De Alto Riesgo
Nadie quiere la basura radiactiva y, sin embargo, nuestros estilos de vida han provocado una proliferación impresionante de desechos tóxicos que no encuentran…
Nadie quiere la basura radiactiva y, sin embargo, nuestros estilos de vida han provocado una proliferación impresionante de desechos tóxicos que no encuentran sitio.
Es increíblemente costoso desechar la basura resultante del material radiactivo utilizado por corporaciones en la industria, la fuerza eléctrica y nuclear, la producción de equipo tecnológico y, por supuesto, la producción de armamento.
Computadoras, celulares y equipo técnico desechable de los particulares, tanto en el primer mundo como en el tercero, agravan el problema.
Muchos de los cementerios nucleares estadounidenses están saturados; otros nuevos no han podido funcionar porque aún no cumplen con las normas de seguridad.
Movimientos telúricos y mantos acuíferos cercanos los convierten en alto riesgo por la extrema movilidad de las sustancias radiactivas que escapan con facilidad de los confinamientos más sofisticados.
Cuando los albañiles encontraron un arsenal de armas químicas en el subsuelo de lo que hoy es el lujoso sector residencial de Spring Valley, en el noreste de Washington, se devaluaron de golpe los terrenos y casas en el Mercado de Bienes y Raíces.
Al cavar una zanja fueron descubiertos residuos de gases venenosos, morteros y proyectiles que por su extrema peligrosidad habían sido almacenados bajo tierra después de la Primera Guerra Mundial, durante la pavorosa "guerra química".
Los dueños de casas y terrenos del sector —en su mayoría políticos, diplomáticos y ex embajadores— sufrieron un acceso de pánico. Trataron a toda costa de obtener una declaración de las autoridades en la que "absolvieran de peligro" al exclusivo residencial para impedir que sus propiedades se fueran a pique pero, no obstante, fueron clasificadas bajo el rubro: PROPIEDADES DE ALTO RIESGO.
A medida que el planeta hace conciencia de los efectos de la contaminación ambiental, el desechar basura tóxica se torna cada vez más difícil: nadie desea vivir cerca de almacenes de combustibles, de materias tóxicas o radiactivas. Nadie quiere la basura, por lo que va a parar a los sectores menos privilegiados, a los barrios más vulnerables. Los medios de comunicación han dado amplia cobertura al problema de discriminación racial relacionada con la selección de sitios para tirar basura. Los manifestantes argumentan que el vivir cerca de instalaciones contaminantes pone en grave peligro la salud, y devalúa aún más sus propiedades
Al cavar para cimientos durante la construcción del Alamodome en San Antonio, Texas, descubrieron enormes cantidades de desechos tóxicos en el subsuelo acumulados durante cien años de lo que fuera una enorme planta fundidora de acero.
Para apaciguar la avalancha de protestas retiraron del lugar toneladas de residuos de plomo y otros metales pesados y toneladas de tierra envenenada con aceite tóxico. Fueron a parar a 22 tiraderos en los sectores de "gente de color": negros, café y amarillos (afroamericanos, latinoamericanos, y orientales). Cuidaron muy bien de no contaminar los sectores residenciales exclusivos: las demandas hubieran sido multimillonarias.
La avaricia de algunas empresas transnacionales induce a buscar áreas baratas, "menos exclusivas" en la frontera sur de EU y norte de México para ahorrar costos de operación. Recortan gastos a como dé lugar para ser más competitivos en el mercado global.
Era costumbre contaminar impunemente las vegas y las aguas del Río Bravo, pero a partir del Tratado de Libre Comercio, fiscales norteamericanos investigan y enjuician en tribunales estadounidenses a empresas transnacionales que desechan materias tóxicas en territorio y aguas mexicanas. Son muchos los juicios.
David Eng, abogado de la división de Crímenes Ambientales en Los Angeles, California declaró en una ocasión: "Aunque las empresas transnacionales crean empleos para los mexicanos, también han perjudicado permanentemente la salud de los habitantes".
Se quedó pasmado al entrar a la planta abandonada en el barrio La Florida, de Tijuana de la Alco Pacific, con sede en Los Angeles, que recicla plomo. Cientos de toneles con plomo yacían por doquier. Polvo de plomo saturaba el ambiente. Un perro había caído en un barril de ácido y se había oxidado. Olía a muerte. Cuando llegó a su casa, se quitó ropa y zapatos y los tiró a la basura.
Sin embargo, no ha podido extraer el residuo de plomo que quince años después aún irrita sus pulmones.
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