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Crisis de identidad latina

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La comunidad latina se encuentra en un dilema sobre cómo conciliar una población tremendamente diversa de inmigrantes y ciudadanos nacidos en Estados Unidos…

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La comunidad latina se encuentra en un dilema sobre cómo conciliar una población tremendamente diversa de inmigrantes y ciudadanos nacidos en Estados Unidos por varias generaciones, que pueden ubicarse en cualquier parte del mapa socio-económico, desde la extrema pobreza hasta la enorme abundancia. 

Como si eso no fuera poco, hay tres cosas que ponen aún más nerviosos a los latinos hoy en día: cómo describirse ante la Oficina de Censos de Estados Unidos, la ascensión de Mitt Romney en la contienda por la candidatura presidencial del Partido Republicano, y un aluvión de ofertas mediáticas latino-céntricas. 

La semana pasada, un estudio de la Universidad del Sur de California halló que el 6 por ciento de los encuestados que informaron tener antepasados españoles o latinoamericanos en una encuesta de 2006, conducida por el Censo de Estados Unidos, respondió "no" cuando se le pidió que se identificara como españoles, hispanos o latinos. 

Los titulares que generó esta noticia, y las repuestas obtenidas de los lectores, fueron desde la sobria idea de que éste es otro indicio de  "desgaste étnico" o asimilación —es decir la absorción en el crisol de razas— hasta el temor de que millones de latinos estén cometiendo el imperdonable pecado de "negar sus orígenes". 

Esas respuestas esbozan, perfectamente, la división entre los que desean que los hispanos se conviertan en nada más ni menos que una parte normal de la población general de Estados Unidos, y los que quieren asegurar que la comunidad latina siga siendo un segmento definido, cuando se trata del conteo de la población —ya sea para el propósito de honrar su singular cultura o para ganar favores o poder. En la actualidad, los hispanos se mezclan en tres grupos raciales: blancos, negros y asiáticos. 

En ese contexto, no es de sorprender que los electores latinos, que son considerados, generalmente, como una base demócrata fiable, se llenaran de espanto al enterarse de que Mitt Romney tiene antepasados mexicanos y que podría convertirse en —qué horror— el primer presidente hispano de la nación. 

Sí, Romney puede afirmar eso ante esta comunidad latina que no sabe muy bien cómo definirse, porque su padre nació en el estado mexicano de Chihuahua. A fines del siglo XIX, la familia Romney emigró a México para escapar las leyes estadounidenses contra la poligamia, y aún tiene una presencia en ese estado. 

La respuesta colectiva hispana a la conexión de Romney con el Imperio Azteca ha ido desde un "¡Pero él es blanco!" hasta el siempre insultante "Sí, seguro— ¿quién ha oído hablar de un mexicano republicano?"-- un reflejo correcto de la falta de reconocimiento, en la opinión de los hispanos, de la diferencia entre raza y etnia; y una clara muestra de la idea de que, aunque los latinos podrían provenir de 20 países separados y podrían ser diferentes en un millón de maneras, ningún hispanos "real" sería —¡doble horror!-- republicano. 

Entra en escena el listo, anónimo, diablo detrás de la recién lanzada parodia de cuenta de Twitter "MexicanMitt Romney". 

MexicanMitt, engalanado con atuendo de mariachi —y lo que me verificaron por medio de Twitter que son botas de vaquero auténticas y ultra-puntudas— es comiquísimo. Jurando en espanglish, lanzando un desfachatado "adiós" a Jon "Juanito" Huntsman, declarándose orgullosamente como uno de los ricos "Juan por ciento"(1) y explotando, en general, cuanta convención mexicana se pueda pensar, MexicanMitt ha inyectado algo de diversión en las especulaciones republicanas sobre las elecciones. 

Por lo menos, sus seguidores y admiradores se ríen de este satírico personaje construido de estereotipos. Es lo opuesto a la manera en que muchos latinos han reaccionado ante los intentos de los grandes medios de llegar a ellos. No ha habido una reacción negativa contra MexicanMitt, hasta el momento, pero si se pasa revista a los decepcionantes productos del cine y la TV del año pasado, se encuentra que el mundo del espectáculo o bien ignora a los hispanos o sin darse cuenta, los insulta. 

En los meses pasados ha habido frustración por la forma en que se describió a Colombia en la película de aventuras "Colombiana", sobre la violencia de los carteles de la droga en la región, la ausencia de latinos entre los Galardonados en el Kennedy Center, y la descripción de los puertorriqueños, en una serie de TV, como narcotraficantes innatos. 

"Rob", un programa de TV que se estrenó la semana pasada sobre  un zoquete blanco, que se casa con una mexicana incorporándose a la familia de ella, dio que hablar por utilizar estereotipos fiables de una "unida familia hispana" para deleitar a los espectadores, y por provocar el cuestionamiento de los hispanos sobre si deben amar u odiar programas como éste o como "Modern family", con su estereotípica mamá latina sexy. 

En verdad, no es necesario trazar líneas en la arena —podemos estar de acuerdo en no estar de acuerdo sobre nuestras variadas preferencias y lo que "significan". Los latinos son diversos y complejos, y debemos aceptar esa característica de nuestra comunidad antes de esperar que los demás lo hagan.