcoholismo en mujeres embarazadas ya eran evidentes hace cientos de años. Los niños de la tribu Lakota nacían con 'delirium tremens'; fuertes convulsiones sacudían a los recién nacidos al cortar el cordón umbilical mientras la habitación se impregnaba de un putrefacto olor a vino. Los sobrevivientes jamás serían niños normales: cerebros sin capacidad de retención, sin sentido común, ataques, espina dorsal desviada, dentadura doble, ojos vacíos, quijada abierta. Habían estado sumergidos durante nueve meses en una placenta saturada de licor. 

La tribu Lakota conoció el alcohol, que llamaría 'agua mágica', a través de cazadores europeos. Los indígenas canjeaban pieles de visón por alcohol. El 'elixir milagroso' producía una efervescencia superior a la experimentada en la Hanbleceya, ritual religioso tradicional que producía alucinaciones después de muchas horas de danza continua bajo el sol. La Hanbleceya se iniciaba en la pubertad; el Lakota permanecía varios días en soledad en el bosque sin ningún utensilio, arma o provisión para alimentarse o protegerse de los elementos. Creía que en estado de consciencia profunda producida por el temor, el ayuno y la sed, le sería revelado el rol que debería desempeñar en la comunidad: la iluminación sobre el sentido de su propia vida. El agua mágica  parecía ofrecer una mayor euforia, una forma más eficaz de alterar la conciencia, y menos dolorosa.

La tribu adoptó la conducta escandalosa e irracional de los cazadores europeos.  El alcohol fue pervirtiendo a los indígenas: hombres, mujeres y niños. Mientras que la Hanbleceya había resuelto para ellos durante siglos la contradicción de la existencia humana, el alcohol aumentaba la confusión de la vida al romper la delicada red de deberes y costumbres ancestrales.  Cayeron por tierra las cuatro virtudes cardinales de los Lakota: generosidad, valentía, fortaleza e integridad moral. Fueron substituidas por el juego, el robo y la prostitución. Eran comunes los suicidios, asesinatos, violaciones. Se hizo frecuente la desintegración familiar, la  miseria, y la dependencia. El alcohol diezmaba a los indígenas en la misma proporción que la viruela: 19 morían de cada 20.

Años después, totalmente derrotados por el agua mágica, fueron recluidos en las llamadas reservaciones, que para su estilo de vida seminómada fue devastador.  El ocio y las enormes cantidades disponibles de licor sofocaron la vida cultural y espiritual de los Lakota.  Perdieron el sentido de dignidad y el espíritu de lucha.

Los hombres engendraban a sus hijos en estado de ebriedad. La leche de los biberones de los bebés era mezclada con alcohol "para que se durmieran". Las niñas jugaban a que "se emborrachaban los papás", reproduciendo escenas de violencia con las muñecas. Las mujeres se pasaban mejor las molestias del embarazo bebiendo. Habían olvidado el tradicional sagrado deber de la maternidad: cuidar con esmero la semilla de la vida, fecundada en el centro mismo del ser, milagro supremo de la Creación. Olvidaron también el Ritual de la Fecundidad:  "Yo recibo tus semillas en mí y velaré porque nada les falte para germinar. Cuidaré mi mente, mi cuerpo y mi espíritu, las envolveré con amor y esperanza. Tus semillas de amor seguirán germinando, generación tras generación.  Yo las recibo.  Sí."

El polvo ha cubierto esas páginas trágicas de la historia, pero las terribles consecuencias perduran en los infortunados descendientes de los Lakota.  Las estadísticas revelan que la tragedia del alcoholismo continúa: millones de hijos de alcohólicos nacen marcados por el FAS  (Síndrome de Alcoholismo Fetal). Pudiera justificar a los Lakota el hecho de que ignoraban la relación entre alcohol y deformación fetal, pero en la Era de la Informática no hay excusa que puedan ofrecer los padres para engendrar hijos en estado de ebriedad. No hay excusa para que una futura madre tome una o dos copas cuando conoce de antemano que cada gota de alcohol será almacenada en su cuerpo en la placenta y causará daños irreversibles a las células de su bebé en gestación.

Alcohol, drogas, tabaco: substancias teratógenas (del griego terrado y genes, "hacer monstruos"). Muchos padres y madres de hoy en todos los rincones del mundo olvidan cuidar con dedicación y esmero las semillas de vida.