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Crimen contra Guatemala: Perdón, vida de mi vida

En  octubre del año pasado, Estados Unidos pidió disculpas a Guatemala por inocular  a presos y enfermos mentales con enfermedades venéreas entre 1946 y 1948. …

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Y el año pasado fue como siempre, objeto
de buenos augurios en sus comienzos, de esperanzas y a la par, de crímenes
innombrables.  No sé que es
peor:  si el crimen cometido
décadas atrás o estas disculpas entre comillas,  como mal paliativo para los procesos espantosos que se
desataron en la vida de personas a las que arbitrariamente  se consideró indignas hasta de conocer
sus opciones, de sus familias, del propio país donde quién sabe hasta qué punto,
y desde qué conceptos, se podía atender las implicaciones hasta económicas de
esa crisis provocada deliberadamente.   Estas disculpas son una bofetada humillante.  Sesenta años antes, los mandos que
hacen el gesto de horrorizarse, ni habían nacido… ¿atenuante?

No remedian nada, no vuelven atrás el
tiempo.  No curan siquiera los
enredos diplomáticos, paliativos también, entre comillas, a la hora de resolver
problemas de fondo. 

Históricamente las disculpas llegan
siempre muy tarde, si acaso demuestran que no se puede ocultar indefinidamente
la verdad.  Ésta, como dice la
sentencia bíblica, siempre sale a luz. 
 Y las mentadas disculpas,
tan cacareadas, siempre se hacen cuando ya el cuerpo del delito apesta y no
puede camuflarse con ningún ardid.

Todos los días ignoramos las noticias
perniciosas de abuso de menores, maltrato de género, etnocidios, etc., porque
los medios no hacen otra cosa que repetir lugares comunes.   Y cerramos los ojos nuevamente porque
hay que seguir con la vida, con el trabajo, yendo a comprar la leche con carros
bomba a punto de estallar, como en algunos lugares asolados por el terror,  y fuera ése el único medio ambiente.

Pedir perdón no es solo hacer  acto de contrición, se hace para
remediar en lo posible el daño cometido . 
Media la conciencia honesta. 
La mirada hacia adentro en la que no se elude el alcance de las
consecuencias.   Se
reconoce,  no porque lo hayan
descubierto terceros y no quede alternativa, sino porque la conciencia se ha
despertado, porque hay intención y trabajo de cambio real, de compensación a
las víctimas, de promesa de que el atropello no se repetirá.   El perdón real requiere verdadera
conciencia social y coraje.

La historia humana como sistema, no
evidencia que seamos capaces de "volvernos"…    los nazis hicieron experimentos médicos  y lo vemos como parte del carácter de
una idiosincrasia abominable y vergonzosa, pero luego lo hacen otros que creen
en el  respeto por la
autodeterminación de los pueblos y este es el colmo de la hipocresía.

Sin embargo, a título individual no solo
podemos hacernos responsables de nuestros actos sino que debemos.  El sicópata bloquea la conciencia, si
no, no sería un sicópata.  Lamentablemente
en nuestro mundo, aunque no queramos admitirlo, la "sicopatía" moral está profundamente
arraigada en el sistema.  En buena
hora, son muchos los seres humanos conscientes que convierten en un deber
personal, el que no lo seamos como individuos.